28: Reacciones

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Fue fuerte, o al menos, tuvo que fingir serlo.

Al llegar a la celda, a la que aún no había llegado Itachi, le pidió a Genma que lo dejara allí. El guardia no tuvo ningún problema en meterlo y dejarlo encerrado.

Deidara camino lento, miro su nuevo paisaje, al cual se había condenado durante cinco años, y suspiro.

Pero no importó.

Si es por su hermano, no importa.

Sintió la humedad recorrerle el rostro, y en silencio se acostó en la litera, dándole la espalda a los barrotes y fijando su mirada en la grisácea pared.

Le costó por unos segundos respirar, y entonces le dio rienda suelta a su lamento.

Sintió como las mejillas se le humedecían cada vez más, y como sus lágrimas escalaban por su nariz o llegaban a sus labios, saboreando el sabor salado de estas.

Sentía que había hecho una estupidez, pero conocía demasiado a su hermano. No quería verlo sufrir, pero era mejor que siguiera su vida adelante, a que solo se dedicara a él.

No era tonto, Deidara sabía bien que cuando saliera de ese lugar, ya nada sería igual; su expediente estaría manchado para siempre, y nadie confiaría su negocio o algo parecido a un "ladrón".

No podría conseguir trabajo fácilmente.

Su vida sería complicada cuando saliera, y mucho más ahora que no tenía a un lugar a dónde volver ¿de qué sirve salir de allí, en ese momento?

Saldría a ser una carga, un estorbo y eso no lo aceptaría jamás.

Prefería que al menos Naruto se graduara de la universidad, tuviera un trabajo estable y bien pagado, saliera adelante y formara una familia con el hombre que desee.

Ya sea Sasuke, o cualquier otro que él considere importante.

Entonces él podría estar orgulloso, y podría cumplir la promesa que les hizo a sus padres. Naruto sería un gran hombre, se graduaría y él aseguraría ese futuro y cuidaría siempre de su hermano, aunque no pudiera estar a su lado

Relajó un poco su postura y se limpió las lágrimas con el dorso de su mano.

Estaba bien.

Intentaría estarlo.

Miró su mano, con la cual se limpiaba los rastros de líquidos de su rostro, y sus ojos viajaron de inmediato a la cicatriz.

Estaba agradecido, su hermano no había notado su herida, y era mejor de ese modo.

La cicatriz que quedó era larga pero fina, y sin poder evitarlo recorrió con sus dedos ese tramo.

Si él tenía que sufrir un calvario en ese lugar para que su hermano pudiera ser feliz allá afuera, entonces lo aceptaba en su totalidad.

El sonido tintineante de las llaves, le alertó que Itachi estaba allí.

Escondió su cabeza y no dijo nada, solamente se siguió limpiando el rastro de lágrimas.

Escuchó los pasos de Itachi dentro del cuarto, y segundos después, el gemido que daban las literas cada vez que te dejabas caer con demasiada fuerza.

Pasó un largo tiempo, no supo exactamente cuánto, pero las luces fueron apagadas.

Entonces en medio de su lamento, recordó que Itachi lo quería con él esta noche.

Por ello, se salió de la cama, y agradeció a que las luces no estaban encendidas, porque así, Itachi no podría notar que estaba hecho un asco.

Se detuvo frente a la litera ajena, y enseguida sintió las manos de Itachi rodear sus caderas, llevándoselo consigo a la cama.

Inocencia criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora