treinta: 𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑏𝑒𝑟𝑡𝑖𝑧𝑜

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Después de todos aquellos afectuosos recibimientos que cada uno de los presentes en La Madriguera tuvieron con Camille, ella, Remus, Sirius y Molly Weasley tomaron asiento en los acogedores sillones de la pequeña sala de estar.

—Remus, ¿no gustas contarle a Mill la gran noticia? —preguntó Sirius una vez que la señora Weasley hubiera terminado de interrogar a Camille acerca de sus clases, estancia en Hogwarts y su familia, remarcando varias veces lo bonitos que sus ojos eran y que se parecían tanto a los de su madre.

Camille alzó ambas cejas con interés— ¿Noticia? ¿Qué noticia?

—Bueno, Cam, —comenzó Remus— tal parece que seré tu profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras el siguiente año.

Ella saltó sobre su asiento y se cubrió la boca con las manos— No puede ser, ¿es real? —su alegría era notoria. Ella sabía lo mucho que le costaba encontrar trabajo.

—Muy real.

—Vaya y yo que te consideraba como Santa Claus viéndote una vez al año y ahora te veré todos los días. —bromeó— Me alegro tanto por ti.

En ese momento, Fred entró por la puerta trasera con su cabello rojo radiante y su escoba al hombro.

—Cami, ¿quieres ver un típico partido de Quidditch entre los hermanos Weasley o prefieres quedarte en la conversación de adultos?

—Ve, linda —dijo la señora Weasley con una sonrisa y Fred regresó con sus hermanos.

Camille se levantó del sillón y se despidió de los presentes en la sala de estar.

Cuando salió al patio el brillante sol de verano golpeó su rostro haciéndola entrecerrar los ojos, colocó su mano sobre sus cejas y miró al cielo, en donde ya estaban sobre sus escobas los seis hermanos Weasley.

Fred, Charlie y Ginny eran un equipo y por otro lado, Bill, George y Ron eran otro, estaban cada uno en las posiciones correspondientes, preparados para empezar el juego.

Al ser pocos se habían dividido de manera práctica para poder tener un buen juego; un cazador: Ginny y Bill, un golpeador: los gemelos y un guardián: Ron y Charlie, por equipo, decidiendo omitir el puesto de buscador.

—¡Cuando quieras, Mione! —exclamó Ginny desde el aire.

Hermione se acercó a la caja que había en el piso y la abrió liberando a las dos Bludgers y la Quaffle y el juego empezó.

Los seis hermanos volaban de un lado para otro en sus escobas.

La mirada de Camille se centró en Fred, su cabello estaba más largo desde la última vez que lo vio en la escuela y llevaba una camiseta negra de Queen que le quedaba a la perfección a su torso. Se veía más atractivo de lo usual y más cuando sus brazos se flexionaban al batear la Bludger.

—¿Cómo has estado? —la voz de Hermione interrumpió el espectáculo mental que estaba teniendo en ese momento.

—Muy bien, Mione, ¿y tú? —entrelazó su brazo con el de su amiga y recargó su cabeza en su hombro— ¿Cuando llegaste?

—Anoche. —sonrió y dejó caer su cabeza sobre la de Camille— ¿Cómo estuvieron las vacaciones con los Malfoy?

—Bien, estuvo bien...

—¿Segura? ¿Por qué siento que hay algo que te tiene molesta? —frunció el ceño y ambas se reincorporaron.

—Cedric no me ha escrito —metió sus manos en los bolsillos traseros de sus jeans.

—¿Nada desde lo del beso? —inquirió ladeando su cabeza.

—Nada, ni una sola nota.

—Y tú tampoco le has escrito, ¿no es así? Pequeña orgullosa —se burló.

the half-blood princess. #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora