40. Avioncitos

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Happy Halloween! 🎃

Inserten aquí de qué se disfrazarían si pudieran sumarse a una fiesta de disfraces con los personajes de IAV (y creo que todas estamos de acuerdo en que Breena se vestiría como una hermosa hada🧚‍♀️)

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Avioncitos

Zeph

Llegamos a viernes y no hubo ni una vez en la semana en la que me cruzara con Breena. No hubo lugar en el que coincidiéramos; la cafetería queda excluida porque no volví a ir, no porque no quería almorzar con ella y Sunny, sino porque se convirtió en el campo de batalla favorito de los orangutanes que tengo como compañeros de algunas asignaturas. Yo no voy a arriesgarme a pasar por ahí y llevarme un puñetazo de pura cortesía; como dicen, mejor prevenir que curar. Y yo estoy previniendo que me desfiguren la cara a tres meses de la graduación.

Pero una vez que termine la hora del almuerzo pasará: nos volveremos a ver en la clase optativa del profesor Souza y será ahí en donde me disculparé por lo ocurrido la semana anterior. También tengo que hablarle sobre otro tema, pero será después.

Primero lo principal.

Me centro en terminar la recuperación de Contabilidad, haciéndola de la manera que le gusta al profesor para que no vuelva a reprobarme con ese estúpido pretexto de que no seguí con lo aprendido en clase y baje mi promedio nuevamente, así podré salir antes del aula y tener tiempo de sobra para hablar con la chica de ojos dorados previo a que empiece el examen de Portugués.

Dejo mis hojas sobre el escritorio del señor que tengo entre ceja y ceja y salgo a las corridas rumbo a las escaleras, haciendo una parada técnica en la máquina. El mismo sandwich de siempre baja y lo abrazo contra mi pecho mientras subo los peldaños de dos en dos, deteniéndome en seco solo cuando llego al segundo piso. Es ahí donde me calmo y avanzo tranquilo hacia el aula cinco, tomando el aire que no tuve cuando ascendía a toda velocidad.

Veo que dentro ya hay un par de compañeros a los que saludo con una sonrisa ladeada y un gesto con mi cabeza; entre ellos está Breena, pero no presta atención a nada de lo que pasa a su alrededor. Tiene su estuche con bolígrafos de colores abierto, las hojas que va a utilizar con su nombre ya escrito en ellas y su cabeza apoyada en uno de sus brazos, con sus párpados cerrados. Pienso en que está durmiendo hasta que noto el auricular que tiene en uno de sus oídos y como sus labios modulan algo. Seguro que es la letra de alguna canción pop; puedo apostar por Taylor Swift, su artista favorita.

Ocupo mi banco y desenvuelvo el paquete al mismo tiempo que la observo de reojo. No puedo evitar pensar en lo que la estudiante de teatro y fanática de viejas revistas teen me dijo a inicios de la semana acerca de los sentimientos que resurgieron en Bree cuando le grité en el pasillo. Mi propio corazón se quiebra de solo recordarlo.

—Bree — la llamo, pero no se inmuta. Lo vuelvo a intentar. Nada.

No quiero estirarme a zarandearla porque puede que reaccione mal o se asuste, por lo que me rindo a intentar hablar con ella antes de que inicie la asignatura, hasta que recuerdo algo que me dijo una vez y acudo a ello. Espero así lograr que nuestra relación se recomponga y volvamos a ser los que éramos dos semanas atrás.

Concentrado, doblo para afuera el costado que me falta de la hoja y es ahí donde escribo mi mensaje antes de lanzarlo al banco ubicado a dos metros a mi derecha. Cae donde quería, sin embargo, no repara en él. Lanzo dos más; el segundo queda al lado del primero, y el tercero se detiene de punta en su cabeza. Tapo mi boca con mi mano libre al mismo tiempo que ella se remueve y lo agarra. Pienso que no le dará importancia y lo botará a la basura de inmediato, pero no. Ve que hay algo escrito y desdobla el papel para leer todo el mensaje que, a lo largo de los avioncitos de papel, fue extendiéndose. Tengo suerte de que lea, a primeras, el más completo.

Tras unos minutos, un avión llega a mi mesa. Río al saber con obviedad que viene de parte de la pelirrosa; no se le fue difícil deducir mi letra. Dejo lo que me queda de comida a un lado y desdoblo. Las letras perfectamente redondeadas y en tinta rosa me sacan una sonrisa y me reconfortan. Me giro para que lo vea, pero ella no parece contenta como yo.

¿Pasa algo? ¿Puedo ayudarte?, le mando de regreso y ella toma la figura con ambas manos.

Y en el único espacio que queda libre, escribe.

Invitación a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora