La tarjeta de San Valentín

Cap. 4 Recogiendo los platos rotos

Al final del día se llevaba a cabo una reunión de emergencia entre 3 brujitas ya conocidas, quienes en circunstancias normales durarían horas de acalorada discusión, pero hoy las pruebas eran contundentes y los culpables salieron a la luz en pocos minutos y su castigo fue ejemplar.

— ¿Tue hechizaste a los campistas con alguna poción o hechizo de amor? — Pregunto secamente Susie.
— No — Contesto Alice.

— Bien iré a limpiar este desastre —Susie exclamo alargando la frase y con expresión de fastidio mientras salía berrinchando en voz baja.

Pero, así como salió regreso retando a todo el mundo —pero en cuanto atrape al responsable las pagara todas, ¡si lo hare sufrir! —exclamo la gata exagerando la pose y desapareciendo en una nube de humo, digna actuación de una villana de novela.

No pudo dejar de reír la joven Alice, mientras seguía entretenida jugando con una linda gatita blanca que se veía adorable con su mini sombrerito de bruja.

Si bien Alice era poderosa y en raras ocasiones destructiva, nunca ha negado sus destrozos, en cierta forma le da un poco de satisfacción el superarse en cada ocasión.

—Estúpido campamento, estúpidas fiestas, estúpida decoración —Pensaba furiosa Susie.

Se limitaba a seguir avanzando y con la varita arreglar los destrozos que literal en su mayoría ella misma había provocado saboteando los festejos para algunos de los campistas.

—Mugres sentimientos y emociones, porque lo complican todo —Seguía pensando ahora más calmada.

Al ser tan hábil en la magia no necesitaba ni ver los desastres con un solo movimiento estaba arreglado, algunos muebles rotos, algunos arbustos maltratados, basura que antes era decoración, todo desapareció.

Y claro uno que otro campista que parecían zombis enamorados.

A pesar de negarlo disfrutaba como se lastimaban a si mismos o lo torpes que eran estos al avanzar.

Satisfecha de su trabajo dio un fuerte suspiro e inflo el pecho en señal de orgullo.

—¡que harían sin ti Susie! —exclamo la orgullosa gata pues en parte sabia que a pesar de sus maldades salió impune.

Aprovecho el momento para meditar sobre quien pudo ser el responsable, pues el manejar una poción de ese calibre no cualquiera podría y un novato fácil produciría una versión defectuosa, claro el que se propagara era una simple señal de que era obra de un novato.

—le daría un 6 por el esfuerzo y un punto extra por el desastre —replico orgullosa por la maldad que había presenciado.
He incluso pudo ser un acto de sabotaje, no podía estar mas orgullosa y claro su sonrisa lo demostraba, debía encontrar a ese campista.

Pensó para si misma con una curiosa alegría —lo felicitare, lo elogiare, le daré un abrazo y lo agarrare a besos hasta que pida piedad y claro después lo destruiré por hacerme trabajar de más— Seguía revisándolas cabañas ahora con una sonrisa forzada y con sed de venganza, pobre de aquella alma que la provocara en esos momentos.

Estaba dispuesta regresar a su cabaña cuando recordó a un campista muy particular, saco de entre sus cosas una tarjeta ya arrugada por el viaje, era roja con un liston blanco, la miro y suspiro, hasta ella misma desconocía el por qué la conservaba, pero era demasiado obvio ella estaba contenta de recibir un elogio de uno de sus campistas, a pesar de lo mal que los a llegado a tratar; pero su molesta fue mayor al darse cuenta que al parecer solo fue una mentira más.

–Creo que ya debería de estar acostumbra — lo replico en voz baja mientras terminaba de arrugar la tarjeta y arrojarla a la basura.

Fue a la cabaña de Oscar a buscarlo y limpiarle los efectos de la poción que tenia encima, siendo lo torpe que era y andando como zombi enamorado le pareció una imagen graciosa.

—Y si tengo una mascota zombie, nunca he tenido una —pero recordó las demandas del musical del 69 y deja esa idea de lado.

Entro a la habitación y encontró al campista leyendo una revista y sin decoro lo llamo por su nombre —hey Oscar —se quedó pensativa —¿por qué no eres un zombi enamorado?, bueno ahí van mis planes para tener una mascota, bueno me has ahorrado trabajo. —Susie se retiraba de la cabaña de Oscar y a un paso afuera de la cabaña noto que el campista se levantó y se dirigió hacia ella.

Oscar apenas podía procesar lo que estaba pasando y antes de que su imprevista invitada abandonara la habitación Oscar dejo la revista y se levantó y se dirigió a ella con el movimiento más firme y constante, pero con un rostro que a simple vista de todos trataba de disimular el pánico que sentía.

—¿olvidaste algo? —pregunto Susie

El se detuvo frente a Susie y Oscar trato de articular palabras, pero no podía, las manos las tenía inquietas, se esforzaba en hablar, pero simplemente se quedó congelado.

Susie se le acercó y comenzó a sospechar —Oscar tienes algo que confesar? —Lo expreso con una voz calmada y suave —Sabia que Oscar podría ser muy emocional, a pesar de casi tener la misma altura y aparentar una edad similar, debía tratarlo con tacto.

Se le acercó a su rostro y con su mayor esfuerzo se obligó a manifestar una leve sonrisa y lo cuestiono —¿Oscar su tu.....?— La detuvieron.

No pudo terminar su frase cuando un par de labios la detuvieron, fue un beso simple, jovial e inexperto.

Susie no daba palabras al momento, no supo cómo actuar y cuando ese par de labios la dejaron, se quedó con la boca entre abierta instintivamente deseaba continuar con el regalo recibido.

Sin darle tiempo a responder Oscar cerró la puerta, las cortinas y la luz de la cabaña. Dejando a una Susie confundida justo frente a la cabaña, él sabía que eso no la podría detener, pero no podía enfrentarla, al menos por el momento.

En cuanto a la bruja, se retiró sin dar más batalla, quien sabe talvez estaba cansada de tanta cursilería y no tenía energías para lidiar más con eso, solo se fue a su cabaña y termino rendida en el más cálido sueño, mientras apretaba el puño por la pura idea de que alguien le había robado un beso.