Capítulo 1

386 54 0
                                    

No le gustaban los funerales.

Bueno, sería raro que lo hicieran.

De todos modos, era doblemente terrible cuando tienes que ayudar a tu abuela en su florería cada día, esa que se ubica a los pies del cementerio.

Todos los días, toda la semana tenía que lidiar con funerales y precisamente eso que odiaba de ellos. Tanta gente llorando, así como tanta gente fingiendo el dolor que a otros les quemaba por dentro.

Lo odiaba, no obstante, amaba a su abuela. Era feliz sabiendo que la dulzura de la mujer ayudaba a calmar a muchos de los que entraban y, al parecer, él había heredado algo de ese encanto. Se mantenía tranquilo con saber que, tal vez, con una buena atención aquel día tan horrible fuera recordado, aunque sea mínimamente, menos amargo.

Cada día era cerrado con un ligero sentimiento de alegría, a pesar de tener el oscuro y triste cementerio a las espaldas. Consideraba que mantenerse feliz y contento sería más útil que mostrar excesiva compasión, así que se esforzaba por ignorar sus molestos pensamientos y dedicarse de lleno a entregar la mejor atención posible en situaciones como aquellas.

Había tenido todo tipo de clientes, desde esos falsos malos actores que detestaba hasta personas completamente destrozadas, que casi y podías verles grietas en la piel, amenazando con quebrarse en todos los sentidos. Sin embargo, no había visto jamás a alguien que pareciera fingir cuando el dolor le escurría por los poros.

Cuando Taehyun entró por primera vez a la florería, lo hizo solo. Alcanzó a ver por los ventanales como dos personas adultas le hablaban y acariciaban sus hombros, invitándole a entrar al local.

Lucía tan serio, tan uniforme e indiferente que se le hizo difícil caer en cuenta de que sólo era una muestra más de enorme sufrimiento, que el chiquillo prefería mantenerlo así antes de andar llorando por la calle por algo que no se iba a arreglar de ninguna manera.

Por alguien que no tenía manera de volver.

Y él no habló. Se comunicó con gestos cortos y simples, acompañado de las típicas reverencias de saludo y despedida que eran robóticas muestras de respeto. Ni siquiera le había visto a los ojos, mas sus manos temblorosas y su rostro pálido parecían decir incluso más que su mirada o las mismas palabras que no soltó.

Beomgyu no se sintió bien ese día.

A pesar de que sabía que no podía aminorar la pena de todo el mundo, no se sintió bien verlo cruzar la puerta así, tan lento y frágil, como si fuera a romperse a penas le tocara el aire.

Se dijo a sí mismo que sólo era su manera de manejar el dolor, que no había nada que pudiera hacer más que simplemente mantener la compostura y mostrarse tan cálido como él pudiera sentirlo, sin embargo, no esperaba tener que cumplirlo al día siguiente.

erumpere ⇢ 𝒕𝒂𝒆𝒈𝒚𝒖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora