31. Edad de Piedra

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Edad de Piedra

Sunny

Mis clases terminaron hace más de dos horas, pero las de Zephyr aún no. Por eso estoy esperándolo junto al esqueleto que hay en la puerta del laboratorio del tercer piso. Él no está ahí porque no cursa Ciencias ni ninguna materia de la rama natural como sí las hago yo, sino que está en el salón de al lado. Y sé que no tardará en salir porque algunos de sus compañeros ya lo están haciendo.

Me sumerjo y ando a contracorriente de la marea humana hasta que llego a la puerta del aula tres, en donde termino chocando con el castaño cuando sale. Mi brazo derecho colisiona contra su pecho y, en medio del trance, ambos terminamos siendo empujados hacia un costado por estar, supuestamente, irrumpiendo el paso. Podría decir que son unos completos animales, pero sería una ofensa para éstos que, por lejos, tienen el cerebro más desarrollado que estos seres humanos inadaptados. La mejor descripción en la que podrían caber es en la de cavernícolas porque, además de andar a los empujones y golpes con la gente, no hacen otra cosa más que gruñirse entre ellos.

¡Bienvenida sea la Edad de Piedra, segunda parte!

—¿Sunny? — pregunta confundido Zeph mientras se pasa una mano por la cabeza. Creo que se golpeó su hemisferio derecho cuando nos hicieron viajar a la otra pared del corredor. — ¿Qu-qué haces aquí? ¿No tienes teatro?

—Creo que el golpe te desacomodó las neuronas porque tengo los jueves, no los miércoles — declaro —. Lo que sí tengo los miércoles, hace ya dos semanas, son los almuerzos en la cafetería con Breena y contigo — él me mira y no dice nada, por lo que levanto mi dedo índice y sigo —. Me corrijo: Bree, tú y yo almorzamos todos los días juntos, y desde el lunes que ni siquiera te apareces por la cafetería.

Frunzo el entrecejo cuando noto que Zephyr suspira, baja la cabeza y juguetea con sus dedos. Está actuando muy extraño, igual que mi mejor amiga los últimos días. No tengo dudas de que algo pasó entre ellos dos para que estén así, distanciados y decaídos.

—¿Qué pasó entre ella y tú? — inquiero sin darle más vueltas al asunto. Quiero y necesito las respuestas ya. — Porque le pregunté exactamente lo mismo a Breena y lo único que hizo fue divagar, balbucear e irse.

—Querrás decir que no pasó — enfatiza, corrigiéndome.

—No entiendo — cruzo mis brazos y arqueo una de mis cejas. —. Sé claro — pido antes de que se me acabe la paciencia.

—Alguien la invitó al baile antes de que yo pueda hacerlo.

Quedo estupefacta ante sus palabras.

—¿Qué?

Invitación a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora