Capítulo 8

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Habían transcurrido dos meses y su negocio había ganado tanta popularidad gracias al boca-boca que para que Madame Lenoir te atendiera debías concertar cita. Algunos mandaban una nota con un criado, otros lo hacían en persona y algunos incluso reservaban la siguiente sesión al terminar la primera. Tampoco es que todo Londres recomendara sus servicios, pero en su barrio y los de alrededor sí pronunciaban su nombre con respeto. Muchos acudían de incógnito, con grandes sobreros, toquillas o pañuelos para camuflar su identidad. Como si a Bellatrix le importase lo más mínimo...

Estaba moderadamente contenta. Tras su encuentro en el mercadillo con la adivina, se había centrado en estudiar las pociones con propiedades rejuvenecedoras. Narcissa la había aprovisionado de ingredientes y varios libros para documentarse. Cuando tenía un rato, salía a charlar con el boticario o con perfumistas que entendían del tema. Eso pensaba hacer cuando uno de los maleficios protectores que tenía sobre la casa la puso en aviso. Sabía que pasaría tarde o temprano: era ilegal que un mago o bruja utilizara sus poderes para comerciar en el mundo muggle. Se consideraba una infracción grave del Estatuto del Secreto. Así que cuando tenían sospechas, mandaban a aurores a investigarlo. Y por eso había saltado el hechizo que la alertaba al notar un aura mágica que no fuese la suya.

Ya la habían visitado un par de magos de incógnito, pero la mortífaga tenía ojo clínico y sabía distinguir a los aurores. Además, durante las semanas de preparación de la misión había estudiado y memorizado a los que trabajaron en aquellos años. Y en ese momento, le fue muy útil. Los que subieron la escalera fueron un hombre y una mujer. Bellatrix atendía a parejas también, aunque la gente prefería hacerlo en privado (al final su labor sí que se parecía a la del cura, como el vecino infiel sugirió). Le pidieron si podía atenderlos y con una falsa sonrisa, la bruja murmuró:

-Lo siento, no atiendo sin cita. Ahora iba a salir.

-No se preocupe, será rápido, Madame –aseguró la mujer- y podemos pagarle un plus.

Sin duda eran aurores, los reconoció de las fotos en los archivos del Ministerio. La mortífaga sabía que negarse al dinero extra sería sospechoso. Tampoco podía matarlos o librarse de ellos con magia pues alteraría el curso de la Historia y su caso seguiría abierto en el Ministerio. Debía atenderlos o volverían, mejor quitárselo cuanto antes. Tenía que deshacerse de ellos consiguiendo que cerraran su caso certificando que era una muggle. "Por Circe, qué asco de vida" pensó con rabia.

-De acuerdo –concedió con impostada amabilidad-, tomen asiento.

Bellatrix tenía curiosidad por cómo iban a hacerlo. Los aurores no estudiaban legilimancia ni oclumancia: se consideraba magia oscura y una violación de los derechos. Probablemente ambos esperaban sentir su aura mágica, pero ella sabía ocultarla, así que de ahí tampoco sacarían nada. Lo que jugaba a su favor era que ellos creían que no disponía de ninguna herramienta para detectar la magia, así que ignoraban que no la habían engañado.

-¿Qué desean saber? –inquirió barajando las cartas.

-Bueno, acabamos de casarnos –contó el hombre-, y queremos saber si nos irá bien.

Bellatrix asintió. Esos dos estaban tan casados como ella y Snape, no necesitaba ni meterse en su mente para comprobarlo. Y no lo hizo. No podía arriesgarse a que alguno de ellos hubiese estudiado por su cuenta las artes de la lectura de la mente y la detectara. Así que optó por actuar como una charlatana cualquiera. Esparció las cartas por la mesa y empezó a levantarlas con expresión de concentración:

-El ermitaño nos habla de la paciencia –murmuró contemplando el arcano-, de la importancia de ser prudentes en la relación y saber también respetar su espacio. Son ustedes nuevos en el matrimonio, llevan poco tiempo, según me dicen las cartas. Así que es importante que encuentren el balance para tener también tiempo individual para alcanzar sus propias metas, o de lo contrario la frustración podría malograr la relación, que aquí me sale que... muy íntima todavía no es.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora