27. Lento

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Lento

Zeph

—Seremos lentas, pero no tontas — apunta Alaska después de entrar a mi cuarto e invadir mi espacio personal al sentarse al final del colchón. Su clon no tarde en unirse y repetir su acción, ubicándose al lado.

En silencio, ambas me observan fijo. Pareciera que intentan descifrar un misterioso enigma o resolver un problema matemático de extrema complejidad. Me aterrorizan mucho esas miradas que se mantienen firmes en un punto y no se desvían, principalmente si son de parte de las gemelas. Me alejo de ellas arrinconándome en la cabecera de la cama estableciendo algo de distancia entre nosotros, aunque los centímetros terminan siendo míseros.

—Nos mentiste — afirma Akina, la quinta de los Lake, que únicamente se diferencia de su hermana por el diminuto lunar que tiene en la punta de su nariz. Pocos, traducidos en casi nadie, se dan cuenta en ese detalle, por lo que siempre terminan confundiéndolas. —: el traje por el que nos preguntaste no es para ninguna cena del trabajo de papá...

—Sino que para el baile del instituto — finaliza la cuarta. — ¿Pensabas que no nos íbamos a enterar?

No respondo nada.

¿Cómo fue que se enteraron? Yo nunca dije nada, ni siquiera lo comenté en la casa. Pienso en si di pistas. Niego para mi mismo hasta que recuerdo el calendario de la heladera. El viernes 22 está marcado con mi color, así como todo el resto del mes está redondeado por otros, sin embargo, ahí no figura el motivo de porque lo señalé; ya el simple hecho de que esté con celeste significa que es un asunto mío y punto, no hay aclaraciones que dar.

—Los pasillos están empapelados con esa fecha — contesta una de ellas a mi interrogante mental. —. Además, nos enteramos que Naia irá a ese baile con un tal Oliver, de último año. ¿Lo conoces?

Sé quién es. Es el chico que llamó a mi hermana el martes cuando terminó con su práctica; yo estaba frente a ellos cuando le preguntó si quería ir al baile de primavera con él, a lo que Naia, contra todo pronóstico y apuesta, dijo que sí.

Sé quién es, pero solo a la vista. Por eso niego.

—De todos modos, no es eso por lo que vinimos a verte — habla la del lunar, y voltea a ver a su gemela. Alaska le corresponde asintiendo. —. Nos dimos cuenta de algo — sonríe, ambas lo hacen, y giran hacia mí. Okey. Esto me está dando miedo, por lo que me alejo un poco más volviéndome un ovillo, rodeando mis piernas con los brazos sin dejar de mirarlas —: si tú irás a ese baile, significa que... ¡tienes pareja! — chillan.

—No, no la tengo.

—¡¿Cómo que no la tienes?! — espetan ambas al unísono, mirándome serias con el ceño fruncido.

—No aún — admito, y me encojo de hombros. —. No es fácil.

—¿Cómo que no es fácil? ¿A dónde le ves la complejidad a preguntarle «¿quieres ir al baile de primavera conmigo?» a alguna chica? — grita Akina.

—No es alguna cualquiera — murmuro. —, es una especial.

—¡Peor! — ambas usan su voz chillona para reprenderme. — Eres un lento — añade la cuarta, negando con su cabeza.

—No es fácil — repito.

—Lento.

—Primero tengo que aprender Breenandés.

—Len... ¿qué? — preguntan confundidas, para luego sacudir sus cabezas. — Deja tus idiomas de lado e invítala.

—Pe... — tengo la intención de volver a excusarme, pero que Alaska y Akina acaban por intimidarme, haciendo que calle mi boca y retroceda.

Sin embargo, ellas no dicen nada hasta unos minutos después.

—Será mejor que te apures — me aconsejan. — No vaya a ser que alguien sea más rápido que tú y la invite antes de que dejes tu lentitud de lado, hermanito.

Invitación a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora