Invitación a volar

26. Único

Único

Bree

Reír por la reacción de Zeph fue lo primero que hice.

Apenas notó la presencia de gran parte del grupo de organización del baile de primavera en el gimnasio se quedó inmóvil en su sitio, sin avanzar un paso más, y temí que estuviera a nada de desmayarse. No decía nada, no se movía, nada. Ni siquiera supe si estaba o no respirando hasta que parpadeó; así fue como confirmó que el aire seguía llegando a sus pulmones y que su corazón continuaba bombeándole sangre a todo su cuerpo. Básicamente, que aún estaba vivo.

Ahora, la reunión está por terminar. Y, actualización, Zephyr sigue vivito, riéndose de algo que comentó el chico ubicado al lado de Lyla. Las sillas forman un círculo cerrado, lo que hace que el sonido de su carcajada se cuele en varios pares de oídos, permitiéndonos a todos ser testigos de tal agradable risa.

Es suave.

Es cálida.

Transmite felicidad, mucha.

También buena energía.

Es duradera, se alarga en el tiempo. Infinita. Eso hace que se vuelva contagiosa; es así como termino riendo, incluso desconociendo por completo lo que dijo aquel muchacho porque mi atención no está puesta en él, sino en otra cosa, o mejor dicho, en otro alguien.

¿Para qué mentir? No pude quitarle la mirada a Zeph desde que nos encontramos en la parada de buses.

¿Acaso la noche puede hacer a alguien más guapo?, porque en su caso es un amplio sí. Ya lo conozco bajo la luz matutina: ojos claros como el cielo en un buen día, cabello perfectamente peinado hacia un costado – a menos que se lo despeine en estado de nervios – y sus labios que siempre dibujan una diminuta curva, no como ahora. Parece que la oscuridad del ambiente sí incide en él porque sus iris están más opacos, sus mechas castañas apuntan a diversas direcciones y su sonrisa es tan grande que puedo ver sus pequeñísimos dientes... ¡y también los brackets transparentes que lleva sobre ellos!

Suspiro, dándome cuenta que, hasta esa pequeñez, me hace ver a Zeph como alguien único e inigualable entre todos los demás.