Parte 8

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Ulbert escribió una historia sobre las pléyades cuando las 41 sirvientas homúnculo fueron creadas. En ella narraba, como en el pasado no eran 7 sino 8 las estrellas que conformaban a las pléyades, y que, por lo tanto, no antes hubieron 8 y no 7 hermanas. Según aquella historia, la octava hermana había sido asesinada, y ya nada se pudo hacer para volverla a la vida, pero de sus restos, de los 41 pedazos recuperados de su cuerpo, los seres supremos crearon nueva vida.

Según la historia de Ulbert narraba, las cuarenta y un sirvientas homúnculo eran en su conjunto la octava hermana, y para honrar la muerte de esa octavaba estrella, se dictamino que las sirvientas nunca tendrían que pelear y gozarían de la protección de la tumba subterránea de Nazarick en su totalidad.

Era una linda historia, que fue guardada en la tesorería. Pero no era solo una anécdota bonita, sino además algo que Whitebrim y los diseñadores de las homúnculo tomaron en cuenta para crearlas a ellas. Por ello fue que les dieron tantos matices y privilegios, por eso hicieron que la servidumbre fuera lo que les hacía auténticamente felices.

Esa era la diferencia entre las criadas homúnculo y las pléyades, las primeras estaban hechas para servir en todos los aspectos posible excepto uno, y las segundas estaban hechas para ser sobresalientes en combate, pero solo en eso.

¿Por qué esto es importante? Porque a diferencia de Cixous, Regina no tenía un subcódigo para conductas sexuales. Puede que se le haya incluido un fetiche sadista, pero en esencia, desde el fondo de su corazón, la wolfman no era mas que una inocente y virgen doncella sin una sola pizca de experiencia, que se atrevió a provocar a un maestro, que se había enfrentado en la cama a una sirvienta experta en los placeres de la carne.

Regina apenas podía sentir el calor de su amo o la humedad de su lengua, pues su lencería, aunque hermosa y provocativa, era gruesa. A diferencia de Cixous, Regina estaba preparada para el combate, y su armadura transfigurada incluía sus bragas, algo que fue programado por el club de amor a las maid.

En resumen, aunque Regina creyera tener el control, era una mentira.

Pronto Momonga se arto de no conseguir lo que deseaba. Lo sabía, Regina era diferente a Cixous, el olor, el sabor... nada se aprecia, y Momonga quería descubrir mas diferencias entre ambas mujeres, pero... pero... la maldita tela no se lo permitía, la maldita tela apenas filtraba los jugos vaginales de la sirvienta, la maldita tela no le permitía a Momonga disfrutar de aquel aroma en todo su esplendor.

-¿Ainz-sama?-

Con ambas manos, Ainz bajo las bragas de la sirvienta, sin preguntar, sin mediar palabra, y sin siquiera pensar que hacia esto como parte de un chantaje. Solo una idea tenia en su cabeza: Quería más. La innata avaricia de un coleccionista.

Momonga escucho un chillido por parte de la sirvienta, seguramente sorprendida por el acto tan descarado de la persona que supuestamente chantajeaba.

Cuando el señor de la tumba pudo ver lo que Regina escondía bajo sus bragas, exclamo sorprendido. Según sabia el color del cabello y del vello no tenia porque ser el mismo, pero en el caso de Regina no era así. Aunque recortado y bien cuidado, un poco de bello púbico color rojo se encontraba presente.

Momonga se acercó y lo olfateo. Sintió casi al instante como su verga se endurecía lo suficiente para rivalizar con los minerales arcoíris. Pero cuando el señor de la tumba estaba por pasar su lengua sobre la vagina desnuda de la sirvienta, esta se apartó y cubrió sus partes privadas con la larga falda de su uniforme.

-¡Eso es todo Ainz-sama!- grito con una sonrisa nerviosa en su rostro. -¡Gracias por esto, pero creo que fue suficiente...!-

-Vuelve aquí...- le ordeno el señor de la tumba, y como si buscara darse una razón a si mismo, agrego. -No dejare que rompas nuestro acuerdo antes de terminarlo-

Uso su orgullo y su palabra para hacer parecer que no era por su deseo que su lengua exploraría el interior de la sirvienta.

Las orejas de Regina se alzaron tras la orden, y con su rostro sonrojado, regreso hacia su amo mientras levantaba su falda.

La nariz de Momonga apenas rozo la vagina desnuda de Regina y entonces ella supo que no estaba preparada. Una corriente atravesó su cuerpo y le hizo temblar, y mientras tenia un pequeño orgasmo se preguntaba lo que seria de ella si su amo hacia lo de antes, pero ahora sin un tela interrumpiéndole.

Momonga puso su rostro en la entrepierna de la pléyades y con paciencia comenzó a lamer. Cuando Regina hizo el intento de retroceder, Momonga la tomo por las caderas para que no pudiera alejarse.

Los gemidos de regina, su respiración, era fascinante para Momonga ver cuanto se distanciaban Cixous y Regina. La primera gritaba abiertamente, la segunda parecía contenerse lo mas que podía.

Cixous mostraba lo que sentía pero Regina era mas tímida en ese sentido, y eso causo que Momonga creyera que estaba haciendo algo mal. En consecuencia, se esforzó el doble.

La importancia del juego previo, con ello en mente Momonga lamia el exterior de la suave y estrecha vagina de la sirvienta, con un cuidado y apropiados para una doncella virgen. De haber sido mas brusco quizás hubiese lastimado, o incluso peor, asustado a Regina, pero esa gentiles lamidas eran ideales para la novata.

Regina pronto soltó su falda y dejo que esta cubriera a su amo. Con una mano se cubrió la boca, avergonzada por los sonidos que dejaba salir, y con la otra toco la cabeza de su amo y lo tomo por el cabello. No era por sus inclinaciones sadistas sino por su miedo e inexperiencia. A veces empujaba a Momonga y en otros momentos lo alejaba, pero cuando hacia lo segundo solo conseguía que Momonga lamiera con mas fuerza.

Pronto comenzaron a invertirse los papeles, si Regina se negaba Momonga se oponía, si Regina lo apoyaba Momonga la trataba con mas gentileza. Sin ser consientes pronto este juego de lamidas se convirtió en un entrenamiento del palo y la zanahoria.

-Por favor... ya no...- susurro la sirvienta cuando obtuvo suficientes fuerzas.

Apenas escucho un "no" Momonga se alejó. Su rostro estaba empapado y su boca estaba llena con el sabor de Regina.

Al mirar hacia arriba Momonga vio a la sirvienta llorando.

Las sirvientas homúnculo estaba preparadas mental y físicamente para estas situaciones, Regina pese a todo, no dejaba de ser solo una niña que creía comprender el mundo de los adultos.

No era que lo odiara, no era que no se sintiese bien, solo que para alguien tan inexperta, una estimulación tan intensa resultaba extraña, y la única respuesta a la que en su inocencia podía llegar, era esta, llorar por no saber que otra cosa hacer.

Overlord: LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora