Leigheas

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Autor: Helindir.

Diamhair miró extrañada a Uaine

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Diamhair miró extrañada a Uaine. No comprendía del todo por que se alejaba. Luego miró levemente a Severus. Aquel mago de energía como cascada que a cada momento invadía más su corazón.

Ella iba a decir algo, pero sintió algo extraño en su pecho, e inmediatamente, su Siol Dagda brilló debajo de su ropa. No sabia que hacer, por lo que busco a su líder con la mirada.

- Deja expuesta tu Siol Dagda- Dijo Uaine, con una suave sonrisa paternal.

La elfa no dudó y abrió su camisa, dejando a la vista aquella gema que se iluminaba encantadoramente, con reflejos entre azul y verde.

- Uaine...- Susurró Diam- ¿Es...?

- Exacto.

La semilla cayó de su pecho, directo al suelo, donde se enterró por si sola, como desesperada por germinar.

- Llámalo- Dijo el elfo.

- ¿Llamarlo?- Preguntó la híbrida.

- Para que tu Guía del Destino germine, debes llamarlo.

Diamhair miró al suelo, donde veía el hueco en la tierra oscura.

- Dámh Crann...- Dijo ella con firmeza.

Por varios segundos nada ocurrió, pero pronto un temblor tambaleó a todos. Ron cayó de espaldas mientras que los otros magos se sujetaban entre ellos. La sacudida era muy fuerte, lo suficiente como para obligar a todos a quedarse arrodillados en el suelo. Con excepción de los dos Galos, quienes estaban de pie, firmes.

Todo temblaba frenéticamente, y los árboles del lugar comenzaron a ser arrastrados. Era como si la tierra se desplazara, con todo lo que hubiese encima, igual que una cinta transportadora. También alejaba a los magos, que comenzaron a notar como se creaba un claro bastante amplio.

El suelo dejó de moverse, permitiéndole a todos pararse.

- ¿Qué rayos esta pasando?- Protestó Moody.

Antes que cualquiera pudiese conjeturar algo, del centro del claro, un retoño salió rápidamente, creciendo a una manera vertiginosa, aumentando el tamaño de su tronco y creando ramas que huían hacia el cielo.

Sus hojas empezaron a aparecer, de una tonalidad verde azulado y su tronco rugoso tenia un color casi negro. Parecía un roble, y en pocos segundos era incluso más alto que la mayoría de los árboles del bosque prohibido. Desde las ramas bajas caían unos finos gajos, como un sauce, hasta casi tocar la tierra.

- No conozco esa especie- Susurró Neville.

- Es por que no es un árbol- Dijo Dumbledore- Es un Dámh Crann.

- No puedo creerlo...- Susurró a penas Diam, mirando el inmenso, vigoroso y bello ser vivo que de la nada había surgido de su Siol Dagda.

- Él tiene un nombre- Dijo Uaine, poniéndole una mano en su hombro- Mientras no lo llames, no te reconocerá. Piénsalo. Sabes como se llama...

- ¡Leigheas!- Gritó la elfa, sonriendo.

Un extraño sonido, muy grave, como un trozo de madera expandiéndose lentamente, llenó el aire.

- ¿Qué dijo?- Preguntó Snape, junto al director.

- El nombre de su Guía del Destino- Respondió el anciano- Esa palabra significa curación.

- ¡Leigheas! ¡Haz algo!- Le pidió ella.

Otro sonido salio del árbol, aun más fuerte y constante, mientras varias pesadas lianas salían del suelo. Los troncos caídos fueron sujetados con fuerza y colocados en su sitio, al tiempo que unas enredaderas de hojas redondas cubrían aquellas roturas en la madera y las soldaban con un líquido ligeramente azul.

Poco a poco, los árboles moribundos se revitalizaban. Se notaba en sus hojas, antes caídas, que ahora se veían fuertes.

El suelo se pobló de una fina hierba ligeramente azul y se decoró casualmente por unas pequeñas flores celestes, mientras que el enorme árbol sacaba unos bulbos, que se abrieron en forma de claveles de un azul muy intenso.

Los animales también fueron cubiertos por enredaderas y savia durante varios segundos, para luego soltarlos. El unicornio, al igual que los demás, se puso lentamente de pie, totalmente curado.

Diamhair no podía creerlo, del mismo modo que los magos. Aquel inmenso árbol, se llamaba igual que su don, la curación.

Severus la vio, sonriendo aliviada, con las mejillas húmedas por esas lágrimas de felicidad, y extrañamente se sintió feliz por ella. La pobre elfa había hecho mucho y sufrido demasiado, por lo que ese milagro élfico, se lo merecía.

Los animales se acercaron, agradeciéndole para luego alejarse un poco.

Leigheas emitió otro sonido, corto y más agudo, al tiempo que extendía una de sus delgadas ramas caídas hacia su antigua portadora. El enorme vegetal colocó algo en su pecho, allí donde antes había estado y que se selló al instante: un trozo de cuarzo. Al mismo tiempo, en medio de su tronco, el Dámh Crann dejó al descubierto la semilla.

- Ahora estas ligado a él- Dijo el líder Galo- Para siempre.

Diam sonrió, tomando la rama con su mano, la cual se entrelazó entre sus dedos, como un saludo.

Ella se dio un momento para tranquilizarse y luego se dirigió al mago de barba blanca, a paso lento.

- Si no me hubieses mandado a llamar, jamás hubiera venido a ayudarlos- La elfa tomó su mano- Y jamás hubiese logrado tener a mi Dámh Crann, el orgullo máximo en mi pueblo. Gracias...

- De nada Diam... Me alegro que todo haya terminado así. Y si bien tengo que reprocharte tú extravagante y caótico modo de hacer las cosas... Funcionó. Debido a eso, ahora tenemos paz, así que también debemos agradecértelo. ¿O no muchachos?

La mayoría afirmó eso, con pequeños comentarios llenos de buena energía.

En aquel trozo de bosque, un grupo de magos permanecían de pie sobre un campo azul, dominado por un imponente árbol mágico, dos elfos y un montón de mortífagos aun dormidos entre las lianas que los sujetaban.

Ádhmharaighe | SSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora