32. Epifanía

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Llevo media hora, tal vez dos, tumbada junto al lago en uno de los jardines escondidos. Ahora que había podido pronunciarlo en voz alta, era un hecho y ya no podía seguir huyendo de él. Estoy embarazada, y el padre es Edward Evans, diácono de la iglesia, en preparación para ser sacerdote. Mi situación no se aminoraba, pero el aceptarlo era el primer paso para afrontarlo.

Y es que estaba asquerosamente cansada de huir a mis problemas, de correr en círculos inútiles. Estoy cansada de llorar, de ser débil, de sentir tanta autocompasión. La Nora que se queda sentada lamentandose por sus problemas me desagrada. Estoy cansada de ser solo eso.

Debía encontrar una manera de resolver el embrollo que es mi vida. Aún tenía muchos problemas rondando mi cabeza; aún no había dado una respuesta contundente a la confesión de Olivia y sé que la espera, pero por otro lado estaba Andrew, mi corazón se dividía en dos extremos opuestos lastimandome.

Pero lo que realmente importaba ahora: Esa pequeña célula que crece progresivamente en mi vientre.

Si hago los calculos correctamente, llevo cinco semanas. No he podido evitar sentirme mal por haber sido tan descuidada durante estas ultimas semanas, había comido poco y fumado mucho, había refugiado mi depresión en calmantes y cigarros, pero estaba dispuesta a no hacerlo más.

Pese a las circunstancias, no podía hacerme de la vista gorda, ahora cargaba el peso de una futura vida, y estaba aterrada claro, pero no tengo alternativas, si un ser va a depender de mi, entonces daré lo mejor de mi para él.


Mientras tanto el primer paso era decirle la verdad a la segunda persona directamente involucrada.


— Necesito hablar.

Al llegar, esta ahí, sentado con los ojos cerrados y sumido en una oración. Se sobresalta al verme llegar, como si mi fantasma llevará días acosandolo aunque no nos hayamos visto desde nuestro último encuentro tenía la sensación de que me esquivaba, pero ya estaba bastante acostumbrada.

— ¿Ahora? — responde nervioso.

— Si.

— ¿Es confesión?

— Si...em, no, bueno si — cierro los ojos con fuerza y suspiro. — No importa.

Me indica con un gesto sobrio para que tome asiento a su lado, lo hago, no me mira ni nada, solo mantiene su mirada hacía el altar, callado, esperando escucharme e intento tomar valor mientras jugueteo con el dobladillo de mi falda.

— No se cómo decirlo...

— Haya una manera. — algo en su falta de tacto me molesta, si no puedo sacarlo es por miedo a como reaccione él, pero yo ya lo he afrontado, entonces los suelto sin más.

— Estoy embarazada.

Se queda callado por instantes.

— Felicidades.

Yo tambien me quedo callada debido a mi estupefaccion.

— ¿Qué?

— Un hijo es una bendición Nora, me alegro por ti.

— ¿No lo entiendes? — le pregunto.

— ¿Entender qué?

— Tu eres el padre de mi hijo.

— No. Eso es imposible. — sentencia friamente. Se levanta, impasible y decidido a negarlo.

— Sabes perfectamente que no... — le recuerdo.

Inocencia perdida (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora