#16

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Biblioteca de Hogwarts. 1995.

 Lumini nunca había sentido la necesidad de arremeter contra Jovvian, pero mientras le oía repetir por milésima vez la teoría de su libro de DCAO tuvo la urgencia de darle un golpe tan muggle que terminaría con la pureza de su familia. Lo único que la detenía era la comprensión que tenía hacia su situación, pues ella también debía estar memorizando aquel capítulo, pero se había rendido hace tiempo y solo le quedaba esperar a que su amigo se rindiera también.

Estaba aburrida, y con tanto tiempo para pensar, su concentración estaba dirigida a buscar algo a lo que maldecir. El pensamiento del momento se basaba en la falta de atención que recibía por parte de su novio desde hace semanas.

 Hasta ahora, cada vez que había estado enojada con Fred se debía a lo molesto que el chico podía llegar a ser, ya fuera por intentar hacerle bromas o por su insistencia en formar parte de su vida a cada segundo. Desde el comienzo de su relación, solo se había sentido así de sola cuando estaba encerrada en su sala común.

Al parecer, el último año escolar los mantenía lo suficientemente ocupados como para no tener tiempo para el otro, pero mientras Lumini se pasaba todo su tiempo libre estudiando, no tenía idea de en donde se encontraba su novio. Los días anteriores le había buscado por su sala común, solo para que un par de niños de segundo le dijeran que ambos gemelos habían salido hace horas; tampoco había logrado pasar tiempo con él durante la última salida a Hogsmeade, pues se había escapado antes de que pudiera sugerirle hacer algo.

Tal vez era para mejor, después de todo su plan para el año era pasar desapercibida, sin embargo, había pasado tanto tiempo pensando en excusas para todas las preguntas que Fred podría hacerle que el no usarlas se sentía inútil. Por otra parte, el sobrepensar su situación la volvía paranoica. ¿Acaso su relación tenía fecha de caducidad de un año?

— Luces como si fueras a llorar— se burló Jovvian, empujando a su amiga para cambiar su expresión.— A mí tampoco me agrada Umbridge, pero no es razón para renunciar a la vida así de fácil.

— ¿Recuerdas algo de lo que leímos?— cuestionó la chica, dejando su cabeza caer en su libro aún abierto.

— Odio tanto memorizar teoría— el chico siguió el ejemplo de su amiga, recostándose en la mesa mientras suspiraba lo suficientemente fuerte como para que la bibliotecaria lo reprendiera.— Unos chicos de sexto dijeron que Umbridge les bajó puntos por no recitar el libro con palabras exactas.

— ¿Podemos quejarnos de esto con alguien? ¿Quién demonios es esa mujer y por qué es tan importante en el ministerio?

— Solo podemos quejarnos con la almohada— bufó, haciendo un berrinche al empezar a juntar sus apuntes.— Deberíamos ir a hacer literalmente cualquier cosa que no sea estudiar.

— Que curioso... sugerí eso hace media hora y me llamaste irresponsable.

 Jovvian pasó por su lado golpeándole con su cuaderno, para luego dejar los libros en los estantes correctos y volver para obligarla a hacer lo mismo. El orgullo de Lumini hizo que se quejará en todo el camino de salida, pero estar fuera de la biblioteca se sintió como la primera vez que respiraba en la mañana.

— ¿Acaso es legal que debamos estudiar en nuestro tiempo libre?

— Mientras sea Umbridge quien controle la educación y también las leyes...— dejó la oración al aire, convencida de que las injusticias que sufrían eran obvias.

— Es increíble que nos esté haciendo esto.

 Pese a que Lumini le hubiese encantado oír el sin fin de razones por las cuales su amigo odiaba a su rosada profesora, su atención fue robada por los mechones pelirrojos que se empezaban a ver doblando la esquina. Y la sensación de no haber visto a su novio durante toda la semana volvía a apoderarse de ella, llenándola tanto del deseo de ir a saltar encima de él como el de ir a golpear su torpe rostro, pero estaba segura de que cualquier opción serviría para hacer que le prestara atención.

Una más Weasley y te juro... (Fred Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora