—Oye, siento que estamos hurtando lo que no es de nuestra incumbencia —me tensé en mi posición inspirando profundamente.
Había ayudado a Keelan en su absurda idea de investigar más el comportamiento de su hermano Zhein. Me excusé para revisar un cuarto que había funcionado como una vieja oficina en el restaurante.
—Es exactamente eso lo que estamos haciendo, Ariadna, ¿podrías concentrarte? —me cuestionó Keelan todavía enfocado en su objetivo.
—Es muy pobre la iluminación aquí dentro. No encontraremos nada —comencé a susurrar al borde del espanto siendo consciente del calor que volvía pesado el ambiente. No quería ser descubierta en estas circunstancias.
—Shhh... —se sacudió su cabello y luego su pecho, curvando sus cejas asqueado cuando una buena porción de tierra aterrizó sobre él tiñiendo su atuendo. Obligado a retroceder, se encaminó hacia la esquina para seguir explorando.
—¿Qué buscamos exactamente? —dirigí mi vista impaciente de nuevo a la caja polvorienta que tenía frente a mí, cubriendo mi rostro una vez que pasé mis manos sobre ella para quitar las partículas que comenzaban a llenar el poco aire allí adentro.
—Drogas, armas o cualquier cosa que se vea sospechosa —musitó el rubio de puntillas, revisando los viejos estantes colocados sobre la mohosa y húmeda pared.
Se encontraba de espaldas.
Esa postura le comprometía la mayoría de sus músculos por el esfuerzo involucrado, sobre todo sus piernas contorneadas y su trasero bien formado sobre el ajustado jean que se entallaba en la parte superior y se aflojaba desde las rodillas hacia abajo.
Sus brazos subían y bajaban con rapidez, elevando su camiseta gris con cuello en V.
¡Joder, que visión llevaba desde aquí, un deleite visual!
Mordí mi labio sacudiendo la cabeza para alejar aquellos pensamientos indecentes, volviendo a la realidad de la situación.—¡¿Que?! —mascullé tragando fuertemente y aumentando mi tono de voz cuando, a causa de la sorpresa, golpeé la caja que no demoró en caer al suelo. Por suerte solo contenía papeles y facturas que debían llevar varios años allí, por el tono amarillento de sus hojas.
Me pregunté hacía cuánto su madre había inaugurado este lugar.Suspiró con fuerza, volviéndose en mi dirección y agarrando el puente de su nariz a punto de perder la paciencia.
—Es sobre Zhein, hace días le vi en algunas situaciones comprometedoras —articuló con impaciencia, moviendo sus labios como si quisiera decir algo más que dejó al aire—. Sospecho que el bastardo está involucrado en algo ilegal y lo he visto rondando mucho esta área —volvió a su posición, continuando con su tarea—. Estoy seguro que oculta sus mierdas aquí adentro. Y qué mejor sitio que el restaurante de mamá. Eso no puede ser casualidad.
Asentí sin creerlo del todo. Quizá Keelan solo buscaba motivos para echarlo a patadas de su casa, porque era claro que ellos dos se llevaban como perros. Crucé mis brazos observando la pintura seca que comenzaba a desprenderse de la pared.
—Sabes que es mi hora trabajo y tuve que excusarme para venir hasta aquí. Podrían despedirme si me encuentran en este cuarto abandonado husmeando entre las pertenencias de la jefa —jugué nerviosa con mis dedos enfatizando la última palabra—. Y estás al tanto de mi delicada situación con ella.
—Diré que fue mi culpa —refutó secamente.
—No se trata solo de eso, me estás comprometiendo, y no solo como trabajadora.
—Si eso sucede, hablaré con la dueña —soltó en un comentario cargado de mofa e ironía, haciendo caso omiso a mis últimas palabras.
—Para ya con esto Keelan. No somos detectives y no hallarás nada en una vieja habitación —propuse al borde de la rabia.
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PERFIDIA
Teen FictionAlguien me dijo una vez que las personas somos despiadadas y crueles por naturaleza. Que aunque no lo quisiéramos, siempre lo llevaríamos con nosotros. Que de algún modo, una pequeña porción en nuestro inconsciente actúa injustamente gozando las de...