Inocencia perdida (+18)

34. Jugadas

— ¡NORA! — era Andrew, golpeaba la puerta como loco — ¡ABRE LA PUERTA POR FAVOR!

La puerta llevaba diez minutos temblando, del otro lado de ella, recargaba mi espalda, que ya no era capaz de mantenerme en pie. Me sorprendía que nadie hubiera escuchado aquel ruidero y  hubiera asistido.

— ¡Nora! ¿Podemos no pelear más por favor?

— Andrew, vete por favor. — susurre entre sollozos incapaz de contenerme.

— MALDITA SEA NORA — otro golpe sobre la puerta — ¡Abre la maldita puerta! — Susurra con los labios pegados a la puerta

— ¿Porqué me haces esto? — El tono de Andrew se empieza a quebrar y con el algo en mi tambien.

No podía, no podía evitar que me doliera, Andrew podía ser manipulador, siempre me hacía sentir culpable, pero es que iba contra de mi instinto dejarlo ir, no puedo ocultar ni negar lo que el me provocaba y verlo quebrarse seguía siendo de las cosas que más me dolían.

Con las manos temblando quite los cerrojos deshaciendo la barrera que nos separaba, tenía miedo de que en cuanto abriera el podría desquitar toda su ira conmigo, pero al deslizarse la puerta solo dio un agitado paso y en un movimiento ágil y rápido me tomo de la cintura y me alzo envolviendo mis piernas alrededor de su cadera haciéndome sentir ligera como una pluma, como en un romántico reencuentro de una mujer que recibe a su esposo después de la guerra me beso, con ternura, pasión y desesperación.

Deja mis pies sobre el piso, y aún con sus manos en mi cara limpia mis lagrimas, todavía dudando yo tambien paso mi mano para limpiar las suyas. No me esperaba aquella reacción, después de haberle confesado mi embarazo pensé que nunca me lo perdonaría. Le sonrío con esperanza.

— Amo la violencia con la que tu sonrisa destruye mi rutina. — susurra — Te quiero. Te necesito.

 De pronto, su gesto me parece excesivo, algo había cambiado en él, sus ojos brillaban de intensidad pero tambien podía percibir algo en ellos: Temor. Sus verdes ojos divagaban nerviosos por toda la habitación, como buscando algo.

— Nora — deja sus ojos clavados en los mios con su semblante  serio. — ¿Tú me amas?

— Andrew...yo, tu lo sabes.

— Nora — repite y me obliga a mirarlo a los ojos. — ¿Me amas?

— Si... — respondo a penas en un susurro.

— Entonces nunca me harías daño, ¿verdad? — me toma de las manos y se aferra a ellas con desesperación.

— No...yo, sabes que no, pero... — me alejo desconcertada. —¿De qué estas hablando?

— Eso no importa — vuelve a tomar mi rostro entre sus temblorosas manos. — Necesito que me lo prometas.

— Andrew no entiendo...

— ¿Me lo prometes? — me interrumpe, hay desquicia en su voz. — Nora, ¿Me lo prometes?

Asiento, e inmediatamente siento su cuerpo relajarse, pero no del todo, ni siquiera había notado que estaba sudando. Todo esto me perturba profundamente, nunca había visto a Andrew perder la compostura de este modo, como si estuviera asustado o tal vez atrapado.

— ¿Estás bien? — le pregunto preocupada mientras se sienta en la cama.

— Eres la única que puede lastimarme. Y la única que puede curarme — me mira con intensidad unos momentos y después de meditarlo dice —  escapemos.