Presencia de tonalidad verde

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Autor: Helindir.

Severus salía del despacho del director, luego de la extensa reunión en donde su ya obsoleto papel doble había sido explicado y analizado en detalle

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Severus salía del despacho del director, luego de la extensa reunión en donde su ya obsoleto papel doble había sido explicado y analizado en detalle. Caminaba pensativo, no muy rápido y apartando a jóvenes estudiantes a punta de mirada.

El tumulto de algunos alumnos y las pocas cosas que alcanzo a oír, fueron suficientes como para completar de llamar su atención. Se dirigió a donde la mayoría veía y encontró a la elfa híbrida, en uno de los patios internos, sentada en el suelo cerca de una pared y leyendo concentradamente un grueso libro de tapa verde bajo el débil sol de la mañana.

Aun con el invierno llegando, varios metros junto a ella, la hierba crecía vigorosamente, como si la sola energía elfica representara la plena primavera para el césped. Incluso algunas pequeñas flores amarillas brotaban tímidamente, inclinándose hacia Diamhair, junto con algunas enredaderas que se prendían a su ropa y piernas.

El pocionista también vio una liebre marrón, recostada entre sus delgadas piernas, una ardilla gris a un lado y un par de aves, una de ellas, de un tenue azul, posada en su cabeza.

Las criaturas no se inmutaban ante la presencia de alumnos que se acercaban un poco para ver aquello y mucho menos cuando la mujer de pelo de tonos de amarillo, pasaba lentamente la hoja de su libro.

Alastor, que caminaba por los pasillos, pronto vio el suceso y se aproximó a Snape, que analizaba el hecho.

- Por lo menos estamos seguros de algo- Siseó Severus cuando noto a Moody parado a su lado.

- ¿De que?- Indagó Alastor, mirándolo.

- De que, por lo menos, no es peligrosa para la naturaleza, sino esos animales jamás se hubiesen acercado- Respondió el ex mortífago.

- ¿Crees que será tan benéfica para nosotros?

- Lo dudo... Ya sabes como son esos... naturistas ecológicos... Aman todo lo que sea natural y sin la facultad de defenderse por si mismos.

- Y nosotros no solo no somos naturales, sino que podemos defendernos... Entiendo el punto- Pensó el auror- Aun peor, por nuestra culpa lo que aman, esta muriendo.

- Yo no me haré responsable de sus problemas- Siseó el pocionista- No quieras venderme la idea de que todo lo que le pasa al mundo, indirectamente es culpa mía.

- No, no pienso convencerte de algo que no creo... Pero hay que convencerla a ella...

- Ese es problema de Dumbledore...

- Veo que no te agrada en absoluto- Rió Moody.

- ¿No es obvio?- Severus arqueó una ceja antes de retomar su camino.

En su trayecto hacia su despacho, el mago de ojos negros y piel pálida alcanzo a oír el inicio de los rumores entre los alumnos. Muchos elogiaban su presencia y su naturaleza, embelezados por la maravilla de una raza como tal, otros dudaban y unos menos detestaban su aparición, considerándola otra de las pestes que pisaban el colegio, traída por un director que no debería seguir en su puesto.

Él simplemente oyó todo, pero en parte ignoró todo aquello. Lo cierto es que desde que había descubierto su esencia elfina, tan fuertemente oculta, no estaba seguro de nada respecto a ella. Y debido a eso, no podía llegar a una conclusión que le permitiera elegir una postura fija respecto a la híbrida. Por un lado le caía mal. Era una obviedad para él. Su forma de ser, tan fastidiosamente agresiva y arrogante, lo molestaba. Aunque no quería reconocer que era una forma de ser muy similar a aquella que veía en su espejo cada mañana. Era una versión de él, con agregados.

Por otro lado, había algo que impedía odiarla con cada fibra de su alma. Y era ahí donde entraba esa sutil alma de elfa bondadosa que parecía no querer mostrar. Al fin de cuentas, él no era un monstruo, y no podría odiar algo que de por si es bueno, aunque en Diamhair, ese algo estuviera reducido a casi nada.

Severus, ya dentro de su espacio tranquilo y silencioso, comenzó a pensar. Por alguna razón, había muchos magos quizás más amables que ella, pero que aun así, detestaba más que a la elfa. Era por eso que sabía que algo no encajaba.

"De acuerdo..." Pensó Snape sentado en su sillón "¿Por qué razón tengo esta inquietud en mi interior? ¿Qué anda mal? No comprendo... Tendré que vigilar de cerca de esa elfa... No por nada estoy intranquilo..."

No solo era eso. El hecho de estar pensando tanto en la desconocida de raza también lo alteraba. Era él. No podía estar tan concentrado en algo de ese nivel.

La tarde había transcurrido con relativa tranquilidad. Las clases se dictaban con la poca normalidad que se podría esperar en una época como esa, mientras los comentarios de la presencia de la elfa y la noticia del verdadero papel de Severus llenaban la boca de todos los alumnos. Alguien había hablado y el chisme se había esparcido como peste negra. El pocionista ahora era visto con otros ojos. Además del típico temor a un mago temible como él, se le sumaba ese heroísmo martirizado que había ocultado por años y que lo volvían algo así como un guardián mezclado con mortífago, que no dejaba de ser admirable y espantoso.

Todos habían notado a Diamhair recorriendo los pasillos con pasos sordos y ya había sido "presentada" en el almuerzo, aunque brillaba por su ausencia. Ella parecía no ser partícipe de una relación con magos de ningún tipo, casi como Snape.

Muchos hablaban de sus cualidades de raza y los rumores sobre ella crecían a medida que pasaba el día. Verla seguida de liebres y aves, mientras las plantas crecían a su paso, era un fenómeno digno de analizar, y el hecho de acercarse al sauce boxeador y que este, además de no atacarla, se hubiese inclinado suavemente hacia ella, era aun mas.

Era algo muy extraño. Ese árbol mágico solo era controlable con magia. Que pareciera tranquilizarse ante su presencia y que se meciera imperceptiblemente mientras la tocaba delicadamente con sus hojas demostraba que Diamhair era realmente hábil con esa clase de seres vivos verdes y lentos.

Hasta el momento, ella aparentaba funcionar positivamente para el colegio, pero que tan solo hubiese pasado medio día desde su llegada, tampoco era indicio de nada en concreto. La verdad se vería con el transcurrir de los días y en ese momento se pondría en prueba la lealtad y utilidad de la híbrida.

Mientras tanto, la mayoría de los alumnos gozaban de una esperanzadora y tenue noción de seguridad.

Los profesores no sentían lo mismo y Dumbledore aun analizaba que darle en modo de agradecimiento por sus supuestos servicios. Y no sabia que. Era tiempo de arriesgarse y preguntarle al dragón oculto en traje de elfa, que quería.

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