20: Cólera - parte I

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Azul.

Un azul aterciopelado y maravilloso, deleitante a la vista. Un plano fantasioso de tranquilidad, que podía ser tan cambiante como la vida de un humano mismo.

Extendiéndose a lo ancho del horizonte y más allá. Sin miedo a ser visto, mostrando su gustoso color y dejando que las nubes vagabundas se escurran por su ser, las cuales, son tan traviesas que osan tapar el sol y así privar a los expectantes, de su luz.

Sus ojos azules encontraron el azul del cielo.

Sus manos se entrelazaron, como si fuera a lanzar una plegaria. Y no es que fuera lo contrario.

Entre abrió sus labios y tragó, tenía algo de sed, pero ahora no importaba.

-Mamá, papá, ya hace seis años…

Deidara bajo la cabeza y se mordió con lentitud el labio.

Hacía ya seis años, él pronto cumpliría veintidós, Naruto cumpliría los veinte.

No recordaba con dolor a sus padres. Él consideraba que eso estaba mal.

Los recordaba felices, firmes y sonrientes, como siempre salieron ser, así le gustaba recordarlos.

No eran los únicos, muchas personas pierden a sus seres queridos de la misma forma que ellos, morir es normal, parte de vivir, todo tiene un final, eso él lo tenía muy claro.

Lo que en realidad le dolía, era saber que esta sería la primera vez que no iría a visitar la tumba de sus padres, pero estaba seguro que Naruto lo haría. Todo aquello había sido muy duro para su querido hermanito, él solo tenía catorce cuando eso sucedió, estaba más pequeño, a Deidara le había costado hacerse el fuerte cuando tuvo tanto tiempo a su hermano llorando en su pecho.

-Mamá, papá, perdón por no poder visitarlos hoy. Cuiden a Naruto, y si el abogado le hace algo malo, que le caiga un rayo. Los amo.

Sonrió y separo sus manos con suavidad, ahora se sentía mucho mejor consigo mismo.

-¿Rezando? – la pregunta le sorprendió bastante.

Deidara se giró casi de inmediato y sus ojos se fijaron en el color chocolate de aquel pelirrojo. Está de más decir que no le gustó nada su presencia.

-Sabes que Dios no puede salvarte ¿no es así? Es un desperdicio rezarle.

Deidara sintió un tic en su ceja, pero lo dejó pasar.

-Sabes que meterte donde nadie te llama es indebido ¿no es así? – Pronuncio Deidara con una sonrisa para luego ponerse serio – es mi problema a quien le rezo y tú deberías meterte en tus asuntos.

Sasori permaneció impasible ante el tono enfadado del rubio.

-Deberías ser más respetuoso, te la estas creyendo mucho, solo porque el kie es tu protector – comento sin un mínimo cambio de expresión.

Parecía un muñeco, sin duda a Deidara no le gustaba para nada.

Sus ojos claros miraron a su alrededor, y se fijó en los cuatro tipos que los miraban con atención, tratando de disimular de la peor manera posible.

-Aah, entiendo – dijo el blondo con una leve sonrisa – yo me creo mucho porque Itachi me protege ¿cierto? Entonces ¿Qué hay de ti? Vienes con un tono muy amenazante pero eso solo es así porque ahora perteneces a una pandillita ¿cierto? Ya decía yo que era raro, con lo bonito que eres, debías tener una forma de protegerte, y ya veo que es esta.

-Ten cuidado con lo que dices, no creas que no puedo partirte la cara ahora mismo – le amenazó haciendo que el Namikaze apretara sus dientes.

-Lo mismo digo yo, ¿crees que porque él me protege, no se partirle la cara a alguien? Tengo su protección porque en este maldito lugar todo es injusto, porque nunca es uno contra uno, sino que cinco o seis contra uno, e inevitablemente terminare perdiendo. Pero adelante, peleemos aquí mismo, solo tú y yo, y veremos quién es el perro que si muerde.

Inocencia criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora