«¿Podemos hablar?»
Salté en mi puesto al recibir aquel mensaje de Keelan.
Por la tarde, en el trabajo, me permití un pequeño descanso a escondidas. Estaba sentada en la poceta del baño revisando mis redes sociales cuando esa notificación llamó mi atención.
Me aterró creer que lo sabía todo, que por un momento Eros decidió contarle los últimos acontecimientos y todo se iría a la mierda.
Otro aviso me alertó, mas el contacto era otro. Eros.«Bizcochito cobarde. Sal de ahí, quiero verte. :(»
Respirando pesadamente bloqueé el teléfono, precisando una huída rápida y efectiva. El problema era que las dos personas que podían ocasionar miles de emociones se encontraban juntas en el mismo lugar.
Decidida, abrí la puerta de los sanitarios y caminé firmemente como un soldado siguiendo órdenes, enfrentándome a ellos.
Los observé a los dos, ambos con sus teléfonos: Keelan con ojos suplicantes me observaba de reojo sosteniendo su barbilla con la mano libre, a diferencia de Eros, que con una mueca de lado mordía su labio intentando contener una carcajada.Ahora más indecisa que nunca, y procurando llamar lo menos posible la atención del señor Steven me dirigí en dirección a Keelan divisando la sorpresa en el rostro de su amigo. Volteé la mirada prestando atención al rubio, pues me había dolido ver a Eros de ese modo. Pero debía hablar con Keelan y aclarar lo que sea que tuviéramos en ese momento.
—Recibí tu mensaje —expliqué tratando de sonar casual, mas los nervios me comían viva—. Si quieres hablar debe ser rápido y afuera.
El rubio sonrió, se levantó de su puesto y plantó un beso en mi mejilla que duró más tiempo del que supuse, o eso creí. Me vi aún más incómoda, contemplando cómo se tensó la mandíbula de Eros, cuando Keelan tomó mi mano guiándome hacia la salida.
Le seguí el paso cediendo a la tentación de consolar a Eros, quien se veía muy afectado pero intentaba disimularlo respondiendo con asentimientos a la conversación que Natalie intentaba tener con él.Una vez fuera enfrenté a Keelan rogando que mi voz no se sintiera afectada por lo sucedido.
—¿De qué querías hablar? —lo animé apoyándome contra el muro a la espera.
—Quiero saber que trae Zhein contigo.
Ah, asique de eso se trataba...
—Nada, le encanta ser un grano en el culo, solo eso, ¿Por qué lo preguntas? —musité serena, ocultando cualquier cosa que pudiera delatarme, desde gestos hasta el tono de voz. Keelan podía ser muy inteligente, el condenado interpretaba cada movimiento a la perfección.
—Te está buscando, y mucho. No es una persona de fiar en lo absoluto. Me sorprende la cercanía con la que frecuenta a tu alrededor, solo eso. —me analizó detenidamente ladeando su cabeza a un lado, chasqueando la lengua.
—Y a mi me sorprende cuánto te aborrezco la mayor parte del tiempo.
Lo solté sin tapujos utilizando ese único recurso como mecanismo de defensa, pues prefería decirle eso a delatarme por completo si arriesgaba el plan que había creado con su hermano, por injusto que se percibiera ocultarle todo al rubio. Su delicado rostro inexpresivo se transformó a uno de sorpresa al oír mis palabras, y sus singulares ojos azules se mostraron desorientados.
—Pero que... —pareció desconcertado, pues seguramente no esperaba un cambio abrupto de tema.
Proseguí con mi plan. Prefería quedar como una mujer exigente que se respeta, a exponerme frente a él.
—Cada maldita vez que te busco, que quiero intentarlo, me acercas tanto y luego simplemente me alejas.
—Te lo dije por mensaje, lo repetiré nuevamente: No me siento preparado. No creo que sea necesario recordarte lo confusa que está mi cabeza en estos momentos —se defendió aproximándose en mi dirección para luego estrecharme entre sus brazos—. Lo siento.
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PERFIDIA
Teen FictionAlguien me dijo una vez que las personas somos despiadadas y crueles por naturaleza. Que aunque no lo quisiéramos, siempre lo llevaríamos con nosotros. Que de algún modo, una pequeña porción en nuestro inconsciente actúa injustamente gozando las de...