Bellatrix estuvo a punto de lanzarse a su cuello, pero se contuvo. Estaba desarmada y él era más fuerte: tenía todas las de perder. Apretó los puños para contener la ira (sin conseguirlo) e intentó calmarse (sin conseguirlo tampoco). Empezó a maquinar a toda velocidad cómo podía revertir la situación. De todas las personas que en ese siglo o en cualquier otro podía haberse encontrado, esa opción no solo era la peor: también parecía tan imposible que ni se lo planteó. Casi hubiese preferido que Voldemort la hubiese pillado en la cama con la muggle.
-¿Qué diablos haces aquí? –le espetó con rabia.
-Creo que esa pregunta debería hacértela yo –respondió él burlón-. Desde que tengo uso de razón, siempre que sucede algo malo o extraño es culpa tuya.
-Oh, bueno, eso tampoco es decir mucho, considerando que nunca llegaste a tener uso de razón.
El recién llegado profirió una sonora carcajada.
-Tengo que reconocer, Bella, que si algo bueno tienes es ese amargo sentido del humor; un reflejo de tu vida, probablemente.
-¿A eso has venido? ¿A estrechar lazos? Creí que había quedado claro que no me interesaba cuando te maté...
-¡No me mataste! –protestó él- ¡Caí al velo porque estaba ahí! De no ser por eso te habría ganado.
-¡Ja! –rió la bruja - Siempre fuiste peor mago que yo, cometiste el error de burlarte y te alcancé con el hechizo. Si hubiese sido un avada, habrías muerto. Lo que pasa es que decidí torturarte más... Aunque ni para eso vales, te moriste tú solo.
Se miraban con una rabia y un odio que encontraba su espejo perfecto en los iris del otro. Al poco, Sirius logró calmarse y recuperó su mirada burlona.
-Parece que han cambiado las tornas, ¿no? –comentó jugueteando con la varita de la bruja mientras ella apretaba los dientes- Ya sabes lo que dicen: el que mata el último, mata mejor.
-¿Vas a matarme a sangre fría? ¿Vas a matar a una pobre mujer sin darle opción a defenderse? –preguntó ella con fingida inocencia- Sí, te pega actuar así. Yo te gané en un duelo justo, pero tú eres más rastrero y cobarde.
El animago acusó el golpe. Deseaba matarla estrangulándola con sus propias manos, ni varita ni dagas. Pero de nuevo, calmó a su parte más animal. Se encogió de hombros y respondió que no merecía justicia, debía acabar con ella por el bien del mundo. Ella soltó una sonora carcajada (muy parecida a las de él) mezcla de burla y desprecio.
-Además, estaré ayudando a la Historia –continuó Sirius-. Tú no perteneces a este tiempo, si te mato no habrá consecuencias. Solo que no volverás a tu siglo. Tampoco te espera nadie así que...
-¿Y cómo piensas volver tú?
-La verdad, me la trae al pairo –respondió él-. Asumí mi muerte, no tengo problema. Y menos ahora que el universo me ha dado el regalo que siempre deseé: acabar con mi primita favorita.
-Ah, bueno, entonces adelante, ¡mátame! –exclamó ella elevando el tono- Será divertido que te quedes atrapado eternamente en un bucle espacio-temporal. Perderás la última hebra de cordura que te queda, desearás haberte podrido en Azkaban.
-Podré asumirlo: tendré la imagen de tu cadáver para alegrarme en los momentos tristes. Y la de tu patético Voldemort, es evidente que si estás en este siglo es porque estás ejecutando alguna misión para él. ¿Qué se le ha perdido en el mundo muggle del siglo XIX? ¿La verdad sobre su pobre estatus de sangre, tal vez?
Bellatrix no cedió a la provocación. Claro que le afectaba que hablaran mal de su Señor (aunque estuviera en esa situación por su culpa), pero no podía cometer otro error. Iba a morir a manos de su más odiado familiar gracias a Voldemort. Así que simplemente sonrió y respondió con lentitud y firmeza en la voz:
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Quédate conmigo
FanfictionVoldemort manda a Bellatrix a una desagradable misión a la época victoriana. Por si sus problemas fueran pocos, pronto se cruza en su vida Eleanor Lovett, una pastelera envuelta en sus propios demonios que amenazan con destruirlas a ambas.