El ángel de la Ópera

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Una noche de fiestas Flora llevó a sus ahijados a ver una obra de teatro. Algunos niños lo disfrutaron, otros se durmieron, y otros dieron que hacer, pero en general todos se divirtieron porque así salían del orfanato a pasear un rato con su tutora.

Ya eran las 10:00pm cuando regresaron al alojamiento. Todas las camas estaban tendidas y listas para dormir, no sin antes darse un baño refrescante, y cuando ya estaban listos, Flora se sentó en el sillón de siempre y comenzó a narrar una historia.
- ¿Qué cuentos quieren hoy niños?
- ¿No tienes uno de música?- preguntó Lorena.
- Si, más o menos, es sobre un ángel que le gustaba la ópera, y bajaba desde el cielo solo para escuchar y ver de cerca.
- ¿Un ángel?

Había una vez en una ciudad muy grande y próspera, donde la cultura era sinónimo de grandeza y virtud, que la ópera era muy respetada entre sus aldeanos, y en especial un teatro era muy acogido por su gente. Le decía el Loreal, allí las mejores actrices y actores se estrenaban y cantaban para todo aquel que podía pagar sus costosas entradas. Aunque siempre había algún pobre que se colara sin ser visto, pudiendo disfrutar de sus maravillosas y glamurosas obras de artes.

Un aficionado en particular seguía atentamente sus obras. Un ángel, era blanca, con cabellos y ojos negros, parecía una adolescente y cada vez que comenzaba el teatro a estrenar, ella bajaba a la tierra para disfrutar de la música mucho más de cerca.

Primero intentaba escuchar desde las nubes, pero era demasiado alto, así que comenzaba a bajar a las colinas, pero seguía sin escuchar como deseaba, por lo que se acercaba cada vez más hasta que por fin terminaba en la cima del teatro.

A pesar de su apariencia juvenil, el ángel era enorme, casi un gigante a los ojos de los humanos, y además sus enormes alas blancas relucían por encima de su propio cuerpo, y su brillo celestial llamaría mucho la atención en caso de acercarse demasiado. Así que no podía quedarse mucho tiempo cerca de la multitud. Sin embargo, la música la enloquecía, eran tantos los deseos que tenía de bailar, que terminaba en el jardín más cercano que había, uno abandonado y que por eso nadie lo visitaba, pero quedaba relativamente cerca del teatro y se podía escuchar un poco su música, por lo que el ángel se iba a bailar entre sus muros.

Enternecida por la música danzaba volando, dando giros, saltos, con gran felicidad, parecía que no era dueña de su propio cuerpo, sino que este tenía voluntad propia y en ese momento, nada le importaba más que ser llevada por la melodía.

Solo que ella no sabía que sí la estaban viendo. El jardinero que se ocupaba de cuidar la casa, se preparaba su té favorito y su escondite cada vez que había una obra en el teatro, pues sabía que lo más seguro era que el ángel aparecería para bailar. Y era así como el joven tenía su propio show privado, de una de las mejores obras que se pudiera imaginar.

El ángel bailaba toda la noche, al menos mientras hubiera música, y ya cansada de tanto girar, volar y danzar quedaba sentada en medio del jardín con la cabeza apoyada en sus piernas. Con una sonrisa en los labios de cansancio y de felicidad.

Solo que un día, en ese reino comenzó una guerra, y la gente ya no tenía tiempo para el arte, así que el teatro fue poco a poco a la quiebra, incluso aun cuando la guerra se acabó, el teatro fue destruido y sustituido por un Hotel.
- ¿Y el ángel?- preguntó Lorena
- No bajó jamás.

El joven jardinero siguió arreglando el jardín por si alguna vez volvía a bajar, pero jamás pasó. Y en su lugar construyó una fuente, con la figura del ángel que amaba bailar entre sus muros y flores.
- ¿Este teatro será algún día destruido hada madrina?
- Quizás amor.
- Nooooo, no quiero - dijo Laura
- Descuida, seguro construirán otro, lo que jamás será destruido es el arte, pues es parte de nosotros los seres humanos. ..... bueno, a dormir mi niños.

Flora cogió una cajita de música que había en la cómoda y la abrió, saliendo al descubierto una bailarina y su melodía, para sonar mientras tuviera cuerdas.

Cuentos del Hada MadrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora