-Podríamos decorar esto por Navidad. Quedaría más alegre, ¿no? –comentó Sirius cuando entraron en diciembre.
-No sé, nunca lo he hecho... -respondió la pastelera dudosa.
-¿Y por qué no? Si logramos decorar Grimmauld Place no habrá problema con esta tienda...
Habían hablado de sus vidas. Ella le había contado cosas del barbero, de sus citas con Bellatrix, de su sueño de vivir junto al mar... Y él le habló de Grimmauld Place, de los merodeadores y de la familia Black. Así que estaban bastante al día.
-¿Es otra de tus excusas para que Bella te devuelva la varita?
-No... -contestó Sirius- Bueno, sí. Pero como sé que no funcionará, creo que podremos hacerlo sin magia también.
-Vale, puede ser divertido. Podemos ir esta tarde a comprar adornos, yo no tengo na, aquí nunca ha habido nada que celebrar... El mercadillo de Kew Gardens es muy bonito, podemos ir a ese.
Ambos estuvieron de acuerdo. Como habían pasado varios meses desde el incidente con los carteles de Azkaban y nada había sucedido, los Black salían con más libertad. Además, era invierno y hacía frío: entre gruesos abrigos, sombreros y bufandas no los hubiese distinguido ni su familia. También oscurecía muy temprano y la gente caminaba siempre con prisa, nadie se fijaba en ellos. Aquella libertad disminuía un poco la tensión entre los primos, pero no la eliminaba.
Bellatrix había intentado echar a Sirius varias veces pero él le recordaba que no tenía a dónde ir. Y que no sabían por qué la Magia le había aparecido ahí, no podían arriesgarse. A regañadientes la bruja se resignaba. Nellie se llevaba bien con Sirius, era irascible, arrogante y algo infantil: igual que Bellatrix. Le ayudaba mucho en la pastelería, se reían juntos y Sirius le partía la cara a cualquier cliente borracho que intentara pasarse con ella. Por eso había intentado propiciar un acercamiento entre ambos Black, pero de momento sin éxito.
Ese día Bellatrix terminó de trabajar antes de que cerrara la pastelería y bajó a ver a su novia. Sirius estaba despachando a los últimos clientes en la terraza mientras Nellie limpiaba el mostrador.
-Toma, Nell –murmuró la morena tendiéndole una botella-. Un cliente me ha traído dos botellas de coñac, quédatelas tú que en mi piso ya no caben más.
-Uy qué bien –respondió la muggle alegremente-, ¡muchas gracias!
Guardó la botella y comentó:
-Qué bien que estés aquí, ¿te apetece venir al mercado navideño de Kew Gardens a comprar adornos? Es muy bonito y así despejas el coco tras todo el día metiéndote en la cabeza de otros.
Bellatrix sacudió la cabeza, sonrió y aceptó. En ese momento Sirius entró a la tienda y murmuró: "Subo a por mi abrigo y bajo". La sonrisa de la slytherin se borró al instante.
-Olvídalo. Si va él yo no voy.
-Claro que viene, ha sido idea suya, vamos los tres.
-Paso –respondió la morena haciendo ademán de marcharse.
-Da igual, ve con ella –le indicó Sirius a Nellie-, prefiero cortarme las venas con un plátano que ir con ella a ninguna parte. Ya tengo de sobra con fingir felicidad en la iglesia siendo el marido de una...
-¡Ni que tu compañía fuese agradable! –le espetó la bruja- ¡Qué alegría estar casada con un convicto trastornado cuya edad mental no avanzó de los diez años!
-¿Hablas de ti o de mí? –replicó él al instante- Porque...
-¡BASTA! –gritó Nellie- ¡BASTA YA, ME TENÉIS HARTA CON ESTO! ¿¡No podéis comportaros como adultos civilizaos ni un puñetero día!?
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Quédate conmigo
Fiksi PenggemarVoldemort manda a Bellatrix a una desagradable misión a la época victoriana. Por si sus problemas fueran pocos, pronto se cruza en su vida Eleanor Lovett, una pastelera envuelta en sus propios demonios que amenazan con destruirlas a ambas.