Parte 9

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En pánico, Momonga deshizo la magia que le había dado piel y carne para regresar a su forma de esqueleto, y con las luces rojas que brillaban en sus cuencas, observo avergonzado las lagrimas de la doncella frente a él.

Cuando la sirven, confundida, noto una gota salada entrar en su boca, entendió porque su señor había regresado a esa forma que carecía de lo necesario para continuar con el acto. Y avergonzada, intento secar las lágrimas que habían hecho retroceder a su amo, pero por cada lagrima que secaba otra más brotaba

-Perdón, Ainz-sama, yo...-

¿Qué era ella sino podía complacer a su señor? ¿De que servía si al vivir lo que para cualquier guardiana era una fantasía, ella solo podía llorar?

Pero ya nada podía hacer Regina, veía en las luces tenues de su amo, que esto ya no iba a poder continuar.

-Lo siento...- avergonzado de si mismo, Momonga le dio la espalda a la cuarta hermana de las pléyades. Ya no se sentía digno de mirarla a los ojos.

Pero como ya era costumbre, la sirvienta malentendió los deseos de su amo.

-Por favor perdóneme- suplico. -Momonga-sama, quiero seguir, podemos seguir... es decir... ¿Podemos seguir?-

Momonga miro de reojo a la sirvienta. Regina había puesto aquella sonrisa vibrante que le caracterizaba, pero sus ojos aun estaban húmedos. En esa expresión, el señor de la tumba solo pudo ver la devoción insana que todos tenían por él, y no un autentico amor o deseo como el que Cixous había demostrado.

En ese momento Regina había dicho que era suficiente y aun así Momonga le obligo a seguir. ¿Cómo podía entonces creer, que esas palabras venían de su corazón, nacidas de su deseo y no solo estaban basadas en su lealtad?

Quizás el deseo de irse siguiera ahí, pero después de ver a su amo en ese estado, después de haberlo abiertamente rechazado, Regina quiso corregir sus actos, no en base a sus sentimientos sino a su deber.

Momonga al menos debía encararla. Al menos eso le debía después de lo que le había hecho. Y así, se dio la vuelta y acaricio la cabeza de la chica de manera paternal.

-Por hoy fue suficiente, como dije, debo ocuparme de Cixous... por eso, hablaremos de esto después ¿Esta bien?-

No estaba bien, no para Regina.

-Lo entiendo, Ainz-sama-

Pero no podía ponerle peros a su señor.

Tras salir de la oficina, después de saber que Cixous había recibido lo que ella negó, Regina camino avergonzada por los pasillos del noveno piso, en silencio, hasta encontrarse con su hermana mayor.

Se veía molesta. Yuri buscaba al mirón que había entrado a su habitación y retirado. Pues solo una persona tenia derecho a verla en ese estado. Mas pronto su furia se convirtió en pena al notar la melancolía de Regina. Y cuando Yuri le pregunto del porque de su semblante, la chica se desmorono ante su hermana.

Una vez en su habitación, como era su deber, Regina le informo a Yuri de la ofensa que había cometido contra su amo. Por supuesto, omitió el hecho de lo que habían hecho, y solo hizo notar que de alguna manera le había rechazado.

Lejos de estar molesta, Yuri consoló a su hermana, y tras darle paz a su corazón le dejo ir. No es que no encontrara desagradable la actitud de Regina con Momonga, pero su sorpresa fue mayor. Pues según la historia de su hermana, era probable que su amo fuera la persona que entro a su habitación.

Pasadas las horas otra persona abordo a Yuri, esta vez era la sirvienta, que ya sabía, servía a su señor en la cama. Cixous devolvió los anillos que se le habían prestado.

-¿Has cumplido bien con tu deber?-

-Ainz-sama quedo satisfecho- informo la sirvienta, como si hablara de sus labores de limpieza.

-Entiendo. Buen trabajo. Puedes retirarte, y recuerda que si Ainz-sama vuelve a llamarte debes informarme de inmediato-

-Entendido, Yuri-sama-

Momonga debió prestarle más atención al código de las sirvientas y darse cuenta de lo que este significaba. Según la programación de Cixous, lo que había pasado con Ainz era en gran parte una de sus labores como sirvienta, y por tanto debía informárselo al a jefa de estas, una que el propio Ainz nombro.

-¿Has lavado los anillos?- pregunto Yuri a Cixous antes de que esta se retirara.

La respuesta fue negativa. Tal como Yuri había ordenado, la sirvienta se quito los anillos antes de lavarse, pues como Yuri había dicho, nadie mas que ella tenia el derecho sobre ellos.

Una vez Cixous salió de la habitación, Yuri se coló los anillos que su creadora le había dado, aquellos que había prestado para que Cixous cumpliera con su deber, pero además...

-Ainz-sama...-

Los había prestado con la esperanza de que algo del aroma de su amo quedara impregnando en ellos.

Era débil, un aroma que solo una dama enamorada podría percibir, pero ahí estaba. Por debajo del aroma de Cixous, sobreponiéndose sobre el aroma metálico de los anillos, su amo estaba ahí. Yuri resistió la tentación de lamerlos, solo para no borrar de ellos el dulce aroma que despedían. Tuvo cuidado de no mancharlos con sus propios jugos, cuando en su asiento, detrás del escritorio que su señor le dio par a realizar sus obligaciónes, se daba placer a si misma.

Se tocaba sobre la ropa mientras hacia lo impensable, maldecir la suerte de una de las chicas a su cargo, lamentándose de no haber sido ella quien tuviera la dicha de compartir la cama con su señor.

¿Y porque no podría? Su belleza no estaba por detrás de la de Cixous y su lealtad y promesa de silencio valdría mas que la de ella y Regina, pues a diferencia del las primeras, ella no tenia porque decirle a nadie de esto.

¿Y si iba ahora mismo? ¿Y si se presentaba ante su amo y le decía que ella sabia? Podria tomarlo como un informe, e incluso podría preguntarle si la sirvienta podía ayudarle a compalcerlo si acaso Cixous no hubiese sido suficiente. Podía ofrecerse y hacerle ver a su maestro, que a diferencia de la primera, con Yuri no tendría que esperar un mes para tenerla. Por el cargo de Yuri ella podría ir cada tanto y tener conversaciones privadas con su amo.

La fantasía de ir y hacer todos esos pensamientos realidad hicieron a Yuri inconsciente de sus acciones. Antes de darse cuenta ya había desabrochado su blusa, y mientras la mano derecha frotaba su entre pierna, la izquierda masajeaba sus pechos.

Que gran dicha, que bendita seria si solo fuera su amo quien la tocara y no solo ella misma. Cuando estuvo lo suficientemente mojada, cuando su propio aroma amenazaba con obstruir el de su amo en sus anillos, Yuri desmonto su cabeza del cuello, se desabrocho la falda y sobre la silla donde siempre realizaba su trabajo, abrió las piernas y puso entre ellas su propia cabeza, una acción que solo podían realizar los durahan.

Su propia lengua lamiéndola, saboreando sus propios jugos, tenerse a si misma en esa posición tan vergonzosa le daba a su acto un aire impúdico y libertino, abandonar el acto de hermana correcta le hacía sentirse libre.

Pero entonces, cuando estaba por llegar al orgasmo, el sonido de la puerta cerrándose se escucho de nuevo. Cixous no podía cerrar la puerta desde fuera, por tanto, se había quedado abierta. Yuri retiro su cabeza molesta. ¿Quién se atrevia a interrumpirla en un momento como este? ¿Quién osaba verla en una posición tan vergonzosa? Retiro su cabeza de la entrepierna, y mientras tanto, pensaba en ir con Pandora's Acto para que le ayudara a descubrir al culpable, pero al montar de nuevo su cabeza sobre su cuello, vio que el mirón no se había retirado, y por el contrario se había colado en la habitación.

Ainz estaba ahí, el amo de la tumba fue quien encontró a Yuri realizando un acto tan desvergonzado, y en ese mismo instante, lejos de estar molesto o decepcionado, las llamas rojas de sus ojos miraban el enorme busto de la sirvienta.

Overlord: LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora