Parte 7

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Momonga miro a los ojos a Lupus Regina. La chica tenia miedo, y a la vez estaba furiosa. Lo que podía oler saliendo de la habitación de Momonga, era igual a lo que percibía cuando Enri y Nfirea tenían momentos de intimidad.

Para fortuna del overlord, la sirvienta no sospecho que su maestro era el dueño del otro aroma desconocido.

El señor de la tumba pudo decir que era parte de un experimento, ordenarle a Regina silencio y dejar que el asunto fuera olvidado con el tiempo. Pudo incluso preguntarle cómo era que conocía el aroma de un hombre y regañarla por espiar a Enri y Nfirea, dejando en segundo plano lo ocurrido con Cixous.

Pero en estos momentos, él no era el overlord calculador y frio, no era el estratega que venció a Shalltear. Acababa de salir de su estado humano y sus emociones seguían vivas. Se conmociono por ver al Yuri en aquella situación y ahora mismo tenia miedo de que Regina revelara algo de lo que sabía.

En pánico, Ainz tomo de la mano a Regina y la metió con él a la habitación.

El mayor error de su vida.

Ordeno a los asesinos permanecer a fuera cuidando la puerta, jalo con fuerza a Regina y la llevo al interior de la oficina que conectaba a la habitación de Momonga.

Una vez dentro fue mas claro para Regina que no se estaba equivocando. Un hombre desconocido y Cixous habían hecho el amor al interior de la habitación de su amo.

"¿Quién?" el aroma no era de nadie que ella conociera, pero a su vez, tenia que ser alguien de la tumba, pues ningún ser del mundo exterior hubiese logrado llegar hasta el noveno piso sin encender una alarma.

Y una cosa mas confundió a la sirvienta. Su amo no la conducía a la habitación donde el olor era mas fuerte, en su lugar la estaba llevando a una pared lejos de la puerta de entrada.

-¡Por favor no le digas a nadie!-

En su desesperación Ainz olvido quien era el superior en el lugar. La preocupación por ser delatado con Shalltear y Albedo le hizo perder la noción de quien era. De pronto, Ainz se vio a si mismo como un niño descubierto al hacer una travesura, y le suplicaba al testigo que tuviera piedad de él.

Regina de inmediato saco conclusiones.

¿Quién era la única persona con la que Cixous aceptaría tener relaciones? ¿Quién era la única persona que se atrevería a hacer tales cosas en la habitación de Ainz?

¿Quién era la única persona de la tumba, de la cual Regina desconocía el olor?

La sirvienta sabia perfectamente como olía la ropa de su señor, que aroma tenían sus anillos y por supuesto, podía percibir el jabón con el que se bañaba. Pero jamás supo cual era el aroma de su maestro, pues para empezar, al ser este un esqueleto no poseía uno.

-Usted... usted y Cixous...-

El rostro de la sirvienta se sonrojo. Las orejas y la cola que escondía tan bien bajo sus ropas, se tensaron. La chica sintió un calor invadiéndole al imaginarse a su amo y a Cixous sosteniendo esa clase de relación, pero entonces, encontró un error en esa fantasía.

-¿Cómo?- pregunto la sirvienta.

¿Cómo un esqueleto había logrado producir ese aroma?

-Si te lo digo... ¿Prometes no decirle nada a nadie?-

El overlord puso un trato sobre la mesa antes de que Regina lo pidiera, lo cual toda persona sabia, era un error.

La obligación de Regina era jurar que no dirigía nada, aun si no tenia una respuesta por parte de su amo, pero su naturaleza y su curiosidad no le permitieron tomar tan noble acción.

-Si... no le diré a nadie...-

Dio una respuesta ambigua. Su amo podía interpretar que ella había aceptado el trato, o que no diría nada aun si no le enseñaba como lo había logrado. Regina lanzo una moneda y gano.

Una bruma negra y roja envolvió a su amo, se convirtió en carne y piel para el señor de la tumba, y de pronto, ante la sirvienta de combate, se mostró un ser humano...

-¿Ainz...sama?-

-Ahora... no dirás nada ¿Verdad? ¡¿Lupus Regina?!- Con miedo y preocupación, con la mirada de un cachorrito Ainz suplico a la sirvienta.

Regina mostro una sonrisa nerviosa y torcida. Tembló de alegría al ver esos inocentes ojos mirarle con desesperación. Como todos en la tumba, la lealtad de la sirvienta era incuestionable. Pero al igual que todos los demás, su creador había puesto una manía oculta en su código.

-Ainz-sama... ¿Puedo pedirle otra cosa? Si lo hace... nunca jamás le diré a nadie...- la sirvienta supo que se jugaba la vida, pero esa naturaleza dejada por su creador le obligaba a tomar el riesgo.

No... ella quería hacer esto. No podía culpar solo a su creador.

-¡Lo que sea!-

La sirvienta, LupusRegina Beta había sido creada en base a una sola palabra "Sadismo"

-Entonces.... Ainz-sama...-

La chica se agacho, tomo dos extremos de su falda y lentamente la alzo, dejando al descubierto su conjunto de medias y ligeros con encaje negro.

-¡¿Regina?!-

-Es malo... Ainz-sama...-

La voz de Regina temblaba. No era capaz de decidirse entre la cordura y el placer. Pero esos ojitos temerosos de su maestro le estaban enloqueciendo, y por fin sucumbido a su propio deseo.

-Es muy malo con nosotras ¿Por qué solo se divierte con Cixous? Como castigo... tiene que lamerme...-

"¡Voy a morir!" se grito la sirvienta. El pecado ya era irreparable ¿Qué pensaba a decirle tales cosas a su señor? ¿Cómo se atrevía a darle una orden?

Mas en ese momento, impulsado por el temor, y solo pensando en mantener callada a Regina, Ainz no lo pensó, se arrodillo y puso su cara en la entrepierna de la chica.

Regina grito. No era por el placer sino por la alegría. Su amo... su propio amo se había arrodillado para lamerle, el ser supremo a quien ella misma veía por encima de los dioses, tenia su cara enterrada en vagina y lamiéndola sobre la tela...

Overlord: LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora