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Salida del Callejón Knockturn. 1996.

— Repíteme, ¿cómo esto va a ayudarnos en algo?

— Solo somos tus padres, llevándote a comprar las cosas para tu primer día de clases— explicó Lumini, esquivando a todas las personas que intentaban esconderse mientras entraban al callejón de mala fama.

— Mi madre está muerta y mi padre está siendo torturado a cada minuto, planeo que las cosas continúen así— bufó el chico, sintiendo la necesidad de esconder su identidad igual que la gente a su alrededor, pero sabiendo que ya no tenía sentido. Un Nott saliendo del Callejón Knockturn tendría tanta sorpresa como si saliera con su antebrazo a la vista, era solo algo esperable.— Ni siquiera he comprado ninguna de las cosas que necesito aún.

— Pero conseguiste ese bonito cuaderno, ¿no?— Riley intentó seguirles el paso a los otros, fallando en hacer que se detuvieran a pesar de tener que gritarles para hablar.

— Es un cuaderno maldito, Riley. Tengo la sospecha de que necesitaré esconder varias cosas estando en Hogwarts.

— Ahí está, conseguiste algo que necesitabas— Lumini se detuvo justo antes de dar el paso que la separaba del Callejón Diagon.— Recuerden que somos ratas, podemos pasearnos libres y tranquilos por la mugre, pero ahora procuren ser nadie.

Como si fuera automático, los tres subieron sus capuchas y agacharon las cabezas al mismo tiempo, tomando la mayor anonimidad posible mientras las sombras dejaban de ocultarlos y el paisaje se volvía menos sombrío.

 Aunque a decir verdad, Lumini podía jurar que hasta el Callejón Knockturn parecía tener más vida que el famosísimo Callejón Diagon... claro, si no hubiese sido por la despampanante tienda de la que fuegos artificiales y ruidos de explosiones salían de lado a lado.

— No hay manera de que quieras hacerme entrar en ese lugar— murmuró Riley, mientras los tres se paraban justo frente a la tienda y alzaban la cabeza para ver el llamativo cartel de bienvenida.— "Sortilegios Weasley", más bien "Aparatos de tortura que probamos en Riley desde primero".

— ¿Saldremos de allí con el color natural de nuestro cabello?— Theodore apoyó las teorías de Riley, teniendo un buen conocimiento de lo que los gemelos podrían hacer.

— Hemos entrado en salas sabiendo que del otro lado de la puerta nos esperaban una serie de maldiciones imperdonables, podemos hacer esto— si Lumini intentaba convencerles a ellos o a ella misma era una duda que los tres tenían, pero después del primer paso no se permitieron dudar el segundo.

 Aunque si juzgaron demasiado la causa que les hacía vivir por esa situación.

Con un silbato sonando justo al lado de su oído, Riley dio un brinco hacia atrás, inconscientemente chocando a Theodore, quien a su vez, inconscientemente, chocó con una estantería llena de dentaduras hechizadas. Fue innecesaria la rapidez con la que ambos chicos se vieron encerrados entre los molestos aparatos del lugar.

 Pero Lumini consideró a su salida como su día libre, y no se preocupó por dar una segunda mirada hacia sus agitados secuaces. Era seguro que tenía cosas mucho más interesantes que mirar.

 Un gotero que lanzaba pequeñas cantidades de poción sobre el cabello de una muñeca, haciéndolo cambiar de color cada unos cuantos segundos; una cámara que obligaba a personas aleatorias a entrar en ella, para luego soltar una pequeña bomba fétida en su interior, seguida de un baño completo de la anti poción para eliminar cualquier olor antes de abrirse de nuevo y escoger su próxima víctima; una gran variedad de modelos de plumas que se volvían insectos apenas eran agarrados.

Una más Weasley y te juro... (Fred Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora