16. Soberbia

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La noche anterior habíamos tenido que limpiar aquel desastre, intentamos dejarlo impecable, igualmente lo limpian todos los días.
Pero por la mañana, durante la misa no he podido dejar de pensar que sobre la mesa en la que estaban el pan y el vino era la misma en la que anoche había tenido la mejor experiencia de mi vida, si que ocurrían milagros sobre ella. Sabia que una parte de mi debía sentirse culpable, pero por más que lo intentaba, no podia evitar pensar que no me arrepentía de nada.

— ¿Por qué estas tan radiante? — me pregunta Olivia.

— Nada... — respondo pero una sonrisita se me escapa involuntariamente.

— Nora, me atrevo a decir que soy la persona que mejor te conoce aquí, no intentes mentirme.

Así que sin más rodeos se lo cuento todo evitando entrar en demasiados detalles que Olivia pedía a gritos.

— Eres una pequeña zorra — dice entre risas. — Esa es mi Nora Amelie Rose.

...

— Bueno chicas, hoy las dejaré ir temprano, porque — hace un silencio de suspenso — el día de hoy, por la tarde tendran una pequeña reunion con sus prometidos.

Todas sueltan un pequeño grito de emoción, incluida yo, pero es más de sorpresa y temor, siento un nudo en el estomago. La hermana Mary acaba de dar algunas instrucciones sobre nuestra vestimenta; debe ser impecable, debemos usar nuestros atuendos más femeninos pero tampoco debemos sobrepasarnos para no dar una impresión equivocada y etc.

Cuando regreso a la habitación Olivia no esta, hoy tengo la excepcional oportunidad de poder dejar de lado el uniforme, así que busco entre mis vestidos uno lindo, encuentro uno que fue un regalo de mi padre, es de seda y encaje blanco, con un escote más pronunciado de lo ordinal, tal vez es un poco indecoroso, podría ponerme algo sobre los hombros para disimularlo pero la hermana Mary de alguna manera había insinuado que la intención era parecer un poco deseables, por lo que tal vez no este del todo mal.

Mirándome al espejo me descubro a mi misma pensando que la persona por la que me vestí, no podia ser  Gustave, sino mas bien Andrew. Y por primera vez en serio me gusta la persona a la que miro en el espejo, el color y forma me da un aspecto puro, adorable y deseo que Andrew me pueda ver.

Salgo de la habitación hacia el comedor con la esperanza de poder cruzármelo antes de la merienda de media tarde con Gustave.
Lo visualizo al otro extremo del pasillo, no lleva el uniforme si no un traje bastante elegante, lo que significa que probablemente tenga cita con su prometida y siento un pellizco en el corazón al recordar que no soy yo.
Camino hacia él para poder cruzármelo, aunque sea por "accidente", él camina de misma manera hacia mi dirección, pero  cuando finalmente nos cruzamos él ni siquiera me mira, me esquiva rápidamente haciéndose a un lado para pasar, gesto que me desestabiliza, de todas las reacciones posibles esa era lo que menos me esperaba. Volteo para observar su espalda alejarse por el pasillo y sigo caminando para disimular. No entiendo su reacción si la noche anterior sentí que estábamos más juntos que antes y hoy lo siento más distante que nunca.


Después de las cinco es cuando debemos reunirnos en el jardín principal, frente al complejo principal, en medio de los edificios A y B, con nuestra respectiva pareja y se supone que tenemos un momento a solas en los jardines. Andrew tambien debería estar por aquí pero ni me molesto en buscarlo con la mirada.

Mi pareja viene a mi encuentro, y desde el baile me encuentro nuevamente cara a cara con mi prometido, la razón de todos mis males y pesadillas. Gustave lleva un traje blanco ajustado y un moño azul lila, lo que le da aspecto de muñequito de pastel.

— ¿Cómo está madame Amelie? — pregunta sobrio mientras toma mi mano y deja un beso sobre ella, como un gesto muy bien ensayado.

— ¿Ça va bien? — respondo dudosa con mi mejor acento francés.

Arquea los labios en lo que casi juro que es una sonrisa, se endereza sobre si y con mucha elegancia me ofrece su brazo, vacilo un poco antes de entrecruzar mi brazo con el suyo y empezamos a caminar con dirección a los jardines, antes de que salgamos del complejo mi mirada se cruza con la de Andrew, parece contemplar la escena disgustado, sonrío con suficiencia, una ola de orgullo se apodera de mi, y estrecho un poco mas a Gustave contra mi, cosa que sin duda desagrada a Andrew porque aprieta la mandíbula.

Gustave parece sorprendido por mi gesto, no quiero que piense que  hay un interés mutuo de mi parte. En un momento noto que lanza miradas furtivas al escote del vestido en mi pecho, lo que me recuerda amargamente que a pesar de que si quería parecer deseable él no era el objetivo, y la pequeña seguridad que había ganado hace un momento desaparece. Tomo mi chalina y me cubro el pecho y los hombros en un gesto incomodo.

— Es una linda mañana en Inglaterra — comenta, alguien debía forzar la conversación primero.

— ¿Mejor que una mañana en Francia?

Pese a que no era mi intención que sonora de mala manera, mi comentario lo ha tomado desprevenido, parece disgustado.

— No, claro que no, nunca será mejor que una mañana de primavera en Paris, por ejemplo. — responde con soberbia,

— Mmmm, claro...

Seguimos avanzado entre las paredes de arboles y arbustos podados con estrictas y simétricas formas, y si es verdad que el cielo luce mas o menos azul, y unos finos rayos de sol traspasan las nubes, lo cual es sin duda todo un día soleado para los ingleses que casi nunca vemos el sol.

— ¿Ha estado ahí alguna vez? — me pregunta.

— ¿En París? — asiente. — No.

— Entonces será el primer lugar que visitaremos querida.

— No me llame así... — la frase me sale más rápido de lo que debía, había pensado en voz alta — Lo siento... lo siento, pero preferiría que no me llame así...

Parece llevarse una segunda sorpresa, Gustave no parece ser el tipo de persona acostumbrada a recibir un no; y mucho menos de su futura prometida, que debe ser recatada y sumisa. Recuerdo que la primera vez que hablamos él me cayó la boca directamente. No sé porque hoy estoy tan irritable, debería limitarme a quedarme en silencio y ya.

— Tiene la sinceridad típica de un francés — parece satisfecho, cosa que, otra vez, me sorprende — Admito que la idea inicial de una banal chica inglesa me desmotivaba, pero creo que usted tiene un potencial innato.

¿Me estaba despreciando por mi nacionalidad? O eso al menos, antes de que le gritara que no me llamara querida.

— ¿Por qué simplemente no regresa a Francia? — suelto otra pregunta pasivo-agresiva inadvertidamente.

Se detiene en seco, espero que no este tentando sus limites de paciencia, si esta disgustado parece disimularlo muy bien, no cabe duda que le han enseñado a actuar como "todo un caballero." Se pasa vanidosamente los dedos por el cabello, acomoda la solapa de su saco, da un paso hacía mi, esta peligrosamente cerca y no puedo evitar retroceder para poner distancia,  me toma del brazo con mas fuerza de la necesaria y acerca sus labios a mi oído.

— Escuche, Lady Amelie, no se que he hecho para ganarme su desprecio y tampoco me interesa, pero quiero que sepa, que si, regresaré a Francia en cuanto acabe esto, pero quiero que sepa que no lo haré sin usted, así que le sugiero que no haga nada para evitarlo, por que no podrá hacerlo.

Esta evidentemente molesto e irritado, lo sé por la manera en que habla entre dientes, y de no ser por su tono sereno, casi juraría que es una amenaza. Muerdo el interior de mi mejilla, para contener la furia e impotencia que me recorre, sobre todo por que se que tiene razón, soy incapaz de hacer nada. Vuelve a recuperar la compostura, y me vuelve a tender su brazo, seguimos con el paseo pero yo quiero correr lo más lejos posible de aquí

Inocencia perdida (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora