Retuve las manos de Marco que hacían un camino desde mis pequeñas curvas hasta mi trasero cortando el beso.
Observé cómo Eros ya no podía ser retenido por Bety, quien le susurraba algo al oído a modo de súplica. Él estaba enfocado en otra situación.
Su atención estaba puesta en mí.
Se deshizo del agarre de la morena llegando a nuestro encuentro.—Ven conmigo. Necesito que hablemos. —se dirigió directamente a mi.
Su tono fue molesto, demasiado. Se estaba conteniendo de golpear el sonriente y triunfante rostro de Marco de una manera que no creí posible.
Pensé que lo vería desbordarse y esto acabaría en una tragedia.
Fingí serenidad, no quería hacer una escena y tampoco demostrarle cuánto me había afectado todo.—Lo siento, estoy en medio de algo —musité con obviedad.
—Dije que vengas. Ahora, Ariadna. Si no quieres que haga un escándalo aquí mismo. —su tono demandante me incitó a seguirlo.
—Si voy será porque yo quiero. No porque me estás obligando, que eso te quede claro. —caminé a su lado manteniendo las distancias hasta llegar a un espacio más apartado de la música, dónde pudiéramos escucharnos los dos.
—Dime una cosa, ¿a qué estás jugando? Ese papel de buena samaritana no te sirve de nada. No finjas conmigo.
—Tampoco es como si necesitara demostrarte lo contrario. No eres nadie a quien le deba explicaciones. —ataqué impaciente. Estaba dispuesta a defenderme a uñas y dientes.
En cambio, él ladeó su rostro para verme de costado con una sonrisa sugerente. Analizó mis gestos en busca de algún detalle que no supe entender.
—Eres bastante terca. Al principio pareces abierta a sugerencias y luego, de un momento a otro te cierras y te pones a la defensiva. Relájate. —negó entrecerrando los ojos en una mueca.
—Tal vez sea porque pudiste lanzar a Marco a los perros —señalé detrás mío, todavía observándolo con la rabia invadiendo mi cuerpo—. Si tan solo dejaras esas estúpidas rabietas...
—Si no lo golpeé fue porque soy respetuoso. No soy un cabron descontrolado con ánimos de joder una fiesta importante. Pero ganas no me faltaron. —sugirió lo último risueño.
—Te propongo que metas las narices en tus asuntos y dejes los míos en paz, ¿entendido?
Al ver que yo no cedería, contrajo la misma postura y con aire desafiante me confrontó:
—Él no te conoce de nada, dime: ¿cuánto le has pagado por su papel? —presionó el pelirrojo, seguramente molesto por mis actitudes en la pista de baile.
Sabía que aquello lo decía en broma, pero el propósito detrás de sus palabras no estaba tan alejado de la realidad.
Si él supiera...
—A diferencia de Keelan y tu yo no caería tan bajo. Él es mi amigo y quizá hasta mi nuevo interés amoroso.
—Te besaría aquí mismo para demostrarle a ese imbécil lo que es desear tanto a alguien hasta el punto de reprimirse, pero tengo una dama en espera a la que cortejar.
—Pues no hagas esperar a tu acompañante. Al parecer andas tan distraído que incluso puedo percibir en su rostro la poca atención que le estás dando y el veneno que me echará pronto. —expresé en tono burlón.
Efectivamente, el rostro de Bety Hudson estaba descompuesto.
~🔥~
Me cuestioné si estar tan implicada en esto acabaría con mi cordura, con el lazo que había creado con ellos cuando éste se rompiera. Porque ese momento llegaría. No sabía cuándo, o cómo, pero estaba cerca.
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PERFIDIA
Genç KurguAlguien me dijo una vez que las personas somos despiadadas y crueles por naturaleza. Que aunque no lo quisiéramos, siempre lo llevaríamos con nosotros. Que de algún modo, una pequeña porción en nuestro inconsciente actúa injustamente gozando las de...