Shing Seing

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Ya oscurecía cuando Flora visitó nuevamente a sus ahijados para contarles un cuento de buenas noches, y como es de costumbre llegó con la luz de luna que entraba por la ventana.
- Buenas noches niños- dijo la hechicera.
- Buenas noches hada madrina- le contestaron.
- ¿Qué cuento les gustaría que les hiciera hoy?
- Mira hada madrina- interrumpió Laura enseñando una estatuilla de porcelana media rota.
- ¡Oh, Qué lindo! ¿Dónde encontraste eso?
- Hoy mientras limpiábamos el patio, estaba enterrada.
- ¿A ver?- Flora la tomó y pudo ver más o menos que se trataba de un adorno de porcelana china, se trataba de una mujer con un sombrero chino, pero no estaba vestida como comúnmente lo hacen las mujeres de ese país, sino que parecía llevar una armadura.
- ¿Es un hombre?- preguntó Luis
- ¿Los hombres tienen senos?- le preguntó Flora.
- No- Contestó el niño.
- Porque este tiene senos grandes..... es una mujer samurái.
- Waaaoooooo- dijeron en coro.
- Hada madrina..... la nodriza dice que las mujeres no pelean- dijo Laura.
- El que la mayoría de las mujeres no peleen, no significan que las mujeres no podamos pelear. ¿Cuántas historias no les he contado de heroínas? Incluso ángeles.
- Algo así le dije a la nodriza pero cree que lo inventé.
- ¿Cómo los cuentos de hadas?
- Jajajajja- se reían los niños, acertando.
- Miren-continuó Flora- no pueden creer en todas las historias que les hagan, pero sí pueden creer en las que yo les cuente, pues todas son verdaderas, tanto, como mi bosque mágico y mi magia- diciendo esto el sillón que estaba a lo lejos se arrastró hacia ella, y en su mesa apareció todo un arsenal de comida, con un juego de tazas de té y panecillos.
- ¡Ahhhhh! - se asombraban los niños ante la magia de la hechicera.
- Que oportuna esa estatuilla, porque me recuerda la historia de Shing Seing- y diciendo esto la bruja comenzó a contar:

Había una vez, en el antiguo Japón, un pequeño pueblo que intentaba permanecer lo más lejos de una guerra impuesta por un ambicioso emperador. Ellos venían de una raza de samuráis rebeldes, pues no estaban muy de acuerdo con las ambiciones y crueldades del mismo.

Este emperador había creado un gran imperio llevando destrucción y crueldad a todo el mundo, incluyendo su propio país, a los que azotada terriblemente para llevar a cabo sus ambiciones.

Este pueblo tenía como tradición el aprendizaje de las artes marciales, pero era sólo para hombres, a las mujeres se les tenía completamente prohibido, estas tenían como meta la familia, o sea, servirle a su esposo e hijos, lo cual no significaba que no hubiera alguna que otra deseosa de aprender. Y ahí es donde aparece Shing Seing. Esta joven observaba desde las rendijas de su casa las prácticas de sus hermanos, se la pasaba cada vez que podía observando al maestro y a los hombres ejercitar, y cada vez que tenía oportunidad, practicaba a escondidas por sí sola.

Su madre era conocida por su belleza e inteligencia, y por sus prendas también, pues se dedicaba a hacer hermosas artesanías de porcelana que luego intercambiaba por ropa, comida, o alguna cosa de valor.

Pero sus prendas eran muy exuberantes, excepto una, que no se podía ver pues siempre estaba introducida en su pecho.

Un día el pueblo fue sorprendido por barbaros, enemigos del emperador, pero estos fueron aniquilados en pocos minutos, pues ninguno tenía la preparación de los samuráis. Uno de esos salvajes entró en la casa de Shen Seing, y cuando los hermanos se dieron cuenta corrieron asustados pensando que habían lastimado a su hermana, pero en vez de eso, ella estaba muy tranquila sirviéndose un taza de té frente al cuerpo del hombre que la había atacado.

La madre llegó asustada y se quedó con la misma reacción que sus hermanos, atónita y quieta, pero jamás sorprendida pues sabía lo que su hija se dedicaba a hacer. Los demás hermanos se fueron, pero el mayor que no dejaba de mirarla serio, le dijo:
- Si alguien te pregunta, fui yo quien mató al bárbaro.
- ¿Quieres llevarte todos los méritos hermanito?- le dijo la chica sonriendo.
- ¡No seas tonta! Sabes que te expulsarán si se enteran que sabes pelear.

Cuentos del Hada MadrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora