3: Determinación

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Observo a aquel moreno, más su mirada fulminante lo hizo apartarse rápidamente, ¡no sabía que hacer! Así que cerró los ojos, después de que lo habían dejado en la celda de Itachi, solo se había acostado en la cama que se encontraba libre y pegada a la pared, y se había quedado ahí mientras el pelinegro al cual parecía molestarle el hecho de tener compañía, solo se había quedado inmerso en el libro que leía, desde donde estaba podía ver la portada, algo chamuscada y oscura pero “Misery” se leía en letras grandes, con una mano ensangrentada en la antes blanca portada, acompañada del nombre del escritor “Stephen King” él ya había leído esa novela antes, la cual le parecía simplemente maravillosa, bueno, era cierto que todo lo que tuviera un toque de misterio, desesperación y oscuridad le gustaba, pero, nunca pensó que una persona llegara a intimidarlo tanto como lo estaba haciendo aquel pelinegro.

Recorrió la celda con la vista, y soltó un suspiro, gris, y dos literas, le sorprendió el hecho de que hubieran dos, ¿quizás él había tenido compañeros? Y si fue así ¿Qué paso con ellos? Una horrible sensación recorrió su pecho, pero sacudió su cabeza para revolver sus pensamientos, simplemente podían haber sido cambiados de celda, o tal vez, salieron en libertad, algo así, no todo tenía que ser malo, a su mente vino la tierna sonrisa de Shisui, ese hombre era un demonio, ¡debía cuidarse de él! escucho la voz de un guardia anunciando que apagarían las luces, miro al moreno dejar el libro encima de otros tres, y luego dar la espalda, Deidara imagino que se estaba preparando para dormir; sin duda el también necesitaba lo mismo, después de todo ya había aguantado suficiente con Hidan, se lamio la herida que tenía en el labio y sonrió, o sí que se había sentido bien golpearle la cara, fue con ese maravilloso recuerdo que se quedó dormido.

Abrió los ojos con algo de dificultad, y observo que aún era algo temprano, debido a que las luces no se habían encendido todavía, solo pudo pensar en Naruto en ese momento, ¿Cómo estaría su hermanito? Sintió algo de calor, y se quitó la camisa de botones dejándola a un lado de la cama quedándose solamente con la musculosa blanca, se encogió y empezó a jugar con su cabello, ¡No tenía sueño! Y empezó a dar vueltas en la cama, era dura, muy dura, no como el colchón de su habitación, eso era un paraíso, una cama cómoda, que se amoldaba a su figura, ¡oh dios como extrañaba su hogar!

Las luces se encendieron y Deidara se tapó los ojos al recibirla de lleno en la cara se removió y gruño, entonces observo a Itachi, este le miro enarcando una ceja, o al menos eso creyó ver Deidara, le vio dirigir la mirada a su libro, ¿estaba leyendo tan temprano? Bueno no es como si hubiera mucho que hacer en prisión, pero aun así, le parecía extraño, escucho la voz del guardia que hizo sonar los barrotes de la celda, entonces se dio de cuenta que era más tarde de lo que el imaginaba, ese llamado era para que salieran, por supuesto escoltados por un guardia, hasta llegar hasta el comedor, un lugar enorme lleno de reos, con alrededor de doce largas mesas hechas de cemento con largas bancas del mismo material que se ubicaban en los laterales, donde se sentaban a comer sus alimentos; entonces Itachi se adelantó frente a él, caminaron hasta la cocinera, una mujer de cabellos ondulados amarrados por una malla, que los miraba a todos con odio, y les servía con desdén recordándoles que eran basura, no, que eran peor que la basura, sin embargo, a Itachi lo miraba peor que al resto de los reos, gruñía más, y al mismo tiempo, cuando el moreno la veía se podía divisar el miedo en sus ojos.

Ambos se sentaron a comer, excepto que Itachi se fue a la última mesa que se encontraba cerca de una ventana, y donde la luz daba más tranquilamente, y los dos hombres que se encontraban allí, salieron despavoridos, así era siempre, todos le temían a Itachi, él en cambio fue detenido y jalado con fuerzas hasta caer sobre la banca, su aterrizaje fue duro, pero supo quién lo hizo.

-¿Cómo estas belleza? – Observo a Hidan mirarle con prepotencia – la última vez huiste, ya no volverás a hacerlo.

-¡Suéltame! – le exigió calmadamente mientras se retiraba del agarre del hombre.

Inocencia criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora