#17

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Pasar sus días en el patio del medio de Hogwarts era común para Lumini. Ese era su lugar especial cuando estaba sola, y solía pasar allí la mayor parte del tiempo en que Jovvian tenía clases sin ella. Hasta tenía un asiento especial, justo en la esquina, con el que siempre podía confiar en estar desocupado y esperando por ella.

Podía no ser el lugar más cómodo en todo Hogwarts, especialmente porque su pequeña banca estaba colocada en un lugar estratégico donde, durante verano, los rayos del sol caían en ella y la hacían hervir; durante invierno, su pequeña banca era la víctima de la nieve que caía desde el techo de la escuela, que por alguna razón estaba inclinado justo en esa posición; y claro que su infierno era igual de grande cuando eran épocas de lluvia.

Pero Lumini conocía aquél dicho, sobre que los problemas son los que construyen la personalidad, y se lo había tomado tan a pecho que terminó por aprenderse todos los hechizos climáticos que logró encontrar. Así era como lograba mantener su pequeña banca completamente seca y a una temperatura que no hiciera quemar su trasero. Y lo más importante, la mantenía fuera del uso del resto de alumnos de Hogwarts.

 Había sido así al menos desde segundo año. En todos esos años, ni siquiera Jovvian pisaba la triste maleza que lo rodeaba. Era su espacio seguro para estar en tranquilad, calma y soledad.

Justamente por eso se preguntaba cómo se habían atrevido aquellos dos chicos a romper con su rutina y tomar asiento a su alrededor, con excusas basuras sobre querer pasar tiempo con ella, cuando sabía bien que lo único que buscaban era alterar su preciado tiempo sola.

 Al principio, con lo único que tenía que convivir era la insistente mirada de Theodore desde el otro lado del patio. Pronto, a esa mirada se le sumó la de Riley, que parecía haber vuelto a ella como una mascota maltratada a la que se le mostraba compasión por primera vez en mucho tiempo. Y pudo haberse quedado solo en un par de miradas que le hacían sentir incómoda cada vez que se percataba de ellas, pero aquel día en que a Jovvian le tocaba alquimia y Lumini no tenía nada que hacer, se había encontrado con la sorpresa de que los dos chicos habían abandonado el lado contrario del patio para dirigirse directamente a su espacio, en donde ilusamente usaban un incendio para derretir la nieve en el banco.

 Lo peor es que no solo habían tenido la audacia de invadir su lugar, sino que también habían optado por pedirle que les enseñara sus hechizos para mantener el lugar bonito. No iba a negar que consideró por mucho tiempo enseñarles cómo hacer un Avada en vez, para que la próxima vez que intentaran tocar su lugar terminaran maldiciéndose el uno al otro, pero otra parte de ella le decía que debía mantener un ojo bien fijo en ellos.

 Tal vez no confiaba del todo en cualquiera que supiera ese secreto, y por eso decidía mantenerlos alrededor.

 Theodore nunca era un problema realmente, pues solo se sentaba contra el árbol más cercano y leía un libro en completo silencio y calma; le molestaba mucho no poder decir lo mismo de Riley. El rubio parecía decidido a hablar de todo lo que no habían hablado en los últimos dos años, y no había nada que molestara más a Lumini que el hecho de que el chico quisiera ignorar las desgracias que habían vivido.

 Pero no podía hacer nada al respecto, después de todo, no tenía el corazón para echarlo. Desde el momento que tuvo que curar sus heridas y ver que la situación le afectaba tanto o incluso más que ella, cada vez que lo veía solo podía ver al pequeño niño rubio que había tomado todo el valor del mundo para preguntar si podía entrar en su compartimiento hace tantos años. Nada había cambiado desde su primer encuentro en el tren, Riley seguía siendo un niño perdido y asustado, Lumini seguía estando nerviosa por lo que pasaría luego... y Jovvian continuaba siendo ese niño brillante y relajado.

Una más Weasley y te juro... (Fred Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora