A la mañana siguiente de su cumpleaños, en cuanto despertó, Nellie bajó a su piso a ordenar las prendas que le había regalado Bellatrix. A la mortífaga le pareció maravilloso, así ella podía dedicar un rato a su investigación sobre pociones. La muggle prácticamente se deshizo de toda su antigua ropa interior. Su novia le había regalado un ajuar mucho más bonito y agradable. Dobló cada prenda con cariño y disfrutó mucho ordenándolo todo.
Casi había terminado cuando escuchó un ruido en su tienda. Frunció el ceño extrañada. Bellatrix usaba siempre la escalera interior, pero la tienda estaba cerrada, así que solo podía ser ella... Cerró el cajón con cuidado y salió a ver. De nuevo, una inquietante sorpresa.
-¡Mr. Todd! ¿Qué hace aquí? ¿Cómo ha entrao?
-Guardé la llave que me dio para emergencias. He cerrado para que podamos hablar tranquilos. Verá, Mrs. Lovett –empezó con lentitud-, hemos venido a...
¿Hemos? No estaba solo. Detrás de él apareció su mujer. Se había quedado pequeña y consumida tras el tratamiento para paliar sus desvaríos mentales, pero al menos ya no chillaba. Llevaban una maleta que habían dejado en un lateral. La situación cada vez le daba más mala espina.
-Bueno, digamos que necesito un préstamo –continuó el barbero-. Debemos abandonar la ciudad pero mis ingresos apenas alcanzan para la medicación de Lucy. He pensado que ya que usted es la causante de la desgracia de mi mujer, debería ayudarnos.
-Fue ella la que se tomó el veneno aun teniendo una hija, cualquier problema que tenga es exclusivamente suyo –respondió Nellie estupefacta por su descaro.
Aún así, seguía preocupándose por su antiguo inquilino, no podía evitarlo. Una parte de ella lamentaba la desgracia en que se había convertido la vida de Sweeney. Sobre todo ahora que ella era más feliz que nunca. Así que se apiadó y con voz trémula le preguntó cuánto necesitaba.
-Con cincuenta libras nos apañamos, pero si quiere darnos más, lo dejo a su elección.
-¡¿Cincuenta libras?! ¿Se le ha ido la cabeza? ¡No he tenido tanta pasta en mi vida! –exclamó ella.
-Oh, yo creo que sí. Su tienda va muy bien gracias a mi colaboración y tiene una inquilina, por lo tanto...
-Ahora usted no me ayuda en na y mi tienda va aún mejor –sentenció orgullosa-. Y respecto a mi inquilina... ¿Sabe qué podemos hacer? Le presto la pasta de lo que me pagó usted de alquiler. A ver, déjeme hacer cuentas... Estuvo usted casi dos años, lo cual son unos veinticuatro meses... Contando con que apoquinó, así en cifras redondas, unos cero peniques al mes, yo diría que el total sería... ¿Cuánto, Mr. T? Écheme una mano, es una suma complicada –comentó ella con sorna.
-¡No se atreva a...! –empezó a amenazarla el barbero a quien la ironía no le hacía ninguna gracia.
-¡Hombre, usted aquí otra vez! –exclamó Bellatrix que había bajado alertada por el elevado tono de voz de su casera- ¿Qué quiere?
-Nada que le incumba, es un asunto entre Mrs. Lovett y yo –sentenció él intentando calmarse.
La morena asintió pero no se movió. Con calma, la pastelera volvió a repetirle que no le iba a prestar un penique. Por las buenas aún le habría dado algo, pero con amenazas desde luego no iba a coaccionarla. Además, se sentía mucho más segura ahora que Isabelle estaba con ella. La falsa cordialidad de Sweeney desapareció por completo. Sacudió la cabeza y miró a la pastelera con crueldad, como si fuese ella la que le obligaba a tomar esa decisión:
-He intentado ser amable –comenzó él con frialdad-, pero como no atiende a razones... La situación es la siguiente: la policía ha descubierto que soy un impostor. No sé si conocen mi verdadera identidad, ni si tienen pruebas más allá de que miento sobre mi nombre. Pero en cualquier caso me consideran culpable de la desaparición de Turpin y Bamford. Y vienen a por mí.
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Quédate conmigo
FanfictionVoldemort manda a Bellatrix a una desagradable misión a la época victoriana. Por si sus problemas fueran pocos, pronto se cruza en su vida Eleanor Lovett, una pastelera envuelta en sus propios demonios que amenazan con destruirlas a ambas.