once: 𝑏𝑎𝑖𝑙𝑒 𝑦 𝑙𝑎𝑔𝑟𝑖𝑚𝑎𝑠

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El viernes llegó y con él el baile. En la mañana, las chicas fueron a desayunar como de costumbre.

—¿Ya tienen listos sus vestidos? —preguntó Ginny mientras bebía de su vaso.

—Yo ya —sonrió Luna.

—Ya y lo bueno es que no hay clases hoy y así tenemos todo el día para arreglarnos —dijo Astoria.

—Nos vamos a arreglar juntas ¿cierto? —inquirió Camille.

—Claro y así alguna de ustedes me ayuda a peinarme —habló Hermione.

—¡Yo! —exclamó Astoria— Yo las peino a todas, Daphne.

—No se los recomiendo. Mi hermana jala mucho el cabello, la última vez que me peino casi me deja calva.

Rió Ginny— ¿Es en serio?

—Claro que no —frunció el ceño— Daphne exagera.

—Bien, esperaré a que ellas lo comprueben por sí solas.

Las demás rieron y continuaron desayunando.

Minutos después, una lechuza de la escuela dejó caer una carta frente a Camille, la cual solamente se limitó a observarla.

—¿Es para ti, Cam? —preguntó Hermione.

La tomó entre sus manos y asintió— Es de mi mamá.

—¿Estás bien? —cuestionó Astoria al verla un poco afligida.

—Sí, iré a leerla al dormitorio —se levantó de su asiento— Las veo al rato.

Ginny asintió— Te vemos a las diecisiete horas en nuestra sala común.

—Claro, yo las busco.

Sus amigas sonrieron como respuesta y Camille salió del comedor, caminó hacia su dormitorio y, al llegar, se sentó en su cama a leer la carta que Andromeda le había mandado.

Mi amada hija,
No, cariño, no estoy molesta contigo; solamente me tengo que ir haciendo a la idea de que pronto serás una adulta y tengo que aprender a soltarte y eso lleva un proceso, pregúntaselo a Nymphadora. Te pido que por favor me comprendas, eres mi pequeña y te quiero proteger de todo y de todos, pero sé que eso ya no será posible en cierto momento.
Te extraño mucho y me alegra demasiado que ya mañana podré tenerte nuevamente en mis brazos y podremos platicar.
Disfruta tu baile, querida. Te lo mereces.

Con amor, tu madre.

Camille dobló la carta con los ojos cristalinos y la metió en el sobre.

Se limpió una pequeña lágrima que rodaba por su mejilla— Odio que siempre me pongas tan sensible, mamá.

Tomó un largo suspiro y sonrió para sí misma. Las palabras de su madre le había dado tanta calma.

Después de unos minutos tocaron la puerta del dormitorio.

Adelante.

Daphne entró y se sentó a un lado de Camille— ¿Estás bien?

Sí, solamente leía.

Cam, ¿lloraste? —preguntó mientras analizaba su rostro.

No, no. Solamente me entró algo al ojo.

the half-blood princess. #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora