Capítulo 9

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De pequeña a Narcissa le daba miedo la oscuridad. Sus padres insistían en que era ridículo, se trataba de una muestra de debilidad impropia de un Black. Aún así, cuando se asustaba, se escabullía al cuarto de su hermana mayor que le hacía sitio en su cama. Si Bellatrix estaba a su lado, ni su propio boggart le causaba temor. Cuando crecieron dejaron de hacerlo. Hasta que muchos años después, la morena se unió a Voldemort. Cada vez que él la rechazaba, ella lloraba, incendiaba cosas y lamentaba haber nacido. En esas noches, su hermana pequeña la obligaba a dormir con ella y así Bellatrix se sentía menos sola (y feliz porque eso obligaba a Lucius a acostarse en el sofá o el jardín con sus pavos reales).

Por eso, cuando la noche anterior la bruja encontró a Nellie llorando porque el amor de su vida la había rechazado, se acordó de su hermana a quien realmente añoraba y actuó sin pensar. Comprendía la tristeza de dormir sola: en su caso se preocupó la noche que se descubrió pensando que echaba de menos a Rodolphus. Amaba la soledad, pero se sentía demasiado abandonada en ese siglo... Así que había sido agradable volver a sentir a alguien junto a ella; hasta a las asesinas psicópatas les gusta tener un peluche para achuchar. Por supuesto el estar borracha y muerta de sueño también ayudó... Pero en cuanto despertó y fue consciente de la situación, salió del cuarto sin hacer ruido y se apareció en su piso.

Cuando Nellie amaneció tras la mejor noche de descanso que recordaba, estaba sola. Llegó a pensar que lo había soñado. Pero sus sábanas olían al perfume francés de su inquilina y en algún momento se había deshecho de las sábanas gracias al calor de su cuerpo. Ignoraba cuándo se había marchado, pero mejor así. Si los primeros clientes del día hubiesen visto a la adivina pasearse en camisón por su casa habría resultado difícil de explicar.

Mientras se preparaba para empezar la jornada, intentó olvidar el disgusto de la tarde anterior. Sweeney y Lucy eran felices. Ella no pintaba nada ahí, hora de asumirlo. Se centró en lo positivo: no había tenido pesadillas (solían acompañarla desde que empezó a mutilar cadáveres), se sentía descansada e incluso la espalda y las rodillas que le dolían de tanto trabajar le habían concedido una tregua. Y ahora tenía una amiga, alguien con quien hablar. Era verdad que Isabelle era igual de huraña que Sweeney e inspiraba incluso más temor, pero también la escuchaba con más atención y la intentaba aconsejar (a su extraña manera).

-Es lo mejor que he tenido en décadas –murmuró terminando de abrocharse el corsé.

Salió a la cocina a desayunar y se sorprendió al ver que estaba todo recogido. Ella solía dejarlo manga por hombro, poco importaba; sus clientes eran como gorrinos, tragarían igual estuviese como estuviese. Dedujo que había sido la morena cuando bajó a cenar, aunque le extrañó sobremanera: en absoluto parecía que aquella mujer hubiese lavado un plato en su vida. Y mucho menos fregado y barrido el suelo...

La francesa tenía comportamientos extraños, había cosas en ella que no le cuadraban. Sin ir más lejos, lo silenciosamente que apareció en su casa la noche anterior pese a haber tenido que usar la ruidosa puerta de la calle que debía estar cerrada con llave... Lo mismo cuando cambió todos los muebles del apartamento en tiempo record. O lo bien que hablaban sus clientes de ella, ¡si solo era una timadora muy guapa! Sería por eso: mucho mejor una estafadora de melena sedosa y mirada seductora que los habituales gañanes edéntulos... En cualquier caso, su cocina nunca había estado tan limpia.

-Debería bajarle el alquiler...–meditó la pastelera- Aunque fue ella la que decidió el precio...

Esa tarde, cuando subía a llevarle la comida, se cruzó con la última clienta de la mañana. Era una chica joven acompañada por una criada que se despedía de la tarotista con vehemencia:

-¡Muchísimas gracias, de verdad, es usted brillante! ¡Es capaz de hacerme ver lo que yo misma intento ocultarme! ¡El dinero mejor pagado, vuelvo la semana que viene!

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora