32: Arrebatos

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Estaba enojado, había sido un arranque de ira momentánea, que no debió suceder.

Él comprendía los sentimientos de Sasuke, pero cuando lo escuchó hablar así de Itachi la ira floreció por cada uno de sus poros y se dejó llevar.

Apretó sus manos, ni siquiera miró al guardia que acababa de meterlo a su celda, solo miró aquella esquina que casi no posee luz y se encontró con un bulto, sabía que era Itachi, también sabía que estaba enojado, pero debía sentirse de tantos modos diferentes que ni siquiera quería pensarlo.

Fue cuidadoso cuando se acercó y un brazo extendido por parte de Itachi le hizo la invitación. Se sentó a su lado y se acurrucó en su pecho, sintiendo enseguida los brazos del otro reo enrollarlo y apretarlo con fuerza.

Se sentía pequeño pero tan protegido e importante que lo demás dejaba de importarle.

Levantó la cabeza y observó la expresión seria en el rostro ajeno, la mirada de Itachi estaba perdida, no parecía observar nada y estar simplemente perdido en sus pensamientos. Deidara alzó la cabeza y le entregó un suave besó en el mentón, lo cual logró distraer al de cabellos brunos.

Sus miradas se encontraron, el azul algo opaco de Deidara con la inmensidad oscura que albergaban los de Itachi, se acercaron con suavidad y se dieron un lento beso, sintiendo la textura pegajosa del otro y el travieso toque de la lengua ajena.

Se separaron de manera silenciosa. Deidara volvió a descansar su cabeza en el pecho ajeno y el reo lo rodeo aún más con sus brazos.

-No lo sabía - murmuró por lo bajo el rubio - lo siento mucho, no sabía que él era tu...

Deidara no quiso completar la palabra, y como método de escape escondió su rostro en el interior de la chaqueta naranja que portaba el reo.

-No hay razones para disculparse - aseguró mientras sus dedos subían a la espalda ajena y jugueteaban con sus hebras rubias. - yo sabía que él era tu abogado, pero no esperaba que nos encontráramos así.

-Es un abogado idiota - le insultó mientras aspiraba el aroma varonil del pelinegro. - acusarte de cosas, odiarte y maldecirte sin siquiera saber tus razones es una estupidez.

-Para él - habló con suavidad y lentitud - soy el hombre que acabo con sus padres.

-¡Pero no es así! - Negó con energía sacando su cabeza de su escondite y mirándole directamente a los ojos - yo sé que no es así.

Sus manos blancas viajaron hasta su rostro acunando ambas mejillas, barrieron sus mechones negros hacia atrás y luego se mordió el labio. Se sentía frustrado por las cosas recién sucedidas, quería llorar, gritar y golpear a alguien.

Sentía su mundo hecho un desastre.

-Yo sé que para ti debió ser aún más difícil - admitió Deidara apegando su cabeza en el pecho ajeno, mientras su mirada recaía a su abdomen, donde sabía bien que estaba esa cicatriz - yo sé que eres amable y muy buena persona, que has tenido que sufrir más que ellos, porque tú perdiste todo, tu hogar, a tus padres, a tu hermano, tu inocencia, tu libertad y fuiste condenado a aparentar que todo está bien cuando necesitabas a alguien a tu lado.

Cuando yo no podía estar a tu lado.

Sus manos se resbalaron de las mejillas ajenas y cayeron a ambos lados de su cuerpo, sin ejercer otro movimiento.

-¿Por qué estas llorando? - le preguntó.

-¡Yo que sé! - Gritó sintiéndose abatido - maldición.

Inocencia criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora