Parte 22

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Lo que mas impresiono a Naberal no fue que la persona frente a él, ese humano que emitía calor al contacto, y poseía un tacto reconfortante, fuera su amo. Lo que mas impresiono a la sirvienta, fue que su gran señor se sonrojara por su culpa.

Ella no tenía aspiraciones tan grandes como las de Albedo. A pesar de ser la creación de un ser supremo. Ella estaba varios peldaños por debajo de las guardianas que aspiraban a ser la esposa de su señor.

Pero en ese momento, en el que vio la reacción de su amo, ese rubor en sus mejillas, cruzo por su mente la palabra "amante".

Quizás fuera un sueño demasiado grande para una sirvienta tan menor el convertirse en esposa, pero...

-¿Enserio puedo tocarlo un poco más?- pregunto la sirvienta.

Pero quizás no era algo tan descabellada la idea de poder conseguir unos minutos, tan solo unos segundos con su gran señor.

-Cl...sí...- respondió túmidamente el humano Momonga.

Naberal se acerco con cuidado y precisión casi quirúrgica.

Este escenario casi de ensoñación para Naberal, no fue propuesto por ella sino por su propio señor, quien permitió a la sirvienta que lo tocara un poco mas para asegurarse de que en efecto, este no era Pandora's Actor jugando una broma, sino el propio Momonga probando alguna extraña magia de transformación.

En parte el señor de la tumba permitió y sugirió esto para no dañar la reputación de su creación, quien podía ser extraño en muchos sentidos, pero que jamás haría algo como sonrojarse por el contacto con Nabe.

O al menos esa era la mentira que se quería decir.

Momonga fue contaminado. Contaminado por el amor dulce de Cixous, por la evidente necesidad física de Yuri, y el deseo de ser sometida de LupusRegina.

Después de haber puesto sus manos sobre 3 sirvientas, el ahora humano comenzaba a entender las fascinaciones de Whitebrim por estas. Seres tan puros como las maids eran peligrosos para el corazón de un hombre, pues cada una de ellas, tan fiel, tan leal, tan bella, era una perfecta trampa de miel en la cual cualquier hombre puede caer.

Y no era solo esa actitud servil, el placer de estar con una era también darle felicidad a ella. Para una sirvienta de alto nivel el placer de su amo era la felicidad propia, y compartir la cama, el gran honor de compartir el lecho era su máxima aspiración, su mayor concepto de la felicidad.

Con todo ello jugando dentro de su mente, Momonga se dejó tocar, aunque no de manera lasciva, por supuesto. Aun no era lo suficientemente osado como para pedirle a Nabe algo que evidentemente pudiera considerarse acoso sexual.

Nabe pidió tocar a su señor, y Momonga permitió que tocara su rostro. No habia forma de que eso se volviera lascivo. Quizás si fuera Momonga quien tocara el rostro de la sirvienta, esto podría enloquecer rápidamente, pero siendo Nabe quien tocaba a su señor, eso tenia pocas posibilidades de ocurrir.

Nabe tocaba el rostro de su amo como si aquello fuera un artefacto sagrado. Paso sus delgados y suaves dedos por sus cejas, por sus mejillas. Tocaba a Momonga como se toca a las obras de los grandes escultores, con cuidado y atención casi religiosa.

Pero entonces, su tacto de pronto se volvió un poco mas brusco, sus manos comenzaron a presionar y moverse sobre los labios de Momonga.

No dolía pero se sentía más brusco su tacto, además de que el señor de la tumba pudo notar un cambio repentino en la expresión de Naberal. Ya no se le veía tan feliz. Se le notaba casi furiosa, llevaba una expresión muy parecida a la que dedicaba a todas las mujeres que intentaban a cercarse a su señor cuando paseaba por las calles de la ciudad.

-¿Pasa algo malo?-

Momonga abrió la boca tan de repente que Naberal termino metiendo un dedo en la boca de su señor sin querer.

-¡Perdón, Momonga-sama!-

Naberal se alejo asustada. No fue consciente de su rudeza sino hasta que Momonga le hablo.

-Parecías muy concentrada en mis labios ¿Esta todo bien? ¿Te parecen extraños?-

-¡Para nada! ¡Sus labios son suaves y hermosos!- grito Nabe con tanta pasión que Momonga los cubrió sin darse cuenta. -Pero... esa mujer...- susurro.

"¿Era eso?"

La mente de Momonga lo remonto a ese día, en el bajo la guardia y permitió que EvilEye le robara un beso.

Y entonces lo entendió. Ese era el único momento que relacionaba a sus labios.

Naberal estaba tan concentra en ellos, los precisaba con tanta fuerza porque era su intención limpiarlos de la suciedad que esa maldita puso en ellos.

Momonga igualmente percibió de nuevo el tacto de esos labios contra lo suyos. Lo acoso el recuerdo de haber permitido que la mujer que casi mata a Entoma, le arrebatara enfrente de Naberal un beso.

Le asqueo, le asqueo de la misma forma que lo hizo aquel día.

-Están sucios...- dijo Momonga para si mismo, pero con suficiente fuerza como para que Naberal lo escuchara.

La sirvienta, aunque parecía querer contradecir a su señor, no pudo hacerlo. Para ella su señor era sagrado, no había nada sucio en él, pero definitivamente podía sentir como si esa mujer lo hubiera contaminado.

-Si... si Momonga-sama me lo permite... ¿Me dejaría limpiarlos?-

Pregunto la sirvienta con pena, con un rostro suplicante.

Este era el momento en el cual Momonga debía parar todo, pero ya fuera que lo deseara, o que, de hecho, quisiera realmente librarse de esa asquerosa sensación, el señor de la tumba actuó contra sus instintos y lo permitió.

-hazlo- le pidió, o quizás le ordeno a Naberal. Solo ella supo como lo interpreto en ese momento.

Como sea, la sirvienta trago saliva y se acerco a su amo, y entonces... comenzó a frotar sus labios con los dedos, en determinado momento incluso saco un pequeño pañuelo de tela divina y con él intento limpiar cuidadosamente los labios de su señor.

Pero tanto para Naberal como para Momonga, esto no estaba funcionando, y es que lo que sentía Nabe eran celos, y los que sentía Momonga era una excusa.

-No creo que esté funcionando- dijo Momonga riendo. Ya un poco mas tranquilo, con la mente más fría.

Quiso convertir entonces, todo esto, en un momento agradable, en una broma. Pero Naberal aun no terminaba.

Aun no se rendia en su misión de librar de infección a su gran señor.

-¿Me permitiría intentar una ultima cosa, Momonga-sama?- Naberal intento sonar lo más magnánima posible, pero sus intenciones fueron quizás un poco demasiado claras, tanto que Momonga ni siquiera pudo responder con palabras.

El señor de la tumba tomo asiento sobre el sofá de la residencia de Momonga, y asintió nerviosamente.

Y mientras intentaba contenerse a si misma, mientras intentaba dominarse, Naberal avanzo, y se coloco con piernas abiertas sobre su señor.

Acerco su rostro al del humano.

Solo había una forma de limpiar a Momonga, y era superarlo que esa asquerosa mujer le había hecho. La única manera era hacer algo que dejara en el olvido a ese tímido beso robado.

Naberal, la inexperta sirvienta, puso sus labios contra los de su amo, empujo un poco su lengua para mojar con saliva los labios que ella misma había lastimado intentado limpiarlos antes. Fue un atrevimiento de su parte, y le costó caro.

Momonga malinterpreto el gesto, y de pronto, el beso dejo de ser tan inocente, pero las emociones de ambos se volvieron un tanto mas sinceras...

Overlord: LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora