capítulo 21

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Esa mañana en el instituto aproveché para escabullirme entre los estudiantes adormilados. Había estado observando los comportamientos de Eros y Keelan frente a sus amistades, y de un momento a otro el pelirrojo le habló al oído indicándole el camino hacia el salón de música.
Los perseguí a la distancia siendo muy precavida ya que ambos se veían atentos al resto de los alumnos. Cuando arribaron sonó el timbre para regresar a clases.
Me oculté detrás de la pared que se separaba de las puertas después que Eros las cerró observando hacia un lado y el otro con una sonrisa en su rostro.

¿Qué le sucedía?

Regresó serio en lo que me tomé unos segundos para arrimarme en cuclillas y gatear hasta llegar cerca de las puertas del otro extremo, donde una de ellas permanecía sin estar cerrada del todo debido al material desgastado. Me coloqué en una posición cómoda y activé todos mis sentidos.

—Tengo que decirte algo, y probablemente no sea de tu agrado —soltó Eros endureciendo la voz y el rostro.

Keelan lo observó hundiendo las cejas, tal vez preguntándose qué podría ser tan importante para que su amigo le hablara en ese tono.

—Es sobre Ariadna —jugó con el borde de su camiseta para ocultar, en vano, el nerviosismo del momento.

—Solo dispara. —insistió el rubio restándole importancia al estado del pelirrojo.

—Ella... me atrae de formas que no logro comprender. Ella me trae loco —finalizó Eros observando al suelo, mordiendo su labio inferior.

—Lo sé. —cubrí mi boca ahogando un grito de sorpresa ante su respuesta. La reacción del pelirrojo fue abrir sus ojos desmesuradamente quedándose sin habla.

—¿Qué? —insistió Eros aún conmocionado.

—Lo que oíste. No es muy difícil darse cuenta que andas tras su pasos.

—Mierda —se quejó Eros para sí mismo, en voz baja.

No logré recuperarme luego de unos minutos, pues mi impacto era enorme.
Me visualicé huyendo despavorida del salón ante la confesión del pelirrojo hacia Keelan, pero debía quedarme a escuchar lo que tenían para decir, aunque fuera oculta en la sombra.

—¿Qué es lo que la vuelve especial para ti? —le cuestionó el rubio cortando el silencio.

—Ella alivia cargas Keel, es la razón por la que estoy libre de los delirios con los que tú convives, aunque soy igual de culpable. Pero bizcochito, de algún modo, es una mediadora entre lo que está bien y lo que está mal, y sabes de lo que hablo —posó su mano en el hombro de su amigo para reconfortarlo

—¿Y qué harás con ella? —quiso saber Keelan alzando una ceja.

—No sé a qué te...

—No eres idiota, Eros. Sabes cómo funcionan tus asuntos, y también los míos —aclaró el rubio con obviedad ante la consternación de su amigo, quien pestañeó rápidamente como si volviera en sí.

—Claro, ¡los mismos planes que con las demás! —soltó Eros en una risa seca que se vió forzada, tratando de recomponerse.

—Solo te diré una cosa: no dejes que se te suba aquí —con un dedo tocó la frente del pelirrojo, luego señaló a su pecho—. Y tampoco aquí.

El rubio abandonó el lugar caminando hacia el lado opuesto a donde yo estaba. Agradecí que no volteara y siguiera su camino hasta desaparecer.
Nuevamente dentro del salón, Eros tomó su teléfono y lo acercó a su boca para hablar.

—Él todavía no lo sabe. Por el momento lo mantengamos así.

Había enviado un audio a alguna persona en particular de su lista de contactos, pero: ¿a quién?

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