Capítulo 27

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Llegó el viernes. Esa noche, el armario evanescente del Departamento de Misterios realizaría su único viaje de vuelta a 1998. Bellatrix y Nellie dormitaron hasta bien entrada la mañana; principalmente porque tenían tal resaca que no se veían capaces de mantenerse de pie. Pero la bruja debía recoger su apartamento y preparar su equipaje y la muggle quería ir a hablar con el carnicero para venderle su casa. En cuanto los Black se fueran, quería marcharse de ahí y mudarse junto al mar o junto a cualquier sitio donde no la atormentaran los recuerdos de su convulso pasado. Así que al final tuvieron que levantarse.

Nellie le ofreció ducharse juntas pero la bruja rechazó la oferta sin apenas mirarla. Se sentía profundamente triste, mucho más que cuando Voldemort le comunicó que la mandaba sola a aquella absurda y peligrosa misión. Cada vez que miraba a su novia se veía incapaz de pasar un solo minuto sin ella. Así que más le valía ir acostumbrándose y no hacerlo más doloroso. La pastelera lo entendió, le sucedía lo mismo. Así que Bellatrix subió a su apartamento. Se encontró a Sirius en su habitación, acababa de despertarse y también se frotaba las sienes intentando mitigar la resaca.

-¿Te importa si me ducho aquí? Es que...

-Claro que no, pasa –le indicó él-. ¿Estás bien, Bella?

La mortífaga ni siquiera mintió. Negó con la cabeza y cesó en sus esfuerzos por contener las lágrimas. Sirius la abrazó con fuerza y le frotó la espalda con cariño permitiéndole desahogarse. Bellatrix se sentía muy pequeña y débil entre los brazos de su primo, pero por primera vez no le importó mostrarse vulnerable ante él. Estuvieron así varios minutos. Cuando la notó un poco más tranquila, el animago le dio un beso en la frente. Después buscó una toalla limpia y se la tendió para que se pudiera duchar. Bellatrix la aceptó y entró en el baño. Antes de cerrar la puerta y aún con voz temblorosa, se giró hacia él y le comunicó:

-No abandonaré a Voldemort, no puedo hacerlo. Lucharé y moriré en la guerra. Pero te prometo que si puedo proteger a tu ahijado, lo haré.

Sin darle tiempo a responder, cerró la puerta y pasó bajo el chorro de la ducha el tiempo necesario para que las lágrimas se extinguieran. El resto de la mañana lo invirtieron en recoger su piso. Sirius no comentó nada de su declaración para no hacerla sentir incómoda, pero Bellatrix supo que se lo agradecía con todo su ser.

-¿Así que inmortalidad, eh? –murmuró el mago al ver sus notas mientras desmantelaban el laboratorio- Para eso era la poción que buscabas...

-Juventud eterna, en realidad –corrigió la bruja-, quedarse para siempre con el aspecto que tienes cuando la tomas. Pero sí, eso era.

No le importa contárselo, había fracasado y todo había terminado ya. Además era útil su ayuda: había que tener mucho cuidado empaquetando las pociones e ingredientes para que no hubiera accidentes durante el viaje.

-¿No envejecer, estás de coña? –inquirió él- ¡Si Voldemort es más viejo y feo que el culo de Dumbledore! ¡¿Por qué diablos querría quedarse así para siempre?!

Bellatrix le dio un manotazo en protesta pero no pudo evitar sonreír: tenía toda la razón.

-Supongo que no encontró otra más adecuada... Algo así como un elixir de la inmortalidad que también funcione como crecepelo y alarga-narices.

Su primo profirió una sonora carcajada. Que la mortífaga fuese capaz de bromear sobre Voldemort era lo más sano que le había pasado en décadas. Terminaron de recoger su habitación de pociones y el dormitorio. También vació la tienda, pero dejó los muebles para que fuese más fácil de vender. Cuando el piso quedó vacío, lo contempló con añoranza.

-Bajo a pillar algo de comer –murmuró Sirius entendiendo que necesitaba unos minutos en soledad.

Bellatrix asintió distraída mientras recorría el pequeño apartamento. Era el primer hogar que había tenido en propiedad, el primero que había pagado con dinero ganado con su trabajo. El primer hogar que había compartido con alguien a quien amaba con todo su ser; el primero que no deseaba abandonar. Era el primer hogar que, en definitiva, había sido un hogar.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora