Las cosas escalaron demasiado rápido, o mejor dicho, tomaron el camino más lógico.
El tímido beso de Naberal fue transformándose en un acto lascivo que incluyo la lengua y saliva de ambos. La misión original, borrar el tímido beso que robo EvilEye, había sido cumplida y también olvidada. A estas alturas ya no importaba esa mujer, si no tan solo ellos dos.
Momonga ya no recordaba cómo se sentían los labios de la vampira, y no podría recodarlo aun que lo intentara. Ahora solo podía pensar en lo torpes pero tiernos que eran los movimientos que Nabe hacia con su lengua.
Su belleza fría, su semblante orgulloso hicieron que Momonga olvidara por un momento que Nabe era mas joven que sus otras hermanas. Era más inocente y más controlada, su fría expresión casi perpetua era evidencia de lo buena que era para dominar sus emociones, pero era claro que no era inmune a ellas.
Naberal era divertida de escuchar, de tener, de tocar. Cada pequeño movimiento la hacia reaccionar, con vergüenza u emoción. Quizás fuera osado por parte de Momonga decirlo, dado que él lo era hace no demasiado tiempo, pero los movimientos de Naberal, tan torpes y desesperados, le parecieron los de una virgen, una pura e inocente a diferencia de las anteriores dos.
Naberal no era Cixous, quien tenia una programación especial dirigida al aspecto nocturno de su trabajo. No era Yuri, a quien descubrió fantaseando con ser tomada. No era Regina que incluso tenia la osadía de colarse a los aposentos de una pareja recién casada.
Naberal era una doncella que de corazón no tenía intención de que esto fuera mas haya de un inocente beso.
Pero la situación escalo y el cuerpo de Naberal dejo de obedecerle, dejo de servir a la razón y se entrego completamente al primitivo deseo.
Las manos de Nabe estaban cerradas en puños que nerviosamente ponía sobre si misma para no tocar a su señor. Teniendo cuidado no tocarlo y por tanto ir más allá de lo que ya lo había hecho. Pero todo sentido de razón ya había desaparecido en su parte inferior. Desde hacia unos momentos Naberal había estado agitando sus caderas de atrás hacia delante sin que ella misma se diera cuenta. La sirvienta ya no tenia control sobre su cuerpo.
Momonga si lo noto y levanto un poco su pierna, para que asi la vagina de Naberal comenzara a restregarse contra ella.
-ahh... ahhh...-
El cuerpo entero de Naberal tembló ante ese primer estimulo, sus ojos se abrieron con miedo y con la boca abierta, jadeando, miro confundida la sonrisa de su señor.
Momonga lo estaba disfrutando.
Momonga tomo a Naberal por la nuca y la obligo de nuevo a continuar con el beso mientras Naberal se frotaba contra la pierna de su señor sin control sobre ella misma.
Pronto ya no fue necesario para Momonga empujarla. La propia Naberal había enrollado sus brazos alrededor de Momonga, como si intentara retener a su amo para que no escapara.
Para desgracia de la sirvienta, ese desesperado Movimiento dejo libres las manso de Momonga, que las dirigió al trasero de Nabe.
Las amplias caderas detuvieron sus bamboleos al sentir las manos enterrarse en ese redondo trasero que se apretaba contra la tela del pantalón. Era criminal que una mujer así usara una prenda tan ajustada, Momonga sentía todo eso estirando la tela, y le pareció sorprendente que aun no se rompiera.
Este era el trasero que todos los aventureros se que daban viendo cuando se marcaba sobre la capa, era un sueño para muchos convertirse en la silla de Nabe, y ahora Momonga estaba sujetando el trasero mas codiciado de E-Rantel mientras su dueña dejaba escapar tímidos gemidos, casi inocentes que no concordaban con la madures que Naberal siempre aparentaba mostrar.
Y sin embargo, pese al miedo que mostraba en sus ojos, pese a lo confundida que estaba, Naberal suplicaba a su amo no parar.
Aun que su boca tan solo lanzara pesados jadeos, el resto de su cuerpo gritaba querer ser tomada como mujer, aunque lo poco que le quedaba de conciencia a Naberal, le hacía recordar a Albedo y la traición que supondría el hacer esto con su señor.
Mas entonces, cuando estaba por recuperar el sentido, Naberal fue traicionada, recibió un golpe fatal en el momento y lugar menos esperado.
Momonga puso, que tenia a la sirvienta con piernas abiertas sobre él, puso su mano en la entre pierna de Nabe. La tocó través de ese apretado pantalón.
Estaba empapada, estaba escurriendo, y ese ultimo tacto tan gentil sobre la tela hizo a Naberal terminar.
La inmoralidad del acto, lo prohibido de la situación, la traición, ya nada le importaba a Naberal.
La sirvienta de batalla era inocente pero no ignorante. Era consciente, gracias a Albedo, de lo que su cuerpo le estaba pidiendo en estos momentos. Nabe rompió su abrazo, Momonga quito las manos y dejo que Naberal se apartara un poco.
Con su mirada perdida la sirvienta miraba fijamente la entrepierna de su señor, y sus manos se dirigieron al zipper.
Pero antes de poder alcanzar la tierra prometida, Naberal fue detenida.
-No- le dijo Momonga y la sirvienta casi pudo sentir su corazón rompiéndose. -Aquí no- pero entonces su amo sonrió de manera perversa, como si de nuevo fuera el overlord... como si nunca hubiese dejado de serlo.
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Los dos aventureros, los dos únicos aventureros de "oscuridad" aparecieron en medio de una luz azulada al interior del segundo piso del pabellón dorado.
Una empleada los vio.
-vamos, pregúntale- ordeno el caballero negro a su acompañante.
La empleada, una joven y bella mujer en entrando apenas en sus veintes, vio a la chica conocida como la princesa, acercarse a ella con pasos torpes y el rostro ruborizado.
La expresión que la mujer, la poderosa hechicera cargaba con ella, hizo sentir algo incluso a la empleada que no estaba interesada en personas de su propio sexo.
-Las... ¿las rosas azules siguen en su habitación?- pregunto tímidamente.
-Sí... el rey hechicero ordeno que no salieran y nos hemos asegurado de que cumplan con la orden...-
-Entonces, tomaremos esa habitación- Nabe señalo la habitación contigua a la de las rosas azules y después entrego una bolsa con monedas de oro a la trabajadora. -Que nadie nos moleste- agrego y se fue corriendo al lado del caballero negro Momon.
La trabajadora tuvo que ver con envidia como la hechicera se aferraba al brazo del caballero, como si fueran una joven pareja disfrutando de un paseo... y así, juntos entraron y cerraron la puerta. La trabajadora incluso pudo escuchar como colocaban el seguro.
Este era un rumor que circulaba por todo E-Rantel. Era casi de conocimiento publico que esta era la case de relación que tenían Momon el negro y la bella princesa Nabe.
Aunque también había otro que decía que al caballero negro no le gustaban las mujeres, dado que nadie nunca había escuchado un solo sonido salir de la habitación que ambos compartían. Por supuesto, ese rumor perdió fuerza después de hoy...
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Ya en el interior del cuarto Momonga abrazo a Naberal y le quito la capa para ver como su figura se marcaba en el pantalón negro y la delgada camisa blanca.
-Momonga-sama... yo... -
-Estaba pensando tomar medidas para disipar esos horribles rumores, así que no te preocupes. De hecho, me ha estado preocupando desde hace tiempo que los demás piensen que no hacemos nada. Pero por ello, quizas hoy a Naberal se le olvidara silenciar un de las paredes de nuestra habitación-
Naberal tembló por la emoción, perdió la fuerza en sus piernas y cayo para quedar a una altura correcta.
-Sí... Momon-san- respondió la hechicera mientras sus ojos se perdían en la carpa que habia en el pantalón de su señor.

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Overlord: Lujuria
FantasyLa historia de Ainz conquistando a todas las chicas de su mundo. Actualizaciones cada viernes.