45. Libre miedo

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Libre miedo

Bree

Mientras mi mejor amiga se ocupa de cubrir todos los espacios como corresponde, yo permanezco inmóvil, reflexionando acerca de la vida misma. De la mía, precisamente.

El fin está a nada de llegar, a solo unas semanas apenas. En dos meses, mi época escolar escribirá su punto final. Acabaré la secundaria y los tantos años que pasé rodeada de casilleros, de clases interminables y pesadas como entretenidas por igual, de profesores que buscaban hundir el barco y otros que ayudaban a mantenerlo a flote para andar en el mar de la vida, y más, quedarán en el pasado, como la historia de un libro al que le quedan unas pocas páginas para alcanzar el tan ansiado desenlace. Después de todo, serán doce los años de estudio concluidos.

Pienso en si disfruté de todo este camino transitado, en si estoy haciéndolo a tan pocos kilómetros de que nos dividamos y cada uno siga con el suyo. Siento que sí lo hice, que sí lo hago día a día. Nunca me privé de nada; al contrario, siempre pude ser yo.

Siempre fui libre, lo sigo siendo, y mis cambios de color de cabello semestrales son uno de los tantos testigos de eso.

Azul, blanco, gris, anaranjado, violeta, rosa. Los hice y nunca me importó la opinión que los demás tuvieran acerca de ello, de la decisión que había tomado con respecto a maltratar mi cabellera con fuertes tinturas con tanta regularidad u otros temas. Los chistes de mal gusto y las burlas en los pasillos nunca me detuvieron, no me hicieron bajar la cabeza y reprimirme a ser alguien que no era. Más bien me impulsaron a alzar más mi frente, fortalecerme y demostrar todavía más quien era, quien soy y quien aspiro a ser.

Sin embargo, existen veces que la propia libertad también implica miedo.

Tengo miedo de lo que me espera por no haber elegido una carrera convencional.

Tengo miedo de terminar fracasando en el Instituto Aeronáutico Nacional, por el que me llegó la aceptación entre más de mil inscriptos la semana pasada.

Tengo miedo de nunca llegar a ser lo que siempre deseé: ser azafata.

Tengo miedo de que, por las causas anteriores, mi futuro soñado se desvanezca.

Tengo miedo, pero no permito que los demás lo perciban. Lo guardo solo para mí.

De todos modos, eso no es lo que más me aterra en este instante.

—Sun — llamo a mi amiga y ella se inclina hacia adelante, dejando que nuestras miradas se encuentren. No habla, por lo que procedo. —, por favor, no digas nada de esto. Ni una palabra — señalo con mi cabeza lo que está haciendo.

Por un corto momento frunce su ceño confundida por mi pedido, pero rápidamente lo relaja y asiente sin palabras antes de regresar a su tarea.

Suspiro. Ella no dirá nada, pero eso no quita el miedo que continúa creciendo en mi interior.

Me pregunto: ¿esos ojos color cielo seguirán viéndome como hasta ahora o cambiarán su forma de hacerlo cuando vean lo que hice?

Invitación a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora