El retrato pintado

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En una ocasión Flora llevaba a sus ahijadas que ya eran señoritas a comprarse unos vestidos nuevos para asistir a un baile.

Ella hubiera podido simplemente hacerles uno, pero querían salir de compras, como cualquiera lo hacía. Y estando en la feria, vieron un hermoso cuadro de una joven llena de diamantes y rubíes. El retrato pintado era muy bello, y las jóvenes se quedaron hipnotizadas mirándolo.
- Este cuadro me recuerda una historia de la India- dijo Flora.
- ¿Nos los cuentas?- dijeron las muchachas.
- Seguro, pero cuando estén en sus camas, así los demás niños también podrán oirlo. ¿Ya encontraron sus vestidos?
- Más o menos, me gusta......

Las jóvenes encontraron lo que
buscaban, y luego Flora se los mejoró aún más. Ya por la noche se acostaron todos a escuchar la historia de su hada madrina, quien inició como siempre:

Había una vez un joven guerrero que caminaba por un mercado y quedó pasmado ante un cuadro en venta. Se trataba de un retrato pintado, y era una hermosa joven india, tenía la mirada hacia abajo y estaba completamente cubierta de diamantes con un velo azul.

La figura de la joven le era tan hermosa, que el joven llamó al vendedor y le rogó que le dijera quien era la joven del retrato.
Pero el hombre se negaba a hablar, entonces le dijo que le daría dinero pero aun así el vendedor se hacía el difícil, y cada vez le dio más dinero hasta que consiguió que hablara. Según el oportunista era una joven india, de familia adinerada llamada Azucena. El cuadro había sido pintado recientemente, así que ella sería así de joven y quien sabe, tendría oportunidad.

Para su suerte, el joven ya había comprado el cuadro pues ante tanto interés, seguro le cobrarían una fortuna, y siguiendo las direcciones del vendedor, montó su caballo y se fue muy decidido a encontrar a la joven que le había conquistado con tan solo ver su retrato.

Llegó al puerto y allí se embargó hacia la India, con el cuadro como referencia para encontrarla y una triste dirección, pero cuando llegó al lugar nadie sabía quién era la joven.
- Aquí no vive ninguna Azucena, de echo ese no es un nombre Indio- le explicaba el hombre que apenas sabía hablar inglés.

Bueno, o el hombre indio no sabía nada o el vendedor lo había estafado. Pero de igual forma era una gran decepción para el joven enamorado.
- Mire -dijo el indio sintiendo lástima por él. -Esta mujer parece de la realeza por sus atuendos, ¿Por qué no intentas en esa zona de allá?
- Gracias buen hombre.

El muchacho siguió caminando, y se internó en una feria, apenas sí podía avanzar por la multitud. Entonces escuchó una música y siguió a la muchedumbre que iba a ver el espectáculo. Varias mujeres danzaban canciones indias, eran espectaculares, y luego de que terminaran apareció desde el fondo una joven en particular, tenía cubierto su rostro, y sólo se le veían sus ojos que eran azules, algo muy raro en ese país, pues la mayoría eran trigueños de cabello y ojos negros.

En un instante, la joven se quitó el velo y adoptó una posición de danza donde bajó la vista, parecido a la joven del cuadro y el muchacho creyó que la había encontrado. Todos habían pensado que era adinerada por sus atuendos, pero en realidad solo eran trajes de danza, así mismo, la bailarina se parecía mucho a la del retrato. El hombre estaba con la boca abierta, no podía creer su suerte; ella era perfecta.
Esperó a que la función acabara y se acercó a los camarotes, entonces fue cuando la vio salir.
- Y se casó con ella- preguntaba Elizabeth.
- Si te lo digo se acaba la historia.... ¿Continuo?- los niños asintieron con la cabeza.

El joven la esperó al salir de los camerinos con un ramo de flores y se los dio. Ella sólo sonrió y le agradeció.
- ¿No me dirás tu nombre?- le preguntó el joven.
- ¿Quién quiere saberlo?
- Un admirador.
- Si eres mi admirador ¿Cómo es que no sabes mi nombre? Lo dicen todas las noches antes de comenzar a bailar.
- Bueno, yo te vi hoy por primera vez y quedé encantado. ¿Me dirás tu nombre?
- Aún no me has dicho el tuyo.
- Sagir.
- Laila... - los jóvenes se quedaron mirándose- me tengo que ir.
- ¿Siempre bailas aquí?
- Así es
- Te veré mañana entonces.
- Jajajaja- se rió la joven, a la cual parecía gustarle el muchacho también.

Al día siguiente el show comenzó otra vez, y apareció Laila bailando para el público que la aclamaba con flores y aplausos. Ella se veía radiante, lo había localizado en el público y bailando le tiró una de las flores, el sonriendo la recogió.

Pero antes de que terminara su danza, comenzaron a sentirse gritos de otras partes, eran gritos de horror. La gente que estaba viendo el espectáculo pronto se dio cuenta y también comenzaron a correr. Sin embargo, los artistas continuaron tocando y Laila continuó bailando, terminando su danza prácticamente para un grupo de guerreros que al parecen eran los protagonistas del ataque.

Tan solo la joven terminó, los hombres se abalanzaron hacia ella, pero Sagir se puso frente a Laila con espada en mano. Ella se quedó detrás quitándose algunas prendas de danza, mientras él, inmóvil, miraba a los malditos atento a todos sus movimientos. Hasta que comenzó la pelea.

Los hombres arremetieron contra Sagir, y este les contestó muy bien con su espada, peleando con los tres al mismo tiempo. En eso, aparecieron cinco más, ya sería ocho, algo difícil de rebasar, pero tuvo ayuda. A sus espaldas se colocó Laila.
- ¿Qué estás haciendo?- le dijo el joven entre dientes- ¿Yo te protejo y tú te pones en medio de la pelea?
- Gracias por defenderme, pero yo sé hacerlo sola.
- Ah, magnífico...... es bueno saberlo- dijo Sagir con ironía.

Los hombres riéndose, atacaron de nuevo, y la pareja peleó cubriéndose las espaldas mutuamente, hasta que derribaron a sus enemigos, volviéndose frente a frente. El aire soplaba entre los dos, la brisa movía sus cabellos y el velo de la joven, parecían conocerse desde siempre y algo los atraía hacia sí, terminando con un beso.

En eso la música comenzó a tocar, pero no solo eso, varios hombres atacaron nuevamente a la pareja quien se defendió, y en vez de una pelea, aquello parecía un espectáculo, terminando en la derrota de sus enemigos y en los aplausos del público que se había reunido para observar.

Los invasores habían sido detenidos por el ejército del reino que había reaccionado rápidamente a la invasión.

Estaban a salvo, por el momento.
- ¿Dónde aprendiste a pelear así?- le preguntaba Sagir mientras cenaban.
- Aprendí por mí misma, observando a mis hermanos con sus maestros.
- Eso es atrevido. Pudieron castigarte.
- Lo sé. Pero prefiero que me castiguen a no saberme defender en estos tiempos difícil.
- ¿Crees que pudiera conocer a tu familia?

Esa noche los jóvenes se quedaron conversando sobre sus vidas, conociéndose, aunque parecían hacerlo de toda la vida. Sagir le preguntó cuándo había dejado que le hicieran un retrato.

Ella dijo que jamás se había hecho uno y fue cuando le enseño el retrato pintado. Fue una gran sorpresa para Sagir saber que aquella joven no era la del cuadro, y que simplemente el vendedor lo había estafado. Pero no pasaba nada, pues gracias a eso, habían encontrado a la mujer de sueños.

 Pero no pasaba nada, pues gracias a eso, habían encontrado a la mujer de sueños

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- Que hermosa historia hada madrina- decía Elizabeth que era una romántica.
- Y buena para dormir- decía Esteban observando a sus "hermanos" rendidos.
- Esa es la idea ¿No? ..... descansen mis tesoros.

Flora se levantó, se puso su capa que apareció de la nada y se desvaneció por la ventana.
- ¿Para qué necesita capa si se volverá una brisa?- peguntó Esteban a Elizabeth.
- ¡Mmm!- contestó la joven alzando los hombros.

Cuentos del Hada MadrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora