4. Nombre

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Nombre

Zeph

—Eres Breena, ¿no? — consulto para corroborar lo que me dijo Lyla, la pelinegra con la que la vi conversando hace dos días en el salón de Economía.

En realidad, sí sé su nombre. Quedó registrado en mi memoria, al igual que ella, el día que el profesor Pasquale, en Italiano, le dijo Brenda en lugar de Breena y ella saltó a corregirlo. Solo una persona como ella, con tanta personalidad como para cambiar su color de cabello cada semestre, es capaz de no dejar continuar al maestro con su clase hasta que la nombre correctamente.

Yo practiqué decirlo frente al espejo del baño durante la mañana, justo antes de bajar a desayunar.

—Sí.

—Y yo soy Sunny, un gusto.

La reconozco. Es la chica que no dejaba de ver una revista para pre adolescentes el lunes.

La rubia me extiende su mano. No me queda otra que estrechársela. Noto que queda conforme porque, tras ello, me sonríe y vuelve a los nuggets que tiene en su bandeja.

—¿Necesitabas...? — me consulta, dejando inconclusa su pregunta, mirándome a los ojos.

Okey, Zephyr, es hora de hablar.

—Lyla me comentó que están buscando gente que se ocupe de la decoración del baile. Yo... yo quiero sumarme.

En la última oración, los nervios me juegan algo en contra y termino tartamudeando, pero eso no evita que tanto ella como su amiga me entiendan. Noto como ambas se miran y sonríen. Es una buena señal, ¿no?

—¿Qué opinas de pompones blancos colgando del techo del gimnasio? — me dice la presentada Sunny mientras mira la figura de pollo que tiene en su mano y se la lleva a la boca. — Como nubes flotantes.

Pienso. No es una mala idea, pero...

—¿Por qué hacer un cielo nublado cuando los días despejados son los favoritos de casi todos? — propongo, aun sin saber si me han aceptado en el grupo o no. Solo espero no haber metido la pata por haber dado mi opinión.

Que viva la salida del sol.

Tengo la intención de agregar algo más, pero no llego a abrir mi boca porque la rubia lo hace antes.

—¿Ves, Bree? Esa sí es una buena idea — hace un ademán con su mano, señalándome. A continuación, agarra su mochila, que hasta ese momento descansaba en la silla continua, y me invita a sentarme allí. Esbozo una sonrisa y acepto el lugar, quedando a un brazo de distancia de la chica de cabello rosado y ojos brillantes, lo cual hace que mi corazón lata más acelerado contra mi pecho. — Bienvenido al equipo... ¿cómo te llamas?

—Zeph — respondo sin apartarle la vista a Breena, que ha sacado una hoja y un bolígrafo de su bolso y escribe algo que no llego a leer.

Invitación a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora