Capítulo 32

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Taehyun tenía un reloj en su dormitorio. Bonito, pero ruidoso. Mientras el segundero hacía su trabajo, se preguntaba cómo hacía él para distinguir entre esas rayitas y números pequeños la hora durante la mañana, cuando apenas despertaba. En realidad, se preguntaba muchas cosas sobre su habitación. Se repetía a sí mismo que era por la hora y no porque el cuarto estuviera repleto de cuestiones interesantes.

¿De qué año eran esas fotografías esparcidas por cuadros y paredes? ¿Cómo podía ser estudiante universitario y tener un escritorio tan organizado? ¿Siempre lo mantenía así? Seguramente no. ¿Cómo lograba no despertar al amanecer si el ventanal no tenía cortinas y los primeros rayos de sol inevitablemente le golpeaban el rostro? ¿Cuántos libros habían en esa alta repisa? ¿Había leído todos ellos? ¿Qué leía ahora? ¿Y esas historietas? ¿Desde cuándo las coleccionaba? ¿Y qué pasaba con esos lindos cuadros? No le resultaban conocidos. Tal vez no eran de algún artista demasiado famoso o histórico. ¿Y el sucio peluche en la esquina? ¿Había pertenecido a Hueningkai?

Comenzó a llover.

Volteó el rostro al ventanal. Las gotas tomaban más y más fuerza, el viento sólo seguía enfureciéndose. En realidad, no lograba sentirse del todo cómodo en esa cama, tan grande y cálida. Tironeó de la manta y una almohada, arrojándolas frente al vidrio en un pequeño soporte. Se acomodó en él y el sueño le golpeó de golpe. Seúl por la madrugada, bajo una lluvia inesperada, lucía increíblemente hermosa.

La puerta se abrió.

— Gyu, ¿estás despierto? — no preguntó por el desastre en su cama ni el incómodo rincón en que dormitaba. Aún así, sólo se limitó a asentir con la cabeza. — Vamos, levántate.

• • •

Las calles de la capital estaban vacías, completamente vacías. No sabía qué más esperar; eran cerca de las tres y cincuenta cuando abandonaron el edificio, Tae con un largo abrigo negro y Beom con múltiples capas de camisetas, sudaderas y chaquetas que casi se le caían por los hombros. Kang se movía tan rápido que, aunque no podía verse, juraba que parecía un pingüino mientras intentaba seguirle el paso. Llevaban un paraguas amplio, pero sus pies estaban húmedos. El sueño se había esfumado por completo cuando se adentraron (o Tae los adentró) en un parque repleto de árboles y senderos marcados. El aroma a tierra mojada, hojas secas y néctar de flores le invadió de inmediato, haciéndole inhalar profundamente y retener el aire múltiples veces. Así, llegaron al centro del recinto, un espacio circular, libre de árboles y flores, sólo rodeado por ellos y algunos faroles. Un lado estaba vacío mientras el otro se equipaba de juegos infantiles, columpios, resbalines, balancines, todos ya empapados con la lluvia torrencial. Antes de que terminara de visualizar todo, el paraguas desapareció de su cabeza, el agua comenzó a golpearlos por completo. Retuvo un grito por el frío inesperado. Sus hombros se encogieron mientras Taehyun quitaba la última chaqueta que le había obligado a usar y lo juntaba con su propio abrigo para dejarlos bajo una de las casitas de madera.

— No podía dejar que vinieras a Seúl sin disfrutar la lluvia como se merece. — esa fue su justificación no solicitada. No entendía antes de que hablara, pero en realidad, no habría preguntado. Por un momento, juró ver en esos ojitos brillantes a aquellos que una vez había visto en la florería, cuando aún Kang Taehyun no era un estudiante universitario de la capital, sino que era Kang Taehyun, un niño repleto de heridas escondidas que poco a poco se iban cerrando. Se dijo a sí mismo que lo que sea que habían ido a hacer a ahí, bajo una lluvia descontrolada en medio de la noche no necesitaba explicación alguna si podía hacerlo tan feliz.

Le vio abrir los brazos y sonreír al cielo mientras el agua le empapaba por completo. Se paró a su lado e hizo lo mismo. Entendió porqué estaban ahí incluso si no buscaba entenderlo: de alguna manera, se sentía arrullado por la lluvia, los árboles y el silencio, en una gran y perfecta burbuja de paz. Era como si gota a
gota sus preocupaciones, miedos y viejos recuerdos cayeran y desaparecieran, arreglando todo a su paso. Pensó que, tal vez, no había sido la terapia, el tiempo, las idas al cementerio, su familia o él mismo quienes habían ayudado a Taehyun a avanzar y sanar. Pensó que, tal vez, todo lo había logrado esa lluvia. Esa lluvia de Seúl a las cuatro de la madrugada.

erumpere ⇢ 𝒕𝒂𝒆𝒈𝒚𝒖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora