36. O l i v i a

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Si cierro los ojos aun puedo sentir que estoy ahí... el hedor de sangre y plomo vuelve a mis fosas nasales; el rostro de mi madre salpicado de ella y el cuerpo inerte de de mi padre borracho tirado en el piso, desangrandose.

— Mami... — susurró una Olivia de 6 años. — ¿Qué le paso a papá?

— Oh — susurra ella inclinándose a mi altura. — ¿Es terrible verdad? Cariño, tienes que entender algo: yo amaba a tu padre, con locura. Pero él nos traiciono.

— ¿Nos traiciono? — pregunto mientras ella asiente acariciando mi cabello.

— Yo lo amaba a él, pero el amaba a la sirvienta...ahora dejemos que ella limpie este desastre ¿Vale?

Asentí, después de eso ella me llevo por un helado, nos mudamos a los días. Aquel horrible recuerdo se guardo en lo mas oscuro de mi subconsciente, aunque aveces volvía en pesadillas, y me despertaba sudando y gritando, sintiendo que me asfixiaba en la sangre de mi padre.

Nos mudamos a la casa de su nuevo marido tuvieron un par de gemelos y una niña, el esposo de mi madre pensó que ya éramos multitud así que se deshizo de mi mandándome a un internado. Cuatro años después, mi madre me recogió del internado y me llevo a la casa de un nuevo hombre,  ella me decía que debía querer a aquel hombre como a un padre y él a menudo me compraba los vestidos más bonitos, me hacia vestirlos y modelarlos  frente a sus socios y amigos que susurraban y alababan mi temprana belleza.

Pensaba que por primera vez todo iba a ir bien, recuerdo vívidamente a uno de los hijos de los socios de mi padrastro, yo tenía doce y el diecisiete, me hizo pensar que estaba enamorado solo porque me regalaba dulces y flores. Un día mi curiosidad e inocencia me llevaron a seguirlo hasta un lugar recóndito del jardín, rodeado de arboles, me tumbo sobre la hierba y empezó a meter su mano por debajo de mi vestido, arranco los botones delanteros y empezó a lamer mis senos que a penas se desarrollaban. No entendía nada, pensaba que estaba bien a pesar de que me sentía mal, pensaba que era como en aquellos cuentos que solían contar las niñas del internado, habían dicho que eso era una "prueba de amor." Pero al final de este cuento el solo me dejo tirada en el pasto con mi vestido rosa desgarrado, mi ropa interior de lana manchada de sangre y mi inocencia destruida, para siempre.

Cuando me atreví a contarle a mi mamá lo que había pasado en el jardín ella me dijo que me callara y que no inventará esas cosas en frente de Barry, no importo mucho, pues al final la cambio por una más joven y el matrimonio de mi madre se desbarato tan rápido como los otros.

Devastadas y sin nada llegamos a Londres. Tuvimos que hacernos solas, encontramos un apartamento en un barrio de poca monta, tuve que valerme en las caóticas calles de Londres por mi y mi madre a los quince años. Salía y contaba con la extraña amabilidad de desconocidos que me ayudaban, hasta que pedían favores a cambio cada noche, tenía que salir adelante y me veía obligada a ceder, al final del día me daba tanto asco que todas las noches me tallaba la piel hasta desgarrarla, lloraba y gritaba hasta que me quedaba dormida en la ducha con ayuda de los calmantes que tomaba mi madre cada noche.

En 1979, Margaret Thatcher subió al poder, era la primera mujer ministra del país, entonces algo se movió en mi, no sabía decir qué, solo que estaba cansada, cansada de dejarme pisotear tanto, veía a aquella mujer debatir frente a cientos de hombres en el congreso por televisión y solo podía sentir admiración y profundo respeto. Entonces toque fondo, si no quería terminar como mi madre, buscando solo la valía masculina, tenía que hacer algo respecto a mi situación, debía tener herramientas y pronto comprendí que mi belleza no lo sería todo siempre. 

Conseguí un empleo de medio tiempo en una librería, donde no desaproveche ningún minuto ahí, leí todo, todo lo que pudiera conseguir, política, historia, novelas, filosofía, todo. La dueña vio potencial en mi y me ofreció una matricula en un college publico para estudiar, estaba encantada, pensé que era nuestra oportunidad de salir adelante, quería demostrarle a mi madre que no necesitábamos a nadie más, pero desgraciadamente no duro mucho, conoció a un tipo nuevo, igual de adinerado, dispuesto a regresarle su antiguo estilo de vida; pero yo me negué, de ninguna manera regresaría a ese miserable estilo de vida, por primera vez estaba haciendo algo, me había enamorado de Londres y no quería abandonarlo.

Inocencia perdida (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora