Invitación a volar

8. (Des)bloqueo

(Des)bloqueo

Bree

Le robo su teléfono.

Sobresaliendo de uno de los bolsillos de la campera que lleva puesta este mediodía, le quito el aparato, tomándolo desprevenido, y me adentro en el salón en donde está por comenzar la clase de Portugués.

Llego a mi banco, el tercero de los seis que hay en la fila del medio, abro mi paquete de patatas fritas, el mismo que Zeph consiguió de la máquina expendedora, y pico el contenido mientras trato de adivinar la contraseña de su móvil. Sonrío al descubrir que se trata de una numérica de cuatro dígitos, por lo que mis opciones se achican y van desde el 0000 hasta el 9999. No puede ser difícil, menos cuando él entra al aula y le pregunto:

—¿Cuándo es tu cumpleaños?

—Once de noviembre — se sienta en la fila izquierda, a la misma altura de mi banca, y me mira. Pruebo con la combinación 1111, pero es errónea. — ¿Me lo devuelves? — niego. — ¿Para qué lo quieres? No vas a poder....

—¿En qué año naciste? — hablo interrumpiéndolo.

—Comienzo de siglo.

Pruebo. Error otra vez. Me quedan tres tiros. Pienso.

—¿Cuál es tu número favorito?

—El veinte.

—¿Y eso? — curioseo mientras tecleo la pantalla con mis dedos llenos de sal.

—Porque lo lleva mi jugador favorito de basquetball.

Buena respuesta. Mala combinación. 2020 tampoco me permite entrar. Mierda. Dos intentos.

—¿Quién es?

—Manu Ginóbili. Juega en mi equipo, San Antonio Spurs.

Yo no tengo idea de equipos ni jugadores de basquetball. Mejor dicho, no entiendo nada de ningún deporte que tenga balones de por medio, pero le asiento con mi cabeza mientras pienso.

—¿En qué año nació? — vuelvo a inquirir.

—1977.

Error.

Suspiro resignada. No se me ocurren más ideas, a menos que...

—¿Qué día? — consulto con mis ilusiones renovadas.

—Veintiocho de julio.

Dos. Ocho. Cero. Siete.

Cruzo los dedos de mi mano derecha rogando por que esa sea la clave mientras mi índice izquierdo viaja a pulsar el botón de OK, pero nunca llega a hacerlo.