Cap. 22 A que le tengo miedo.

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¿Con cuántos miedos cargamos en la vida? Y cuantos de ellos los heredamos.

Eran las 5 am y en la cabaña de Oscar un par de amigos habían decidido tener una pijamada, el día anterior estuvo lleno de actividades y seria natural que el sueño invadiera a este par, pero uno de ellos despertó un poco antes de lo normal y no logro conciliar el sueño nuevamente.

Erizo siempre se ha jactado de su organización y orden, todo tenerlo bajo control, era su ideal y su zona de confort un ambiente que había logrado a través de los años.

Han pasado solo unos días y todo se derrumba y aun no logra explicarse el por qué, se supone que este verano sería el momento ideal para lograr nuevas metas y grandes triunfos, no hacia falta pensar demasiado, era prácticamente una estrella del básquet, una futura bruja e incluso una chica lobo y sin tomar en cuenta todos los logros que ha tenido en casa, es más que cualquiera desearía lograr en toda su vida, pero por que no estaba conforme con eso.

Erizo dejo de ver el techo de la cabaña y volteo a ver la causa, ahí estaba en su placido sueño, sin preocupaciones, era un espectáculo que pocas veces se había detenido apreciar, era su pequeño Oscar siempre estaba ahí, en las buenas, en las malas y siempre para apoyarla y hacerla sentir bien.

Era temprano y Oscar seguía dormido así que, pequeñas ideas cruzaron por la mente de Erizo, él duerme, nadie observa y si despierta solo podría fingir ignorancia.

Decidió acercarse lentamente y se recostó a su lado, esto no era malo, se repitió a si misma al cabo solo estaban hombro a hombro.

Erizo estaba más rígida que una tabla, esa sensación de miedo a ser descubierta la hacía temblar levemente, no estaba mal ya antes había despertado sobre Oscar que sin querer algunas noches tenía el sueño algo inquieto.

Así que no tenía nada de malo seguía repitiéndose, después de unos momentos noto lo callada que era la cabaña, solo escuchaba la respiración de Oscar y eso la calmaba, ya no se sentía tan tensa, y se imaginó como actuaria su yo lobo interior, seria mas agresiva, se arrojaría directamente sobre Oscar y le arrancaría la ropa... Erizo se tapó la cara, ¿porque pensó en eso?

Qué más da, sin pensar mucho se giró un poco para terminar mirando a Oscar y puso su brazo sobre su pecho, cerro los ojos esperando alguna reacción, pero no, Oscar no dejaba su placido sueño, era tan cálido le recordó hace unos días cuando el pobre termino abrazándola, estaba asustado y nervioso y ahora lo comprende en parte, era tan reconfortante.

Qué más da lo quería abrazar, estaba agradecida que pijama estuviera fuera, sería raro darle alguna explicación, pero hablando de la pijama, esta tenía botones y sin querer había desabrochado uno de ellos.

Erizo después de estar inmóvil y quedar viendo su mano inconscientemente comenzó a jugar con su dedo índice, ese botón podría soltarse sin ningún esfuerzo pensaba, con su uña lo movía juguetonamente de un lado a otro hasta que —ups— pensó para sí misma.

Por qué se emocionaba con algo tan trivial, acaso es la sensación de hacer algo incorrecto, tal vez la emoción de ser descubierta en su pequeña travesura y por qué lo estaba disfrutando tanto, ya conocía este sentimiento, como chica lobo dejarse llevar era algo natural, abrazar su lado salvaje, pero esto era diferente, todo su yo le decía que no debía hacerlo, que no era la manera que debía controlarse, pero porque no se quería detener, era un pacer culposo.

Oscar inconscientemente entresueños se comenzó a mover un poco buscando una posición cómoda para dormir.

Las alarmas de erizo se dispararon, pensó que habría despertado a Oscar así que solo cerro los ojos y fingió seguir dormida, su corazón latía más de lo normal y trato de controlarse y no ser descubierta.

Después de girar un poco en su lugar Oscar termino volteando hacia su compañera de cuarto clavando su rostro en el cabello de Erizo, eran instintivos sus movimientos, parecía un pequeño cachorro repagándose al calor de su madre.

Erizo no sabía si maldecir y agradecer su suerte, si bien quería cometer una travesura no deseaba llegar a tanto, inmóvil permaneció por un rato más, no deseaba despertar a Oscar que en estos momentos se encontraba en una posición demasiado agradable para su gusto, su mejilla estaba sobre su pecho fue tan conveniente.

Por un momento se pregunto a si misma si había luna llena y revisó sus manos para ver si no tenia garras de lobo, podía sentir esa emoción de la caza, justo en el clímax de la persecución cuando tienes a tu presa sometida y tu mandíbula esta en su cuello, Erizo no hizo mas que acurrucarse en el cuello de Oscar y se dispuso a disfrutar de la sensación.

Ya había llegado lejos, y quería continuar deslizo lentamente su mano dentro del pijama de Oscar comenzó a deslizarla sintiendo esa sensación de recorrer su estomago con la yema de sus dedos, no quería despertarlo pero que le impedía detenerse de jugar con su pequeña presa, sentía la cara caliente y su corazón latía de emoción.

Erizo no veía nada, seguía acurrucada solo se guiaba con el sentido del tacto y estaba agradecida que Oscar tuviera el sueño tan pesado.

Levanto un momento la vista y ahí estaba, la imagen la hizo detenerse una de sus orejas, ya hace tiempo las había notado le parecían graciosas y a la vez lindas ahora tenia una frente a su cara era acaso una invitación, no supo por qué, pero la mordió.

—haaa!!!— Oscar despertó de golpe y de la impresión giro en dirección contraria, haciendo un desastre consigo mismo y los objetos que estaban a su alrededor, —Erizo despierta, creo hay una serpiente— Grito Oscar rápidamente prendió la luz y no observo nada mas que a Erizo quien fingía se estaba apenas despertando.

—¿Qué pasa Oscar?, ammmmm— Bostezo profundamente — ¿Serpiente? Debió ser tu imaginación— dejo caer su cara en la almohada disimulando sueño, pero lo que quería era calmar un poco su corazón acelerado y lo roja que tenía la cara.

—No Erizo, yo la sentí, me había atrapado y luego me mordió en la oreja— Trataba de explicarle a Erizo.

—Oscar creo que tuviste una pesadilla— se expresó con somnolencia.

—Pero Erizo y mi oreja, aun puedo sentir que me duele— expreso preocupado Oscar.

—Ven aquí Oscar déjame ver tu oreja— decía mientras aun tenia su rostro enterrado en la almohada —No es nada solo te la machucaste con algo— mentía, aun se veía muy de cerca la marca de sus colmillos clavados, se veía imperceptible así que miro alrededor y noto un pequeño broche que estaba cerca de su almohada —aquí esta la serpiente, te acostaste sobre el mi broche, perdón Oscar, ven— Erizo lo abraza tratando de calmarlo.

Oscar acepto la invitación y volvió a intentar dormir, en poco ya había olvidado el asunto y en segundos estaba nuevamente dormido.

Ella podía escuchar el latido del corazón de Oscar, era tan pacífico y familiar como una melodía, se sentía segura y en paz, poco a poco se fue calmando no se dio cuenta en qué momento volvía a caer rendida ante el sueño.

La tarjeta de San ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora