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Namjoon estaba frente a la puerta de Seokjin, debatiéndose mentalmente si tocar o no. Pero, más que nada, se debatía en su mente si debía decirle a su hyung su confesión.

Porque si, Namjoon había decidido, aclarado y aceptado que Seokjin no sólo le gustaba, le encantaba. Cada cosa de él, desde sus habilidades culinarias hasta la masculinidad de sus anchos hombros y su peculiar pero para él hermosa risa y sonrisa que hacía a su tonto corazón latir y hacerlo sonreír como bobo cuando veía que él lo hacía.

Se dió cuenta de que estaba enamorado de él cuándo supo que cuando su hyung lo llamaba para hacer lo que el más odiaba en el mundo y por lo cual siempre le reclamaba, su corazón sólo latía desenfrenado al escucharlo hablarle y a veces decirle dulcemente que se dirija a la cocina. Y ni hablar de la cercanía que a veces mantenía Seokjin cuando lo esperaba a un costado suyo apoyado en la mesada, o cuando le sacaba plática en esos momentos, o cuando le contaba sus ridículos chistes que no le hacían reír tanto pero le hacía feliz verlo tan feliz a él sonriendo y riendo, sin que nada ni nadie le importara. Era tan feliz cuando veía a Seokjin feliz.

Por más cursi que suene todo eso, Namjoon estaba hasta las manos de Seokjin, y él era completamente consciente de eso. Y le encantaba.

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𝘍𝘢𝘪𝘵𝘪𝘯❥︎

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¡namjoon, yo no lavo tus cosas! © namjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora