4: Realidad

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Miraba al techo totalmente aburrido, su estómago gruñía, demandaba comer algo, pero sabía perfectamente que ese día no comería nada, porque era su castigo por haberse peleado con Hidan, pero no se arrepentía, ya estaba cansado de que todos pensaran que podían barrer el piso con él, ya había sido violado, ¿Qué más le podían quitar? No dejaría que le siguieran intimidando, se había dejado al principio porque se había deprimido y asustado, así es, ¡había tenido miedo!, pero ese ya no era el caso, a pesar de que sabía que debía portarse bien para así evitar que su estancia en aquel asqueroso lugar fuera peor, ya se había cansado de ser humillado ¡esta era la supervivencia del más fuerte! Y no podía ser el último eslabón de la cadena alimenticia.

Se levantó del suelo, y empezó a dar vueltas por la celda, ¡estaba muy aburrido! Dirigió su mirada a los libros que tenía Itachi, y pensó en tomar uno, pero luego se divisó así mismo sin manos, la verdad es que no tenía idea de lo que el moreno fuera capaz de hacer, después de todo, en prisión todos le tenían miedo u odio; así que solamente se sentó en la cama una vez más, Itachi hace rato que había salido a comer, y bueno, no era como si el reo le hablara demasiado, la verdad es que no le había escuchado decir ni una sola palabra, en todo el tiempo que había estado en prisión, se dio de cuenta, que si seguía así, se moriría del aburrimiento, así que soltó un gran suspiro, y se dejó caer en el piso, empezó a hacer flexiones de pecho y abdominales.

Pasaron varios minutos y Deidara ya se encontraba totalmente sudado, y estaba totalmente seguro de que apestaba, pero no tenía nada que hacer, así que solo pudo seguir con lo que hacía, cambiaba los ejercicios cuando pasaba algún tiempo, se mantuvo un minuto en posición de tablón, y se derrumbó poco después, ¡hace mucho que no se ejercitaba! Y a pesar de eso aún estaba en buena forma, hizo sentadillas hasta que sus piernas temblaron y por fin se derrumbó en el piso, con la respiración entre cortada, el ejercicio le había servido como distracción pero aun así volvió a recordar, por culpa de su estómago, que tenía hambre, pero no le importo, igualmente no podía comer nada aunque quisiera. Se levantó y tomo el vaso metálico que había en la celda cerca del grifo, y abrió este y dejo que el vaso se llenase de agua, luego lo cerró para luego poder tomar el agua con relajación, se bebió unos tres vasos, y se permitió descansar.

No habían pasado ni cinco minutos desde que se había recostado a la cama, cuando escucho la celda abrirse, él se había mantenido con los ojos cerrados incluso después de la intrusión, pero podía sentir el aura de Itachi al entrar, el sonido de la celda cerrarse y los pasos de Itachi le indicaron que el moreno ya estaba adentro y de seguro buscaría en algunos de sus libros, ya era de tarde y Deidara lo podía saber por el fuerte sol que iluminaba todo y se colaba por la diminuta rejilla que había en la parte alta de la pared, estaba seguro que Itachi había estado haciendo ejercicio y después había comido, y que unas cuantas horas después le llamarían para que se duchara, ¡qué mala suerte! Ni siquiera podía ducharse y quitarse el sudor que tenía.

Se sintió algo extraño, un pequeño estorbo en su abdomen, y seguido a eso, el ruido de una de las literas, abrió sus ojos y entonces observo el trozo de pan que descansaba sobre su abdomen, abrió los ojos en grande, e incluso se los restregó, ¡no estaba alucinando! Tomo el pan en sus manos, y entonces miro a Itachi, ¡tuvo que haber sido el!

Comió rápidamente, ¡No es como si se fuera a quejar! Sintió un gran alivio en su estómago al recibir aunque fuera un poco de comida, volvió a mirar al pelinegro el cual seguía ensimismado en su libro, y una sonrisa se le escapó al verle así, entonces se atrevió a hablar.

-Gracias

Observo entonces como el pelinegro apartaba un poco la vista de su libro, y le dirigía una mirada penetrante.

-Sé que es mucho pedir – hablo el rubio – pero ¿me dejarías leer alguno de tus libros?

Solo recibió un asentimiento a modo de respuesta y aquello le hizo sentirse raramente feliz y más cómodo, ¡sin duda era un hombre frio! Pero no tan malo, bueno al menos eso pensaba ahora, tomo el libro entre sus manos y volvió a acostarse en su cama, mientras habría la primera página de “Estudio en escarlata”

Inocencia criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora