Capítulo 28

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Cuando Sirius recuperó la consciencia ya empezaba a anochecer. Estaba en la cama que había ocupado los últimos meses. Le dolía ligeramente la cabeza, pero se la palpó y no tenía ninguna herida. Seguramente Bellatrix le había curado... Se incorporó de un salto al pensar que le habían abandonado en aquel siglo. Escuchó sus voces en el piso de abajo y suspiró aliviado. Observó que sobre la mesa seguía la botella de ginebra... completamente vacía. Mientras bajaba las escaleras bastante mareado, notó en su boca un regusto amargo. Lo comprendió de inmediato:

-¡Me has hecho beber estando desmayado! –protestó en cuanto encontró a su prima- ¡¿Y si no me muero nunca?! ¡Es agobiante, yo no quiero vivir para siempre!

-Cálmate –le ordenó la bruja que estaba ayudando a Nellie a hacer la maleta-. Como bien has señalado, hay pocas posibilidades de que sobrevivas al viaje. Y además, un avada y al camposanto otra vez. Pídemelo cuando quieras y te volveré a matar encantada.

Sirius relinchó y le apuntó con su varita. Bellatrix le ignoró y volvió a centrarse en organizar el bolso de Nellie que había encantado para que tampoco tuviera fondo. El mago iba a maldecirla de nuevo, pero entonces vio la felicidad de la muggle. Sus ojos brillaban con una mezcla de alegría y esperanza y en su boca se dibujaba una sonrisa que parecía incapaz de borrar. Sí, su muerte era más que posible, pero ahora había una posibilidad de que no fuese así. Y a Nellie le bastaba con eso.

-¿Tú no tienes equipaje? –le preguntó la pastelera alegremente- Trae lo que tengas y lo metemos en mi bolso, ¡ahora cabe to! Date prisa, vamos pillaos de tiempo.

Sirius asintió desconcertado y subió a buscar las pocas pertenencias a las que les había cogido cariño durante aquellos meses. Estaba doblando el jersey que Bellatrix le regaló por Navidad cuando apareció la susodicha. El animago la miró con dureza y ella le sostuvo la mirada. Al final, el mago suspiró. Probablemente en su situación él hubiese hecho lo mismo: si hubiese podido salvar a James, también se hubiese arriesgado a engañar a la Magia. Pero obviamente no lo iba a reconocer.

-Sé que estás cabreado, siento haberte hecho beber sin tu consentimiento pero... -empezó la mortífaga- Nunca creí que diría esto, pero me angustia volver a un tiempo en el que tú no estás porque yo te maté.

Por primera vez, el animago no supo cómo reaccionar. Pero como la confesión avergonzaba a la bruja, ella misma se apresuró a cambiar de tema:

-No tenemos tiempo, Sirius, necesito explicarte el plan. Probablemente no llegues a completar el viaje porque ya no perteneces a ese tiempo, pero si sucediera, necesito tu ayuda.

Su primo iba a protestar y a replicar, pero simplemente asintió. Las últimas horas habían sido una locura descomunal, nada tenía sentido, así que ¿qué importaba ya?

-¿Con qué?

-Si todo fuese bien, si los tres llegásemos a 1998... -empezó la morena- Obviamente no puedo aparecer con una muggle ante Voldemort... Necesito saber que tú te quedarás con ella, que la protegerás hasta que pueda ir a buscarla. Sé que estamos en bandos opuestos, pero...

-Sí, lo entiendo –la cortó él-, la mantendré a salvo pero ¿para qué? ¿Para tener que contarle que has muerto en la guerra?

-No. Desertaré. En cuanto pueda, me escaparé de Voldemort y huiré con ella a otro país.

-¿Y dónde queda lo de ser una guerrera ante todo? –inquirió su primo.

-Lo soy. Soy una guerrera cuya prioridad ha sido siempre proteger al amor de su vida. Y ahora esa es Nellie –explicó la bruja-. Supongo que tardaré un par de días desde que lleguemos, podemos quedar en el mundo muggle, en Fleet Street. Te enviaré una lechuza con la hora y el lugar.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora