Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al día del juicio final;
Pedro 2:4
No era posible, era tan posible como lo imposible.
La mañana del día final era inmaculada, la tenue luz de una mañana nublada entraba por el alféizar de la ventana; sobre la puerta estaba colgado un vestido de seda y encaje blanco, era una tradición que en la ultima ceremonia todos vistiéramos de gala blanca. Envuelta en el silencio absoluto de la habitación me cambio y me siento frente al espejo, pero al mirar mi rostro lo siento ajeno, irreal, como si fuera una estatua de cera moviendose por inercia.
La cama de Olivia esta vacía, pero no importaba mucho, porque ella regresaría pronto. Me hinco a rebuscar un par de sabanas limpias, ayer por la tarde se las llevaron, pero es mejor dejarle unas nuevas, rebusco en sus cajones hasta que mis manos dan con dos botes de cristal, el primero es un pequeño frasco con unas cuantas pastillas aisladas, el otro una botella de licor.
Sin pensármelo mucho, desenrosco la botella y dejo que el liquido fuerte y amargo me caliente la garganta, logrando nublar mi visión por unos segundos; con curiosidad tomo una de las pastillas de Olivia, y me las paso con el vino. Recargo mi nuca en el borde de la cama de Olivia, me quedo mirando el techo que me parece igual de infinito que asfixiante, la cabeza me da vueltas y palpita con fuerza
¿Porqué siento que me falta algo...?
Toco mi vientre que ya se sentía ligeramente abultado, < <lo siento>> susurro, ¿porqué? por todo, respondo, te he hecho mucho mal, en realidad...desearía que nunca nacieras.
Y la realidad plausible cae sobre mi, al mismo tiempo que mis ojos desbordan lagrimas. Corro hacía el baño e intento provocarme el vomito, esperando revertir el daño, pero sin éxito. ¿Son las 9am? ¿Se supone que Gustave vendría por mi a las diez para asistir a la última misa?¿o tal vez yo debería ir a buscarlo? Como sea, necesito aire y salir de aquí.
Camino medio ida por los pasillos, me emplea un gran esfuerzo el mantenerme de pie, la cabeza y todo a mi alrededor da vueltas, cuando doy un paso adelante siento que el piso se hunde y no distingo el camino, logrando que antes de darme cuenta mi cara se estrelle contra el piso.
Los mareantes y el golpe logran hacerme perder la consciencia, por unos minutos lo único que noto son unas manos levantándome y cuando por fin vuelvo en mi misma estoy en el pabellón de enfermería. Me levanto y miro alarmada a mi alrededor con la sensación de que han pasado horas, pero cuando miro el reloj son las 9:18, no han pasado ni veinte minutos desde que salí de mi habitación.
La misa de la ceremonia de cierre es a las diez, y debería estar pronto para reunirme con mis padres y Gustave aunque...no sé exactamente porqué ¿acaso ya me había resignado a mi destino? Puede que no, aunque en realidad nunca tuve otra opción.
Me pongo de pie y examino mi alrededor, no hay nadie, en si, todo el campus luce vacío. Pero me sobresalto al notar a otra persona del otro lado de la sala, me acerco con cautela y diviso un ente inerte sobre una tarima de metal bajo una manta gris y veo un rizo dorado que podría reconocer en cualquier lado
— ¿Olivia..? — susurro acercándome con las manos temblando. — Olivia ¿eres tu? soy yo...Nora...
Al llegar hasta ella, quito la manta gris y veo su rostro pálido, debajo sus ojos profundamente enmarcados se ven trazadas sus venas como rayos paralizados, como si alguien los hubiera detenido. Acaricio su cabello dorado, pero no es sedoso como siempre, es como si estuviese quemado.
ESTÁS LEYENDO
Inocencia perdida (+18)
Teen FictionNora es una joven adolescente proveniente de una familia adinerada y privilegiada, no conoce nada de la vida, ni siquiera de si misma, aún así es llevada a un internado católico conservador con el único objetivo de conseguir esposo y casarse al fina...