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Gretchsheer Manor. 1996. 

  Lumini se cuestionaba cuándo había sido la última vez que se había sentido de esa manera.

 Observando sus propios pies alzados mientras estaba recostada en su cama lanzaba a su cabeza la respuesta correcta. Recordaba haber vivido por una situación tan parecida que le hacía sentir veinte déjà vus al día, y al mismo tiempo le hacía tener un revoltijo en el estómago.

 El primer verano luego de que Fred Weasley se hubiese convertido en su novio.

 Claro que en ese momento el vacío que sentía era por tener que separarse durante tres meses de aquella persona a la que había empezado a amoldarse, mientras que ahora debía hacerse a la idea de que había que desamoldarse de todo lo que conocía y volverse tan recta como el tiempo lo ameritaba.

 Durante el verano pasado al menos tenía la ilusión de que todo terminaría en dos meses, mientras ahora sabía que todo recién comenzaría. Y lo haría de la peor manera posible, asistiendo a la fiesta de terminación de las vacaciones aunque ella no tuviese ningún plan para cuando estas terminasen.

  Ni siquiera podía reírse de la ridícula situación, pues no tenía con quién.

 Su madre había cortado la circulación de sus cartas, y lo único que había leído en todo ese tiempo había sido una triste y solitaria nota de Theodore incitándola a conseguir una copia de El Profeta con urgencia. Pero la nota había sido completamente inútil considerando que los mismos compañeros de trabajo de su padre habían tenido la gentileza de comunicarles el infame contenido del periódico antes de que saliera.

 Y aunque la noticia del ex director en jefe de El Profeta siendo enviado a Azkaban seguro había causado un gran revuelo, el nombre de su padre solo era uno más en la lista de personas acusadas de atentar contra el ministerio a favor del Señor Tenebroso. Pero como si fuera poco, la paranoia de que la fiesta a la que irían se convirtiese en una redada del ministerio crecía cada vez más en ella.

 Había pasado un tiempo preguntándose qué estaría pensando Jovvian de ella en esos momentos, en si sus cartas también habían sido interceptadas por su madre o si su amigo por fin había caído en cuenta de que su compañía no causaba más que problemas. Pero por más preocupada que estaba, tal vez nunca tendría una respuesta a sus dudas.

 Por otra parte, también se preguntaba si la razón por la que su madre había decidido no admitir cartas seguía mandándolas. Aún recordaba el disgusto que aquella malhumorada lechuza había causado en su madre cuando llegó y comenzó a volar círculos alrededor del salón principal, pero no se comparaba a cuando un elfo logró arrebatar la carta del pico del ave y se la entregó.

 La mujer solo tuvo que echar un vistazo al nombre de quién la había escrito y a quién iba dirigida, y en poco segundos Lumini recibiría el discurso más largo acerca de lo importante que era conservar lo poco bueno que le quedaba a su apellido, aún más considerando las circunstancias especiales. Pero Lumini estaba tan harta de las circunstancias especiales como lo estaba de la censura a la que su familia la forzaban.

 Al menos le reconfortaba saber que Fred seguía tan insistente en hacerle saber de su vida como siempre lo había estado, y al mismo tiempo la mortificaba que el chico pudiese estar pensando que lo ignoraba.

 Estaba segura de para el final de la noche Theodore acabaría rogándole que dejara de hablar del pelirrojo, pero mientras ponía un pie en el lugar de la velada, el chico parecía más que extasiado por verla llegar. Usualmente ambos pretenderían llevarse lo suficientemente bien como para saludarse con emoción, sin embargo la urgencia que el chico tenía por arrastrarla hacia un lugar alejado del resto contrastó con su demostración de amistad.

Una más Weasley y te juro... (Fred Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora