Capítulo 9

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ÁMBAR

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ÁMBAR

—Te gusta —insiste Luna por vez diez mil desde que salimos de casa.

—Qué pesada, ¡que no! No me gusta, somos amigos —aseguro mientras le respondo un mensaje a Renzo con un sticker de un gato tapado con una manta.

—No despegas la cara del celular, ni quitas la sonrisa de tu rostro, ¿qué me dirás? ¿Qué hablas con León?

—No, estoy hablando con Renzo, pero sonrío porque me agrada, no porque...

—Esta historia es repetida, ¿sabes? Yo fui la protagonista, también estaba ciega como tú, y tú me abriste los ojos...

No es lo mismo, obvio que no. Stéfano y ella eran amigos desde que nacieron, se amaron desde siempre y todos lo vimos. A Renzo acabo de conocerlo, hay algo de él que me hace sentir alegre, tenemos una especie de complicidad que ya he tenido con otras personas, de mi familia por lo general, solo es que... lo siento cercano y ya, pero no tengo deseos de seducirlo o de que me mire diferente, yo me doy cuenta cuando alguien me gusta, y este no es el caso.

—Ahí lo dejas en evidencia, ¿ves? Estás proyectando, lo extrañas a Stéfano y ves su historia por todas partes.

Ella decide ignorar la mención a mi primo y sigue con su reclamo.

—Vinimos al bendito vivero, al que me estás fastidiando para venir hace semanas, y no has mirado ni una sola flor.

—Ya —asumo metiendo el celular en mi bolsillo—, tienes razón, me distraje, es que me hace olvidar de lo otro...

—"Lo otro" tiene nombre —ironiza Luna mientras sujeta una maceta en su mano y la estira hacia mí—. Se llama León y hace un mes que no hablas con él.

—Lo extraño... —confieso soltando un suspiro.

Una planta que está en una gran maceta llama mi atención, sus flores son amarillas, y las hojas son enormes.

—La amo —manifiesto de inmediato.

—Es rara —duda Luna—, las hojas son demasiado grandes para las flores.

—Disculpe, señor —llamo la atención del vendedor ignorando por completo la crítica de mi hermana—. ¿Cómo se llama esta?

—Es un hibisco marítimo, ahora es pequeño, pero puede llegar a crecer hasta diez metros.

Me volteo hacia Luna, pensando la situación y viendo posibilidades.

—¿Crees que el tío Noah me deje ponerlo en el jardín?

—¿En su diseño arquitectónico perfectamente estructurado? —inquiere levantando las cejas, descreída— Tal vez, si le pones ojos de cachorrito abandonado al borde de la carretera.

Por una palabra [PR #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora